“La escritura es un lugar seguro donde poder olvidarme de lo que vivo”

El escritor ecuatoriano Rommel Manosalvas (Quito, 1992) habla sobre su novela debut ‘Anatomía transparente’, la historia de un despertar sexual y de un cuerpo que se deteriora.

Por Óscar Molina V.

Una caja de cartón con sus iniciales: pistas. Fue lo único que dejó Samuel –protagonista de ‘Anatomía transparente’ (Seix Barral, 2022), primera y potente novela del escritor ecuatoriano Rommel Manosalvas– tras su muerte. La caja contiene cartas, fragmentos, apuntes. Las cartas están dirigidas a Irene, su madre, quien peregrina hasta el departamento oscuro y desolado de su hijo para limpiar lo que quedó y rearmar la vida final de Samuel con esos trozos escritos.

“Soy como los pececillos de plata. Un ser segmentado que anida en las sombras, entre el papel y el polvo. Aquí la oscuridad me sirve de escondite”, lee la mujer en uno de los textos que Samuel escribe con conciencia, ternura y urgencia. En otros apuntes, Irene se enterará sobre los sueños/pesadillas de Samuel que involucran a su esposo y a las empleadas domésticas, sobre la primera noche que Samuel y Gabriel tuvieron sexo en un parque, o sobre el odio firme que su hijo sentía por su propio cuerpo.

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“Somos horribles, madre. Somos horribles con nosotros mismos”, escribe Samuel desde su cuerpo enfermo, ardoroso, sensible. Un cuerpo diáfano que, en su deambular, refleja la deriva caótica de la ciudad montañosa que lo rodea. 

Diario Criterio: ¿Cuál fue la génesis de tu novela?

Rommel Manosalvas: Empecé a escribir la novela a finales de 2019. En esos meses estaba pasando por una situación súper complicada, súper dolorosa y difícil. Había empezado a escribir cosas sueltas, porque necesitaba, de cierta manera, dejar ir un poco toda esa carga emocional tan oscura y pesada que tenía. Las primeras cosas que escribí fueron relativas a la enfermedad. Quería crear una versión mía, pero que el personaje hiciera lo opuesto a lo que yo hice en la vida real. Samuel soy yo y a la vez no soy yo, porque su deriva es diferente a la mía en mi vida. 

Diario Criterio: O sea que para ti la literatura sí funciona como una purga, una catarsis…

R.M.: Sí, totalmente. Me parece que la literatura sí ofrece una suerte de abstracción del mundo real. Yo, muchas veces, he encontrado en los libros y la escritura un lugar seguro donde poder olvidarme de lo que vivo. La escritura y la lectura, en general, siempre han sido espacios de entendimiento, de poder encontrarme conmigo mismo y poder desentrañar lo que me pasa por la cabeza. Siempre ha sido así desde que era más joven (tiene 29 años). 

Anatomía Transparente portada

Diario Criterio: Eres arquitecto de profesión y, hace poco, escribiste un texto en el que dices que la arquitectura, en la literatura, es “otra forma de leer”. ¿Cómo pensaste la arquitectura de esta novela?

R.M.: Lo que quería lograr con los espacios de la novela era, de cierta manera, metaforizar sobre los propios procesos de deterioro del cuerpo del protagonista. No solo con la arquitectura a nivel micro, como en el departamento de Samuel, sino a nivel mucho más grande, a nivel de ciudad. La ciudad, en la novela, es una suerte de reflejo de lo que le pasa a Samuel. Es una ciudad oscura, caótica, fragmentada. Es una cuestión de duplicidad: traspasar lo que pasa en el cuerpo de Samuel a la casa, y de la casa a la ciudad. 

Diario Criterio: La luz, o su falta, también es un elemento muy presente…

R.M.: En arquitectura, la luz define mucho los lugares y cómo los percibimos. Yo quería que la luz también diera una percepción del estado de ánimo de Samuel: los momentos de oscuridad, por ejemplo, corresponden con sus momentos de intensa soledad. Pero la luz también tiene que ver con la ciudad, con mirar la ciudad y su gente. Si bien Samuel no interactúa con las demás personas, esa noción de no estar solo o de estar en comunidad lo aísla un poco de su soledad. 

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Diario Criterio: La ciudad de la que hablas es Quito. ¿Cuál es, justamente, tú relación con Quito?

