A veces llegan cartas
Las columnas anteriores de esta serie de reflexiones de Semana Santa produjeron respuestas interesantes.
Varias personas nos hicieron llegar copia de tres cartas, las mismas tres, enviadas en nombre y representación de la delegación de diálogos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) a distintos destinatarios.
La primera, a Danilo Rueda, alto comisionado de Paz del Gobierno, firmada por Pablo Beltrán; la segunda, firmada, también, por Beltrán y por Aureliano Carbonell, dirigida a los enviados especiales de los países garantes (Brasil, Cuba, Chile, México, Noruega y Venezuela), a los países acompañantes permanentes y a los representantes del secretario general de Naciones Unidas y de la Conferencia Episcopal de Colombia; la tercera, para monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia, firmada por Pablo Beltrán.
La enviada al alto comisionado de Paz tiene fecha 31 de marzo de 2023. Con ella, el ELN responde a una comunicación de Rueda, remitida dos días antes, en la que preguntaba por hechos de orden público en el sur del Cauca.
En su misiva, el jefe insurgente anexa dos informaciones. Una parece provenir de unidades guerrilleras ubicadas en esa zona del país y otra habla de ataques recibidos por el ELN durante el primer trimestre del año.
En todo esto, las fechas son importantes: permiten ver que hay comunicación rápida y fluida entre la delegación de diálogos del ELN y los frentes guerrilleros, noticia que es favorable para los diálogos y el futuro de la paz, pues se le resta peso a la idea de que el ELN es una organización federada sin unidad de mando en la que algunos dirigentes y frentes desobedecen a la delegación y, aun peor, al Comando Central y al congreso de dicha organización.
Lea la columna anterior de César Torres: Conversaciones de paz y obstáculos en la cultura
Otro tanto puede decirse de la comunicación entre las partes de la mesa: el alto comisionado gubernamental recibió respuesta, oficial y documentada, de su contraparte, en solo dos días. También, entre ellas, la comunicación es eficiente.
Los anexos, en cambio, son preocupantes.
En el primero, las unidades guerrilleras del ELN afirman que “en los últimos meses vienen ejerciendo presión sobre nosotros en el sur del Cauca y además de los operativos militares para golpearnos. También utilizan nuestro nombre para deslegitimarnos ante la población”. En el segundo, dicen que “el 28 de enero, en Antioquia, fue asesinado en estado de indefensión el primer mando del Frente José Antonio Galán. El 28 de enero en área rural de Buenaventura murieron 12 compañeros, de los cuales siete fueron capturados y ejecutados en estado de indefensión”.
Si es verdad lo que dicen esas unidades, el Estado estaría cometiendo graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario, pero, además, dentro de él habría fuerzas y personas aliadas con ejércitos de paramilitares y narcotraficantes atacando a la población civil y a la guerrilla para impedir que avance el proceso de paz.
Luego de leer esos anexos, podría pensarse que, en razón a lo dicho, es que Beltrán y Carbonell les escribieron el 4 de abril a los países garantes y a los acompañantes permanentes pidiéndoles reunirse con la delegación del ELN, “a primera hora del primer día del ciclo”, para “que puedan conocer nuestra versión sobre los hechos que se han dado estas semanas” y sobre los que “han escuchado a distintas instancias del Gobierno (…)”.
Lea la primera columna de esta serie, por César Torres: Del combo al cambio
Al nuncio apostólico, le cuentan el 5 de abril lo siguiente: “El primer trimestre de este año ha estado plagado de incidentes graves, algunos de ellos los hemos tratado en la Mesa tratando de criticar sobre todo aquellos que son abiertamente violatorios del Derecho Internacional Humanitario, a la vez que llamamos la atención para que tales hechos militares y su repercusión mediática no sean convertidos en palanca de presión contra el curso acordado para la Mesa de conversaciones”.
Tal vez, los insurgentes sienten que tienen pruebas suficientes para demostrarles a sus interlocutores que, a diferencia de lo que se ha informado, la que ha cometido los homicidios fuera de combate ha sido la tropa gubernamental. Pero también puede ser que estén equivocados o no tengan pruebas fehacientes.
Sea como sea, la sociedad civil tiene derecho a saber las verdades de esta guerra. De ellas deberían informarnos las partes, las delegaciones de diálogo, las oficinas estatales involucradas y los organismos internacionales conocedores de la situación.
Estaremos pendientes.
Volvamos a las cartas cuyas copias nos llegaron. En la dirigida al nuncio, Beltrán le agradece su gestión de paz y el acompañamiento de la Iglesia a “los Acuerdos Humanitarios Parciales, como el que está en curso, en el sur del departamento del Chocó”.
En el párrafo siguiente, encontramos la noticia que está esperando buena parte de la población: “Persistir en realizar [esos] Acuerdos Humanitarios Parciales es complementario del propósito de acordar un cese al fuego bilateral, que tenemos previsto tratar y acordar en el siguiente ciclo de conversaciones, que se desarrollará a partir del 2 de mayo”.
Puede leer, de César Torres: Ataque eleno en el Catatumbo: negociar bajo fuego
Se entiende, pues, que el ELN llega al tercer ciclo de conversaciones con la clara intención de pactar un cese al fuego bilateral. Solo falta que el Gobierno les ‘coja la caña’ y firmen ese acuerdo. Ambas partes ganarían credibilidad y crecería el apoyo y la simpatía hacia el proceso, sobre todo, entre quienes viven en las zonas de operación y confrontación militar.
Por último, quiero destacar el comentario de un lector acerca de la columna anterior: “Leyendo [su] artículo sentí como si el tiempo no pasara. Creo que somos como hámsteres dando vueltas sin parar en su rueda”.
Parece un llamado de atención a las partes. Una manera de decir que, a veces, el pesimismo también nos sobrecoge a quienes somos favorables a estos diálogos; entendemos que un proceso tan delicado como este requiere de persistencia y cuidado, pasión de largo aliento y frialdad para la toma de decisiones. Entendemos.
También parece un llamado a analistas, opinadores, periodistas y medios a no decir la misma cantinela de siempre; a no repetir, sin contrastar, los informes oficiales de cualquiera de las partes.
Requerimos muestras más tangibles del avance de los diálogos y más y mejor información. Para que la próxima carta que nos llegue no sea notificándonos el fin de las conversaciones y el recrudecimiento de la guerra.
Siga con más de este columnista: Aprender de las equivocaciones
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