Todo es frágil: ‘Aniquilación’, la nueva novela de Houellebecq

Con 602 páginas, la octava novela del escritor más vendido y polémico de Francia es quizá su proyecto literario más ambicioso. Una reseña.

En el centro de Aniquilación (Anagrama), la nueva novela de Michel Houellebecq, se encuentra Paul Raison, un funcionario público de casi 50 años que trabaja como la mano derecha del ministro de Interior de Francia. El año es 2027 y el presidente (se da a entender que es Macron, aunque no se nombra) está a punto de terminar su segundo mandato. La extrema derecha tiene un nuevo y carismático candidato de 27 años y las esperanzas del centro parecen ahora reposar en un avezado presentador de televisión sin trayectoria política. Entre bambalinas, Paul observa la contienda, al tiempo que recibe una serie de informes inquietantes: un grupo de hackers ha empezado a subir a internet unos videos de altísima calidad digital, algunos crípticos, algunos sangrientos. 

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Paul comparte algunos rasgos con otros héroes houellbecqianos: por momentos, tiene ese mismo aire de predicador desencantado, de hombre hosco y derrotado, algo misántropo, que especula sobre la decadencia de Occidente y repasa una y otra vez la lista de sus encuentros sexuales. Pero a diferencia de, por ejemplo, los protagonistas de Serotonina y Plataforma, Paul está más integrado en la sociedad: goza de un trabajo estable, vive con su esposa Prudence y tiene una vida familiar relativamente activa. La relación con Cécile, su hermana católica casada con un notario en paro, y con Aurélien, su hermano menor que restaura tapices medievales, se intensifica cuando los tres reciben la noticia de que su padre ha sufrido un derrame cerebral. El episodio detona el retorno a la casa de la infancia, a ese espacio donde el pasado, como una llovizna, desciende sobre el presente.

Aniquilación - Michael Huellebecq

Portada de Aniquilación, publicada en Colombia por Anagrama.

Aniquilación es la novela más larga que ha escrito Houellebecq. En sus 602 páginas confluyen muchos ríos: el de la política, el del terrorismo, el de la religión, el de la familia, el de la vida en pareja, el de la muerte, el de los sueños. Son tantos, y son todos tan anchos, que resulta imposible identificar un principal río temático; cada uno parece afluir en los demás. La composición del libro, vista desde afuera, se antoja misteriosa: cuesta trabajo advertir la dirección de la trama, en parte por las muchas digresiones y por lo mucho que abarca. Su complejidad desafía la clasificación, como si el mismo libro pidiera un poco de silencio, como si exigiera un poco de desconcierto. Frente a sus páginas, el impulso a querer explicar la obra cede terreno al asombro y a la inquietud. 

Una sensación que atraviesa Aniquilación es la fragilidad. Los videos de los hackers, que poseen una cualidad sobrenatural, pronto dejan de ser amenazas y sus consecuencias pasan del plano digital al real, en una veta de la novela que tiene ecos del cuento “La brújula y la muerte”, de Borges. El status quo, nos sugiere Houellebecq, no es tan inalterable como se piensa. Si el orden de las cosas es mutable, también lo es el aparato perceptivo: a lo largo de la novela tenemos acceso a muchos sueños de Paul, todos extensos e intricados; de hecho, son tan bien logrados desde un punto de vista literario que solo por ellos ya vale la pena leerla. A veces, unas pocas páginas separan a los sueños de los ataques de los hackers: los dos elementos desestabilizan y enrarecen la realidad de la historia. 

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La fragilidad también se siente a nivel de los personajes. No solo por la presencia cercana de la enfermedad, sino porque la ternura, así como la vulnerabilidad, brotan en un terreno narrativo que por grandes trechos tiene como principal elemento esa aridez afectiva que caracteriza a las obras de Houellebecq. En un momento, Paul recuerda la “oleada de tristeza desproporcionada” que sintió cuando supo que su dentista de muchos años se iba a jubilar y que, por eso, probablemente jamás lo volvería a ver: “Se había dado cuenta, inquieto, de que lo que no soportaba era la transitoriedad en sí misma; la idea de que cualquier cosa, la que fuera, se terminara; lo que no soportaba no era otra cosa que una de las condiciones primordiales de la vida”. El mismo título de la novela apunta a la fragilidad de la existencia, a su precariedad: aniquilar es, a fin de cuentas, “reducir a la nada”. 

La vida, mejor dicho, la vida vivida, parece ser la única palabra a la que se pueda recurrir para reunir bajo un mismo techo la enormidad que encierra Aniquilación. Es la novela total de Houellebecq. ¿Y su obra maestra? No sé, pero a mí me deslumbró.

Michel Houellebecq
Michel Houellebecq. Foto: XAVIER LEOTY / AFP
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