R.M.: Tengo una relación completamente nostálgica con Quito, porque no vivo en el hipercentro, por decirlo de alguna manera. Vivo en las afueras, pero nací y crecí en la ciudad. Me acostumbré al movimiento, a la gente, al transporte público, a los carros en las autopistas; a todas esas cosas que marcan una dinámica que no hay en las afueras. A mí me gusta ese entorno caótico. Necesito ese movimiento, como Samuel, para sentirme acompañado. La fluidez que hay en la ciudad es algo que me llena de vitalidad. 

Diario Criterio: Ahora que hablas de nostalgia, siento que tu novela es muy pasional. Hablas, incluso, de las telenovelas. ¿Cuál fue tu formación sentimental y cómo influyó en tu escritura?

R.M.: Creo que las telenovelas tienen un papel súper importante en la educación sentimental de mi generación y tal vez de las anteriores. Yo también consumía películas de Disney y literatura juvenil, que tienden a ser apasionadas. Pero creo también que esa pasión de la que hablas es otra sintomatología de mi propia nostalgia. Crecer e ir volviéndome más adulto me hace extrañar cosas de cuando estaba en el colegio o en la universidad. Incluso me hace extrañar relaciones de ese entonces que eran así de apasionadas y tóxicas (se ríe). 

Rommel Manosalvas
Rommel Manosalvas. Foto: archivo particular

Diario Criterio: ¿Hubo algún libro que te sirvió de guía para abordar el tema del VIH de Samuel?

R.M.: Sí, me sirvió mucho el libro de Randy Shilts, llamado And The Band Played On. Es un libro que cuenta el inicio de la epidemia del VIH a inicios de los ochenta. Me interesaba mucho conocer esa historia. La complementé con la película The Normal Heart, que retrata muy bien la desidia del gobierno estadounidense con la relación a una enfermedad que se creía única de hombres homosexuales.

Ver y leer eso me hizo notar que se han construido muchas narrativas prejuiciosas o desactualizadas en torno al VIH. Me interesaba hablar específicamente sobre el uso de los antirretrovirales que las personas toman para mantener el VIH controlado. Si bien son menos tóxicos que el AZT, que había al principio, todavía implican tener que re-conocer el cuerpo porque lo cambia, altera su química. Y eso me parece paradójico: tomar una medicina para estar sano y, a la vez, enfermarte. 

Diario Criterio: Hay, justamente, una intención clara en mostrar los estragos de los químicos en el cuerpo…

R.M.: Sí, porque es algo de lo que no se habla normalmente, no te enseñan sobre eso en las escuelas. Hay médicos que lo cuentan, pero la mayoría de gente todavía ve el VIH desde afuera y piensa que aún causa muerte. Incluso las “poblaciones de riesgo”, que son más susceptibles a contraer el virus, tampoco están informadas. Y así se perpetúan los estigmas. Hay, incluso, un mal uso de las palabras. La gente dice que el VIH es contagioso. El VIH no es contagioso, es transmisible. Hay una cuestión con las palabras que aún no está tratada, que aún no se piensa. 

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Diario Criterio: Samuel habla también de sus experiencias sexuales sin tapujos…

R.M.: La cuestión, para mí, no era hablar sobre cuánto sexo tiene Samuel, sino por qué. El sexo, para él, es también una cuestión de aceptación. Samuel se siente deseado y aceptado cuando tiene sexo con alguien, y eso tiene mucho que ver con la imagen que tiene de sí mismo. La razón de su promiscuidad es que necesita ser aceptado por los demás. Samuel se odia, odia su cuerpo, entonces una manera de mitigar ese odio es sentir que puede ser deseado por otros. 

Diario Criterio: En uno de los capítulos finales, Samuel dice que “la muerte no es más que un nacimiento distinto. No es más que otra forma de rebeldía.”. ¿No es, entonces, algo trágico?

R.M.: Sí, no es trágico. Lo pensé así en términos farmacológicos: Samuel es una persona que se niega a adherirse a un esquema de pastillas para mantenerse vivo. Y tiene que ver también con que, 40 años después, todavía no hay una cura para el VIH y la gente debe acudir a un hospital para conseguir las medicinas que les ayudan a seguir vivos. Y esas medicinas las venden farmaceúticas gigantes a las que, probablemente, no les interesa que haya una cura. La salida digna, entonces, es no adherirse a ese esquema. Decidir no seguir sufriendo más ni depender de una medicina que, en el mejor de los casos, le cuesta un montón de plata al Estado.

3 Comentarios

  1. Bién interesante la forma como aborda sus sentimientos ,la forma de ver su cuerpo y,de asumir la homosexualidad y de rebelarse contra la sociedad

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