La desgracia de ser mujer en el Afganistán de los talibanes
Las restricciones impuestas por el régimen talibán a las libertades de las mujeres y niñas en el país asiático podrían considerarse un crimen contra la humanidad, afirman expertos en Derechos Humanos, incluida la ONU.
“Nuestras ganancias, conseguidas con tanto esfuerzo, pueden ser arrebatadas sin previo aviso”, dijo en 2020, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Zarqa Yaftali. “Los amargos recuerdos del gobierno de los talibanes nos persiguen a diario. Estas experiencias siguen siendo una realidad para muchas mujeres y niñas que viven en áreas controladas por los talibanes, donde la libertad está severamente restringida”, agregó la abogada y activista por los derechos de las mujeres y la infancia.
Dos años después, Richard Bennett, ponente especial de la ONU por los DD. HH. en Afganistán, junto con otros expertos, afirman que la discriminación contra mujeres y niñas en el país profundiza “las violaciones flagrantes de sus libertades derechos humanos que, de por sí, son las más draconianas globalmente y pueden constituirse en persecución (por razón) de género, un crimen contra la humanidad”.
“Persecución de género”
Mujeres activistas por los derechos humanos han protestado pacíficamente contra las restricciones que han aumentado durante meses. Algunas de ellas incluyen arrestos y violencia física.
Las medidas discriminatorias del Talibán “deberían investigarse como persecución de género, enfocada con condenas bajo la ley internacional”, han denunciado delegados de la ONU que, aunque no hablan en representación de esta, tienen el mandato de informar al organismo sus hallazgos.
Por su parte, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU dijo estar “horrorizada” por la flagelación de 11 hombres y tres mujeres en Afganistán, el miércoles 23 de noviembre, y pidió que “esta forma abominable de castigo cese de inmediato“.
Estas personas fueron azotadas después de ser declaradas culpables de robo y “delitos morales“, dijo un funcionario en la provincia de Logar. Los latigazos fueron los primeros en confirmarse desde que el líder supremo de los talibanes ordenó este mes a los jueces aplicar plenamente la ley sharía, la cual se basa en el Corán, en los relatos de la vida del profeta Mahoma y las decisiones de los académicos religiosos que forman el marco moral y jurídico del islam y, sin embargo, puede ser interpretada de diferentes maneras, y no prohíbe a las mujeres salir de sus casa sin un hombre ni les impide trabajar en la mayoría de empleos.
“El castigo corporal es una violación a los derechos humanos, según el derecho internacional“, dijo la portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, Ravina Shamdasani.
Durante el primer régimen talibán, las restricciones de comportamiento, vestimenta y desplazamiento eran aplicadas por la Policía de la Moral afgana, cuyos funcionarios iban en camionetas, humillando y aplicando públicamente castigos físicos a las mujeres que no obedecían las reglas. Por ejemplo, en 1996, una mujer en Kabul perdió un pulgar por llevar las uñas pintadas, denunció Amnistía Internacional.
Las mujeres acusadas de adulterio eran apedreadas a muerte.
La funcionaria de la ONU agregó que “también nos preocupa que los arrestos, las audiencias judiciales, las sentencias y los castigos a menudo se lleven a cabo el mismo día. Todas las personas tienen derecho a ser tratadas con dignidad e igualdad“.
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“Lo permitido por el islam”
No se puede negar que las mujeres afganas, aun durante la intervención estadounidense, no gozaron plenamente sus derechos y libertades. De acuerdo con Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), tras años de intervención militar, 2,2 millones de niñas permanecieron sin ir a la escuela, las mujeres aún eran violentadas sistemáticamente y su participación política era escasa; de hecho, de los 21 miembros del equipo negociador del gobierno en las conversaciones de paz, solo cuatro eran mujeres.
Pero, desde que los talibanes volvieron al poder, en agosto de 2021, las mujeres que laboraban para el gobierno afgano perdieron sus trabajos y algunas recibieron una mesada escasa para quedarse en casa.
