‘Better Call Saul’, el final de una historia de amor
Esta columna contiene spoilers
Hace dos semanas, estaba hablando por Whatsapp con mi amigo Jorge y me preguntó qué creía yo que pasaría en el final de Better Call Saul: “¿crees que Jimmy debe morir? ¿O preferirías que quedara vivo y miserable? ¿O vivo y saliéndose con la suya?”. Mi respuesta fue clara: quería que Saul quedara vivo, pero sentía que debía hacerse responsable por sus actos.
Un final como el de Walter White, o sea, muerto pero bajo sus propios términos, sería muy repetitivo. Además, a diferencia de Walt, sentía que Jimmy era una buena persona en el fondo, a pesar de las cagadas que hizo; y estaba segura de que la única forma que tendría para ser una mejor persona y salir del ciclo de destrucción en el que estaba, era si afrontaba por una vez en su vida las consecuencias de sus actos (como espero que le pase a Barry en la próxima temporada de Barry).
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Le dije a mi amigo, además, que como soy una romántica (al menos en las series), me gustaría imaginar que, en algún momento del futuro, Kim estaría esperando a Jimmy cuando saliera de la cárcel.
Como podrán deducir, me encantó el final. Y no porque me haya dado una satisfacción de: “¡Ja! ¡Adiviné!” (aunque sí tenemos que aceptar que hubo algo de Nostradamus en mi conversación con Jorge), sino porque estaba deseando que terminara así justo porque me parecía la conclusión más bella y coherente con la historia que durante 7 años contaron Vince Gilligan y Peter Gould. Una que, aunque tuviera un trasfondo de narcotráfico, corrupción y violencia, era a fin de cuentas una historia de amor.
Vea el teaser del episodio final de Better Call Saul:
Cuando anunciaron hace muchos años que estaban desarrollando un spin-off de Breaking Bad centrado en Saul Goodman, tuve mis reservas. No porque creyera que Saul era un mal personaje ni porque dudara de la capacidad del equipo encargado, sino porque muchas de las series derivadas de otras en la televisión han sido un fracaso. Por cada Frasier, hay varias Joey.
Además, me preguntaba: ¿vamos a volver a ver cómo un personaje se vuelve malo? ¿No sería la transformación de Jimmy McGill a Saul Goodman muy parecida a la de Walter White a Heisenberg? Afortunadamente, estuve equivocada. No solo las transformaciones de los dos personajes fueron muy diferentes, sino que el enfoque de la historia fue poco a poco moviéndose hacia la relación de Jimmy con el mejor personaje de la serie, Kim Wexler.
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Que Kim haya resultado siendo lo mejor de esta serie parece una obviedad ahorita, pero en la primera temporada no estaba tan claro. Así como pasó con el personaje de Jesse Pinkman en Breaking Bad, Gilligan pensaba que Kim sería un personaje secundario y ya. Pero cuando vio a Rhea Seehorn actuando (como cuando vio a Aaron Paul en acción), dijo: “bueno, a esta mujer no la puedo sacar ya”.
Y como la química que Seehorn tenía con Bob Odenkirk era innegable, se fue construyendo una historia de amor poco convencional, en la que los personajes no se besan todo el tiempo ni se decían cuánto se amaban en cada episodio. Por el contrario, la intimidad que existe entre Jimmy y Kim se comunica con miradas cómplices y con estrategias de manipulación a otras personas, hasta que ya se vuelve insostenible.
Algo maravilloso de Kim como personaje es que siempre tuvo agencia, el camino que tomó siempre fue su decisión. No fue que Jimmy la engatusó y la manipuló, sino que ella misma encontró en él a una pareja que despertaba en ella quizás sus más emocionantes y/o peores impulsos. Por eso, no es sorprendente, pero sí muy triste, cuando ella termina la relación y le dice a Jimmy que, aunque son buenos el uno para el otro, son malos para el resto del mundo.
Él le dice que la ama y ella le responde: “Yo también te amo, ¿pero y qué?”. Es la primera vez que los oímos decirse “te amo” en toda la serie y el mensaje no podría ser más claro: No siempre estar con la persona que amas es lo más sano.
Better Call Saul profundizó en la idea de que es difícil salirte de un ciclo que empezaste y que cuando la cagas, es muy fácil llegar al fondo. Pero también exploró, especialmente en el episodio final, la idea de la redención. Después del final, leí un tweet que me gustó mucho que decía: “Breaking Bad es sobre la idea de que cualquiera puede evolucionar a la versión más horrible y retorcida de sí mismo. Better Call Saul es sobre la idea de que cualquiera cualquiera puede evolucionar a la versión más horrible y retorcida de sí mismo, pero que tal vez puedes volver de eso”.
Y al final, precisamente, Jimmy probó que a pesar de lo que le dijo Walter, “O sea que siempre fuiste así”, sí pudo cambiar, despedirse de Saul Goodman, volver a ser Jimmy McGill, mirar a la mujer que ama a los ojos y ver en ella el alivio que se siente cuando dos personas se han liberado de sus cargas.
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A mí me encantan las historias de amor en las que las parejas no terminan juntas, por eso una de mis películas favoritas, por más cliché que suene, es Casablanca. Así como en esa historia también contada en blanco y negro, un personaje está dispuesto a no quitarse su máscara vale-huevística y seguir con su vida como si nada le importara. Pero un reencuentro con su amor del pasado le recuerda quién es realmente y hace un sacrificio porque es lo correcto, sabiendo que no podrá estar junto a su amor, pero con la seguridad de que al menos ella lo recordará con cariño y respeto.
En el caso de Jimmy y Kim no hubo avionetas despegando en medio de la noche ni As Time Goes By en el piano, pero sí una escena fumando cigarrillo en la que no necesitaron decirse mucho y una despedida con señal de pistolas en las manos. Suspiremos mientras decimos: “Siempre nos quedará Albuquerque”.
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