Antonio Caballero, un columnista descomunal

La exdirectora del SENA María Andrea Nieto, quien es columnista de la revista Semana de ahora, reveló los ingresos de Antonio Caballero, de parte de la gloriosa revista Semana de antes, es decir, de antes de la llegada de Vicky Dávila y su grupo de periodistas mansos con el gobierno nacional. Según María Andrea, Antonio ganaba más de 200 millones al año, lo que da poco más de 4 millones de pesos por columna. Yo quedé un tanto frustrado, pues siempre había creído que ganaba mucho más, dado que, merced a su poderoso talento, fue uno de los dos mejores vendedores de esa revista en las últimas décadas. “Gana más que un gerente”, me había dicho un colaborador de la revista que tenía porqué saberlo.

Incluso, Daniel Coronell, que fue el otro gran vendedor, ripostó: “No era buen sueldo el de Antonio Caballero. De hecho, es muchísimo menos de lo que hoy le pagan a otra persona cuya preparación no es comparable”.

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Y yo añado: ¿es que hay en la revista Semana de ahora algún periodista, incluyendo a la columnista y presentadora de “El Control”, que tenga la preparación, la cultura o que pueda reflexionar, escribir o vender, como lo hizo Antonio Caballero en la revista Semana de antes? Por supuesto que no. Ni en esa, ni en otra revista del país.

Por eso, si era innecesario sacar al aire, lo que ganaba, cuando aún estaba tibio su cadáver, también era francamente vergonzoso, apelar a una falsa lucha de clases, como lo dio a entender, a renglón seguido, la maledicente María Andrea: “Eso no lo quieren contar los periodistas de estrato 25. Explíquenles a los millones de trabajadores que se desviven y que sí trabajan para ganar el salario mínimo”. ¿Por qué? ¿En qué puede perjudicar a los millones de colombianos que se ganan el triste salario mínimo, lo que se ganaba, en buena ley, Antonio Caballero? Sus honorarios se los pagaba una empresa privada y no salía de los impuestos. Ni que fuera congresista o ministro o presidente, o director del SENA.

Hay que reconocer que, para el momento de su deceso, las columnas de Antonio Caballero ya no gozaban de la popularidad de las décadas anteriores, incluso últimamente había sido acusado de machista y de misógino, por lo que había escrito en algunas de sus columnas; por otro lado, su amor por la fiesta brava, lo había alejado de los nuevos lectores, que no le perdonaban su arrogante desdén frente al maltrato de los astados.

Porque Antonio Caballero, por más descastado, rebelde y traidor de clase que fuera, no dejó de ser un cachaco aristócrata de buena poltrona.  No solo por la rutilante colección de presidentes, artistas y escritores que lo antecedieron en la familia, sino también por los lujos y poderes feudales que tales ejercieron, como fue el caso de su padre, el también escritor Eduardo Caballero Calderón, en su mítica hacienda de Tipacoque. Todo un amo y señor feudal, o mejor expresado, virreinal.

La hacienda de su niñez, la misma que se convirtió en municipio, era un feudo de antes de los tiempos del ruido, que tenía 25 habitaciones y 4 patios internos. Era de la familia del columnista de la Semana de las épocas gloriosas, desde 1.580, cuando gobernaba España y las Indias Occidentales la voluminosa cumbamba de Felipe II. “Allí nacieron y murieron por espacio de cuatro siglos, hasta mi abuela, y aun cuando a comienzos de la Independencia muchos de ellos se establecieron en Bogotá, la hacienda siguió en sus manos, hasta la muerte de mi abuela, hasta mí, pese a que en hora mala la tierra se ha ido parcelando y vendiendo”, escribió don Eduardo. 

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No es difícil imaginarse, entonces, al pequeño Antonio, sobrecogerse al ver el absoluto poder de su padre, aunque envuelto en paternalismo. Este administraba su legado de encomendero, impartía justicia e imponía su autoridad jerárquica de hidalgo castellano sobre los nativos y fue su primer alcalde. Antonio debió comprender, desde entonces, el significado de la sentencia de Lord Acton, que fue una de sus frases favoritas y la repitió en sus escritos: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

¿Tuvieron que ver su padre y sus antecesores, en que Antonio Caballero abrazara de manera decidida su negación a cualquier forma de poder político? Tal vez nunca lo sabremos. Pero lo cierto es que Antonio jamás aduló a ningún gobernante antiguo o contemporáneo, de este o de otro continente. Jamás aceptó dádivas ni cargos públicos. Jamás traicionó los ideales que defendió hasta su última columna. “Sí, soy anarquista. O, más bien, quisiera serlo”, le confesó a El Espectador en el 2016.

¿Y cómo escribió? Como nadie, ni parecido a nadie. Con cadencia, con orquesta propia. Con un puñal sevillano con miel agria. Pleno de ironía, de humor negro, de desdén. Conciso, mejor dicho, preciso, anti ambiguo. Con frases supercortas, algunas de una sola palabra que fungían como remaches. Maestro de un idioma que le obedecía.

Sus temas de opinador en más de 50 años no fueron variados, solo que su envidiable conocimiento enciclopédico, le permitió escribir desde diferentes aristas sobre la corrupción del poder y sobre la inutilidad de la lucha en contra de las drogas, que terminan, en últimas, siendo lo mismo.

De su pluma no se salvó ni Lleras, ni Pastrana padre e hijo, ni López, ni Gaviria, ni Samper, ni Uribe, ni Santos, ni Duque, ni siquiera Petro que aún no ha sido presidente; pero tampoco, ni Mao, los Bush, Reagan, su majestad la reina, Gorbachov o Putin; y menos Escobar, Gacha, los Rodríguez, la guerrilla o las bacrim:  barrió hasta con el nido de la perra.

Con todo, con su machismo españolero, su misoginia empapada de güisqui, su atávico e incomprensible gusto por el fiero arte de asesinar toros, el periodista, escritor y caricaturista, Antonio Caballero Holguín, a mi juicio, es el más importante columnista del país en todas las épocas. Fue, simplemente:  descomunal. 

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3 Comentarios

  1. Luis Marino Quijano

    Es que definitivamente en Colombia la asignación salarial está muy por debajo de la realidad del país. Todos somos subvalorados. Acertado comentario. Como siempre tocando la realidad del país.

  2. Rosabeatriz Giraldo Ospina.

    Si, de acuerdo . Descomunal el talento del Maestro Antonio Caballero en todos los escenarios y publicaciones nacionales e internacionales en todas sus facetas de crítico, novelista, caricaturista y demás, a quien le seguí la pista de sus columnas sobre el acontecer político y algunas de SOHO, sin importarme su devoción y culto a la tauromaquia y sus figuras , ya que desde niña las detesté; ni sus ácidos comentarios hacia algunas congéneres pues considero que contribuyó a formar el talento y las posturas éticas de su hija Isabel , antropóloga, periodista y sobre todo feminista.

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