Inicialmente, el régimen entrante prometió a la comunidad internacional garantizar, “dentro de lo permitido por el islam”, las libertades de las mujeres, anunció un portavoz del régimen poco después de volver al poder. Libertades que fueron abolidas durante su primer gobierno, entre 1996 y 2001.
Pero la realidad hoy es que cientos de miles perdieron sus empleos —en especial los cargos públicos— tras la retirada de las tropas estadounidenses, poniendo fin a dos décadas en las cuales las mujeres pudieron aspirar a nuevos trabajos y un porcentaje accedió a ellos, incluyendo cargos públicos, como la policía y la justicia.
Velo obligatorio
En noviembre de 2021, el régimen talibán prohibió a las mujeres aparecer en dramas y películas de televisión. El decreto formaba parte de ocho reglas nuevas que también destacan la prohibición de películas consideradas contrarias a la sharia y los valores afganos, junto con comedias y películas extranjeras que promuevan valores culturales extranjeros.
“La guerra terminó. (El líder de los talibanes) perdonó a todo el mundo. (…) Nos comprometemos a dejar trabajar a las mujeres de acuerdo con el respeto de los principios del islam”, declaró en rueda de prensa Zabihullah Mujahid, un portavoz del régimen entrante, poco después de la salida de las tropas estadounidenses. Incluso en la cadena Sky News, Suhail Shaheen, también vocero, aseguró que el uso de la burqa no sería obligatorio para las mujeres, ya que “existen diferentes tipos” de velo.
Sin embargo, en noviembre del año pasado, se obligó a presentadoras de televisión y periodistas a usar velos en la pantalla. La medida fue condenada por muchas, como Zan TV, el primer canal afgano con personal exclusivamente femenino. En ese momento, el canal dijo que dicho dictamen “amenazaba la libertad de prensa”.
En su primer gobierno, los talibanes impusieron a todas las mujeres el uso en público de la burqa, un velo entero con una especie de rejilla a la altura de los ojos. Funcionarios del Ministerio para la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio azotaban a aquellas sorprendidas sin llevarlo puesto.
En mayo de este año, el Ministerio publicó carteles en todos los comercios de Kabul que indican que las mujeres “deben”, al menos, vestir un hiyab, manto que solo cubre el pelo. Sin embargo, los anuncios están ilustrados con fotos de burqas, lo cual podría sugerir que este es más recomendable.
El decreto fue leído en una conferencia de prensa en Kabul, por el encargado interino del Ministerio del Vicio y la Virtud de los talibanes, Khalid Hanafi, que dijo: “Queremos que nuestras hermanas vivan con dignidad y seguridad”. A partir de entonces, si una mujer no se cubre la cara fuera del hogar, su padre o pariente varón más cercano puede ser encarcelado o despedido de su trabajo.
Al respecto, el corpus coránico contiene dos versículos, que han sido interpretados de múltiples formas, en referencia a la vestimenta:
“Profeta, di a tus esposas, a tus hijas, a las mujeres de los creyentes que se pongan sus mantos [‘jalabîbihinna’] como forma segura de ser reconocidas y de escapar a toda ofensa”.
(…) di a las mujeres creyentes que bajen la mirada, que guarden su castidad y que no muestren sus galas más que en apariencia, y que se pongan sus velos [‘khumurihinna’] sobre sus pechos.
33:59 y 24:31.
Otra de las interpretaciones de la escritura, que dicta que el velo cumple la función de distinguir a mujeres libres (que deben usarlo para evitar ser agredidas sexualmente) de las esclavas, es pasada por alto por parte de los actores islamistas y de reislamización, que lo hacen religiosamente obligatorio, debido a que, en la lógica de la sharia, la ausencia de elementos de aplicación (en este caso, la abolición de la esclavitud) daría lugar a la desaparición de la práctica.
