‘Las niñas aprendemos en silencio’: retazos, infancia y memoria en las letras de Catalina Gallo

Foto de portada: Pablo Salgado Barrientos

La escritora y periodista Catalina Gallo lanza su nuevo libro en el marco de la Feria del libro de Bogotá. En ‘Las niñas aprendemos en silencio’ comparte relatos de su infancia con una voz poética y nostálgica.

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Para Catalina Gallo, la vida está hecha de retazos. Cada tela construye el hogar que habitamos, cada memoria es un tejido del camino y las hebras se asoman en el andar.

Bien lo dice la autora en el primer relato de su libro Las niñas aprendemos en silencio (Laguna): “Fue en mi infancia cuando aprendí que la vida es la unión de retazos, con telas negras, de chochos, de flores, unas menos rotas que otras, algunas deshilachadas. No es necesario que combinen porque en la vida no todo combina; tal vez por eso mis recuerdos aparecen como restos de telas que sobran después de coser vestidos“.

Aunque Catalina Gallo asegura que no es cercana a la poesía, sus párrafos son una extensa prosa poética. Cada uno de los fragmentos, relatos, retazos o como quiera que el lector entienda sus textos– son como un hilo que se enhebra en el corazón.

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Sin que este libro tenga un orden claro, la columna vertebral es la niñez. Cada línea relata los descubrimientos de la infancia: la primera vez que la autora aprendió sobre la amistad, sobre la belleza, sobre ser mujer, sobre los miedos y los secretos. Con gracia y agudeza, la narración nos acerca a los diferentes momentos de iniciación de una niña en el mundo adulto.

En diálogo con Diario Criterio, la periodista, escritora y docente compartió datos sobre la construcción de la novela y su conexión con la escritura desde temprana edad.

Catalina Gallo

La poética Catalina Gallo

Diario Criterio: ‘Las niñas aprendemos en silencio’ tiene una particularidad y es que cada relato parece fragmentos de poesía. ¿Qué tan cercanas están sus letras a la poesía? 

Catalina Gallo (C.G).: Te vas a llevar una sorpresa y es que soy muy lejana a la poesía. Es algo que he descubierto recientemente, nunca había escrito nada igual a lo que está en este libro. No pensé que fuera poesía, sino que alguien en algún momento me dijo “eso es poesía en prosa”, y otro dijo “eso es prosa poética”, “no, eso es poesía pura”. 

Hubo todo un debate entre qué era y hay gente que lo ha leído y me ha dicho que es poesía, pero no fue mi intención, ni lo pensé como tal y me pareció muy lindo descubrir que la gente lo vea así. Me ha parecido hermoso porque me siento muy lejana. He sido muy cercana a las novelas y a los cuentos. La poesía no es una lectura que haya influido para nada en este libro. 

Diario Criterio: El esquema del libro marca desde la primera página una diferencia. En la página izquierda hay una palabra, y en la derecha usted relata un fragmento con base en esa palabra. ¿Cómo escogió esas palabras? 

C.G.: Como el título lo dice: las niñas aprendemos en silencio. Muchas de estas palabras salieron de lo que estaba aprendiendo realmente; yo tenía imágenes de mi infancia que me llegaron a la cabeza y yo intentaba descifrar esa imagen y encontrar qué me estaba enseñando ese recuerdo o historia y de ahí salía la palabra. 

Es decir, no hubo un orden entre la palabra y el relato… Fueron simultáneas, la imagen en mi cabeza me decía cómo era el relato y qué estaba aprendiendo. 

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Diario Criterio: La idea del fragmento y de los retazos está planteada desde el inicio. Incluso se percibe que cada relato es ese retazo que la compone. Sin embargo, algunos de estos textos se entrelazan. ¿Cómo definió el orden de cada escrito?

C.G.: Eso dio muchas vueltas. Se escribieron en desorden, digamos que un relato llevaba al otro y había sucesiones mentales de creatividad que salían. Pero al final la discusión era qué hacer, tener o no tener orden. Finalmente, tiene dos organizaciones: uno cronológico, desde cuando nazco hasta donde la infancia se acaba, y uno es más pre adolescente. 

Sin embargo, cuando se leen con detenimiento hay otro hilo conductor que está entre los fragmentos, que cada quién lo encuentra o no; eso no importa. De hecho, una persona que lo leyó me dijo que como no tenía índice lo podía leer como quisiera: entonces lo leyó en desorden. 

Otro dijo: “Ya me dijo en el principio que son retazos, entonces los puedo leer como quiera“. Así que me ha fascinado que ha generado diferentes lecturas, es un libro que ha invitado a leerse como se quiera. 

Diario Criterio: En una entrevista usted comentaba que la escritura la ha ayudado a entenderse. ¿Recuerda cuáles fueron sus primeros escritos? 

