¿Qué alcalde necesita Cali?

Cuesta creer que la tercera ciudad del país esté sumida en el foso del desgobierno. El Distrito con mayores ventajas competitivas del corredor andino del país, sin norte ni consuelo, echado a su suerte por una dirigencia mezquina y miope, suplica por un nuevo liderazgo.

A poco más de 48 horas de conocer el proceso de responsabilidad fiscal elevado por la Contraloría General de la República en contra del alcalde Jorge Iván Ospina, por las irregularidades de un convenio interadministrativo suscrito para el mantenimiento de cámaras de vigilancia en la ciudad, y por el cual se calcula un presunto detrimento patrimonial de $1.854.603.709, nuevamente se posan los reflectores sobre la capital del Valle, tal y como ocurrió en septiembre de 2022 con el entuerto de las sillas y las pantallas de Emcali.

Puede leer: Emcali: ¿Por qué pagaron esos precios por televisores, proyectores y sillas?

Que sea el bandidaje instalado en los pasillos del Centro Administrativo Municipal (CAM) aquello que visibilice la ciudad, no solo deshonra a la ciudadanía, sino que mina su confianza en un mejor porvenir. Y es que, excluyendo por supuesto a quienes hacen su ‘agosto’ siendo parte de la politiquería local —y departamental—, los caleños estamos agotados del mal vivir en la ciudad.

La Cali alegre, rumbera, otrora cívica, reconocida mundialmente por su fraternidad, se contamina con el aire nauseabundo que expele la administración distrital. Desde hace bastante se siente en las calles un clima de inviabilidad por cuenta del oscuro túnel de crimen y desorden, y a diario se entreteje una anárquica convivencia, expresada en factores como la movilidad y cuidado del espacio público.

En medio de este aciago panorama, y sin caer en las trampas del mesianismo, ¿quién podría abanderar un nuevo liderazgo?

Puede leer: “Si hay alguien que tiene poder dentro de Emcali, es el uribismo”: alcalde de Cali

De acuerdo con los primeros sondeos de intención de voto y en el acelerado fragor de las precampañas, no se entrevé mayores expectativas. Por el contrario, varios utilizan la recolección de firmas como atajos eficientes y decenas se posan en las esquinas o deambulan por la redes sociales sin mayor estrategia, utilizando el terreno de la contienda para estacionar sus intereses personales o corporativos.

Entre algunos de los precandidatos hay notables vicios de forma y fondo: lejos de alimentar el debate con propuestas rigurosas y sentidas por la población, a diario se embisten con ataques personales a propósito de estos.

Que sea el electorado el que finalmente juzgue; pero en el caso de otros, amén de reconocer su gallardía de lanzarse al ruedo y, sin importar su orientación política, se les puede descartar por insubsistencia: cero propuestas de valor, sin proyecto de ciudad, sin visión. Anodinos por naturaleza.

En el juego actual, todos creen tener la mejor estrategia de llegar al electorado. Algunos ostentosos, suponen que serán sus tradiciones políticas o su descendencia lo que los catapulte al éxito. Otros se quedan en criticar el prontuario delictivo que soportó la ciudad durante el vigente gobierno, siendo su único y populista caballo de batalla.

Puede leer: La Alcaldía de Cali y la puja electoral entre ricos y pobres

Otros asumen que su éxito empresarial es prenda de garantía para una efectiva gerencia pública. Y un gran puñado de ellos, materializa su esperanza en el controvertible voto de estructura, que sin pudor aceita las maquinarias e insulta la inteligencia de un electorado que, por necesidad o conveniencia, termina cohonestando con las perversiones políticas.

El electorado caleño anhela una verdadera independencia. Un nuevo liderazgo que seduzca por su frescura, su humildad y su trayectoria. Que congregue los valores de la Cali tradicional con aquella que se integra con la modernidad de ser la capital del Pacífico colombiano. Una figura que observe los retos de ciudad-región sin la contaminación visual de los extremos políticos; que desde el carril del centro reme a favor de la cultura y la identidad local y, con el viento del orden, la seguridad ciudadana y el progreso económico.

Quien gobierne Cali debe ser un verdadero oficial de la moral pública, un agente del mérito y la templanza de cuya imagen se proyecte orgullo, por sus logros personales y por su ejemplo de humildad y respeto, pero también por la eficiencia, resultados y genuinos reconocimientos que de su trayectoria se deriven.

Lea también, de Álvaro Benedetti: No es cuestión de gustos, es gobernabilidad

A pesar del aciago presente, que entienda el significado de construir sobre lo construido, evitando el vago discurso del cambio. Que con inteligencia suscite reflexiones alrededor de proyectos importantes de ciudad. De cara a la jornada de octubre, un buen candidato que no solo comprenda las causas del delito instalado en la administración, sino que desde la campaña misma allane el camino al triunfo desde la decencia y la cultura del voto informado.

En resumen, un nuevo liderazgo para Cali. ¿Demasiado pedir?

Que la cruzada nos ofrezca sorpresas y certezas positivas. Que en breve podamos celebrar la llegada de un candidato que conecte con el sentir de la ‘caleñidad’, que forje confianza y pueda, con ideas de valor, concretar una cálida puesta en escena.

Siga con más de Álvaro Benedetti: ¿Qué hacer con el desorden urbano?
alcaldía alcaldías medellín cali bogotá 2023

1 Comentarios

Deja un comentario

Diario Criterio