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Sin educación ni empleo en Afganistán
Los talibanes han prohibido a mujeres y niñas acceder a la educación secundaria y superior, y han modificado los planes de estudio para centrarse más en los religiosos, que dictan lo que las mujeres deben usar, cómo deben viajar, la segregación laboral por sexo y hasta qué tipo de teléfonos móviles deben tener.
Una investigación de la organización no gubernamental (ONG) Human Rights Watch (HRW) y el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Estatal de San José concluyó que las mujeres afganas están “enfrentando tanto el colapso de sus derechos y sueños como a riesgos para su supervivencia básica”.
Halima Kazem-Stojanovic, de la Universidad Estatal de San José, afirmó que las mujeres en el país “están atrapadas entre los abusos de los talibanes y las acciones de la comunidad internacional, que están empujando a los afganos cada día a la desesperación”.
Los institutos de secundaria, por ejemplo, les han cerrado sus puertas desde que el régimen volvió al poder a pesar de que, en un comienzo, los talibanes aseguraron que las escuelas reabrirían para todos a finales de marzo, pero la escasez de maestras y la prohibición a los hombres de enseñar a niñas llevaron inicialmente a que hubiera segregación por razón de sexo en los colegios, y, meses después, a que las niñas tuvieran que permanecer en sus hogares, junto con sus madres, desempleadas desde la salida de las tropas estadounidenses, en agosto de 2021, y decretada por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.
Al comienzo del año escolar afgano, en marzo de 2022, los talibanes decidieron que las niñas mayores de 11 años no podrían volver a la escuela. Dijeron que las instituciones educativas para niñas permanecerían cerradas hasta que se elaborara un plan “integral” e “islámico”.
Adicionalmente, el Ministerio de Asuntos de la Mujer fue abolido. Este fue establecido en 2001 y asumido por el Viceministerio de Propagación de la Virtud y la Prevención.
Prohibido viajar sin un hombre
Por decreto, las mujeres deben estar acompañadas por un familiar cercano durante viajes largos entre ciudades. A los taxistas, por su parte, se les ordenó no recoger a mujeres que lleven la cabeza descubierta.
Salones de belleza y tiendas de moda eran muy populares antes del retorno del régimen talibán, pero, desde el reinicio de la teocracia, han desaparecido.
Asimismo, las cabezas de maniquíes en las tiendas en Herat fueron retiradas, así como las vallas publicitarias con rostros humanos, puesto que no respetan la rigurosa interpretación de la ley islámica.
Separadas de los hombres
En septiembre del año pasado, un alto miembro de los talibanes dijo que no se debería permitir que las mujeres trabajaran junto a los hombres.
“Hemos luchado durante casi 40 años para llevar el sistema legal Sharía a Afganistán”, dijo Waheedullah Hashimi, un líder talibán, a la agencia de noticias Reuters, y agregó que “la Sharia no permite que hombres y mujeres se reúnan o se sienten juntos bajo un mismo techo. Hombres y mujeres no pueden trabajar juntos. No se les permite venir a nuestras oficinas y trabajar en nuestros ministerios”.
Poco después de la retoma del poder por parte del régimen talibán, HRW encontró que, cuando a las mujeres se les permitía trabajar, sus lugares de trabajo funcionaban bajo las nuevas restricciones de los talibanes.
Una trabajadora de la salud le dijo a HRW que su jefe organizó un encuentro con un alto funcionario talibán: “El hospital reunió a todo el personal femenino para decirnos cómo debemos comportarnos”.
Acorde a la empleada, su jefe indicó “cómo debemos vestirnos y cómo debemos trabajar, separadas del personal masculino. Se nos aconsejó hablar con el personal masculino de manera insolente y con tono de enojo, no en un tono suave, para que no evoquemos deseos sexuales en ellos”.
Y el panorama no luce alentador. Según un informe publicado por el Programa de la ONU para el Desarrollo, en diciembre del año pasado, las mujeres representaron el 20 por ciento de la fuerza laboral de Afganistán en 2020: “No invertir en la mitad del capital humano del país, en la educación de las niñas, tendrá graves consecuencias socioeconómicas en los años venideros”.
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