C.G.: Yo empecé a escribir cuentos hacia los 8años. Hay uno que cuento en el libro que es el de el elefante y el ratón y lo recuerdo tanto que decidí ponerlo allí. Había otros cuentos en los que ponía: “no cuento el final porque esto lo van a leer adultos y solo lo pueden saber los niños” (risas). Como solía leer fábulas, entonces yo trataba de hacer las mías: el león y el elefante, el perro y el gato y había muchos animales. 

Catalina Gallo. Foto: Pablo Salgado Barrientos

Diario Criterio: Sobre este punto hay una anécdota que usted cuenta en uno de sus relatos sobre su mamá y su intención por dejar sus textos congelados en el papel…. 

C.G.: Yo le dictaba a la la secretaria de mi mamá mis textos escritos a mano para que los pasara a máquina porque nadie entendía mi letra. Mi mamá quiso guardar eso siempre porque creía que era valioso y pensaba que eso servía para algo y para conservar mi sueño de ser escritora. 

Diario Criterio: En su primer libro, La bipolaridad y sus maremotos, hablaba sobre su enfermedad y salía a la luz con este tema de la salud mental. En Las niñas aprendemos en silencio, ubica sus relatos en la infancia. ¿En qué momento decide hablar de esos primeros años siendo adulta? 

C.G.: Cuando leí Los Errantes de Olga Tokarczuk (premio Nobel de Literatura) se rompieron todos mis esquemas sobre lo que era escribir. Después empecé a tener recuerdos y uno de los primeros fue el de la bolsa de retazos y escribí un texto más largo sobre coser. 

A partir de ahí dije: “Yo puedo escribir mi vida en fragmentos, en retazos“. Empecé a escribir fragmentos y después salió la frase “las mujeres aprendemos en silencio“, refiriéndome puntualmente al posparto. 

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Después de leer esa frase la cambié por Las niñas aprendemos en silencio y en ese momento me conecté específicamente en la infancia y empecé a entender el libro desde ahí. Siempre he tenido una pregunta muy grande sobre cómo nos construimos los seres humanos y creo que lo hacemos en la infancia. Así que fue esa búsqueda de esa construcción personal y por supuesto rodeada por la palabra. 

Diario Criterio: El juego de voces en sus relatos es algo especial. Algunos evocan la voz de la Catalina infante y otros de la adulta. ¿Cómo fue esta selección de voces?

C.G.: Hubo una intención por tener la voz de la niña. Si fuera una cámara, yo la puse a la altura de la niña, lo que ve, lo que siente, lo que imagina. En los textos hay cosas que no están definidas y eso es apropósito, porque a los niños les pasan cosas y no necesariamente sabe qué es. 

El lenguaje es sencillo, no hay palabras muy elaboradas y eso es intencional. En la edición me sugerían palabras más complejas, pero no me parecían porque las niñas no hablan así. 

Catalina Gallo - fotografía 2
Catalina Gallo. Foto: Pablo Salgado Barrientos.

Diario Criterio: Además de los recuerdos, ¿qué otros recursos usó para narrar estas memorias, archivos, fotos, libros…?

C.G.: Todo fue las imágenes que me llegaban. Fue creer en que mi mente estaba haciendo un proceso que necesitaba hacer y que por eso cada recuerdo tenía una razón de ser y yo lo que hacía era desmenuzarlo. 

Lo único, fue que después fui a buscar la casa que queda en La Soledad y no la encontré. Luego cuando publicaron el libro mis hermanas lo leyeron y dijeron que teníamos que ir a buscar la casa. Fuimos las tres y ellas tenían más clara la ubicación, pero la casa hoy en un café. Le tomamos foto y no pudimos entrar porque estaba cerrado. (risas) 

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Diario Criterio: Hablando de sus hermanas, ¿cómo fue la reacción de ellas tras la publicación del libro? 

C.G.: Fue muy especial. Ambas lloraron cuando leyeron el libro. Después nos sentamos a hablar y todo fue muy conmovedor. Además, soy la menor y eso nunca cambia en la vida. Así tenga 80 años, siempre me van a tratar como la chiquita de la casa. 

Como dice en el libro, mi mamá tenía 14 hermanos, así que hay muchos primos. Somos una familia muy grande y unida y el resto de familia lo ha empezado a leer. Muchos han tenido recuerdos de la casa de la abuela y ha sido lindo cruzar esas memorias. 

Diario Criterio: ¿Cuál es la importancia de que las niñas aprendan en silencio? 

C.G.: Tiene toda la importancia del mundo. Primero, porque hacemos unas lecturas individuales que no sabemos si son reales o no, pero a partir de ahí nos construimos, en silencio, calladas, introvertidas. Eso lo guardamos adentro y no nos damos cuenta de que eso está porque no lo hablamos. Pero creo que no son solo las niñas, todos los niños crecemos así. Creo que hay una lectura de la vida que guardamos todos adentro y es en silencio como aprendemos el mundo. 

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