Catulo, Anne Carson y el duelo
Catulo irrumpió como un meteoro, exaltado y maravilloso, en la Roma republicana. Su vida fue corta, murió a los 30 años, pero dejó una poesía fresca, irreverente, nostálgica, erudita y amorosa en su doble sentido de alabanza y vituperio. Cuando lo leemos, por esas maromas del tiempo, evocamos a muchos otros jóvenes bardos que vendrían después de él y que fueron precoces en su talento y murieron demasiado pronto. Como si el precio de su clarividencia creativa fuese su fin prematuro.
En sus poemas Catulo se mofó de los poderosos como Julio César y Cayo Memio. Cantó a la bella e inteligente y rica Lesbia, su amada siempre inalcanzable. Escribió un poema donde alguien le regala un gorrión a su novia. Los versos estuvieron de moda en aquellos años y siglos después los críticos ven en el inofensivo pajarito el símbolo del falo acechante. Pero en otro poema sí que Catulo es explícito. Le dice a un tal Aurelio que le dará merecidamente por el culo. Y todo porque Aurelio no sabía distinguir, defecto de muchos, entre literatura y realidad.
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Pero es el poema dedicado a su hermano el más inolvidable de su producción. Catulo se entera que aquel ha muerto en las cercanías de la Tróade. Decide atravesar el mar y visitar el sepulcro del ser amado. Cito el poema porque es tan conmovedor y tan certero que ha sabido nombrar el duelo del familiar a través de los siglos:
Muchas naciones y muchos mares atravesé,
Hermano, para advenir a estas míseras exequias tuyas
Y así ofrendarte de la muerte el último tributo.
En vano (por qué) a tu muda ceniza me dirijo
Hoy que de mí te ha arrancado la Fortuna,
Ay, pobre (indigno) hermano (indignamente) arrebatado;
y, además, la antigua usanza de nuestros padres heredada,
como ofrenda triste a tus exequias confiero,
acéptala, que en torrente lágrimas fraternas fluyen.
¡Tuya sea por siempre la eternidad, ave, adiós, hermano!
La traducción del latín la retomo del libro Nox de Anne Carson. Este precioso libro, publicado por Vaso Roto Ediciones, trata de una visitación que hace la escritora canadiense al perenne Catulo. Y digo perenne porque parece que no pasara el tiempo, o que este se levantara entre el romano y el nuestro como un vaho que se desvanece con la sola lectura. En eso consiste, justamente, lo clásico en literatura. Leemos el poema, la novela, el cuento o el ensayo, y el tiempo y su polvo como estela, las generaciones y su valoración polémica, se tornan delicuescentes y aparece contundente su sentido actual.
Nox se divide, a modo de contrapunto, en dos partes. La primera, destinada al filólogo y en la cual Carson traduce palabra por palabra el texto latino de Catulo. La segunda, que es la trascendental, renueva el duelo por la muerte del hermano. El de Carson ha muerto en Copenhague. Ella viaja de un continente a otro, como Catulo, para visitar no la tumba porque las cenizas de su hermano han sido esparcidas en el mar, sino para rastrear tan solo sus vaporosas huellas. Entonces el dolor emerge y se ahonda.
A través de fragmentos –porque todo en lo humano y más cuando se trata de la muerte es un conjunto de trozos que el paso del tiempo intenta despojar de sentido– Carson nos habla de ese fantasma que se ha ido y que compartió con ella una infancia espejeante y una adolescencia todavía más ilusoria.
El resultado es una honda nostalgia por el hermano que pasó a su lado y no supo –cómo hacerlo cuando somos tan primerizos y tan jóvenes– ni gozarlo ni valorarlo. Pero la presencia de la muerte, al menos en la poesía, es siempre una posibilidad de restauración de ese pasado. Y Nox es efectivo en este propósito.
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Carson muestra fotos de una vida familiar ya transcurrida que, al mirarlas, apesadumbran y, al mismo tiempo, suavizan la herida. Nos comparte pequeños escritos, sobres de cartas y estampillas donde hay un remitente o un destinatario espectrales. Y todo está hecho de tal manera, que Catulo y el hermano del poeta romano, nos llega a través de este otro hermano canadiense y de Carson como si fuera nuestro hermano y nosotros mismos hubiésemos escrito la despedazada rememoración.
Cuando el poema –trátese del breve y compacto de Catulo o del largo y fragmentado de Carson– logra esta comunión –entre los tiempos, las geografías y los seres humanos que escriben o leen–, entonces se ha cumplido el gran cometido de este artificio y este ensueño y esta quimera que denominamos poesía. Esa que consiste en unir presencias que un día fueron presente y ahora son recuerdo y polvo y no tardarán mucho en tornarse olvido.
4 Comentarios
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Gracias por el poema.
Excelente escrito aprendí un poco sobre Anne Carson y el duelo
Le sugiero al autor que le de una ojeada al mayor poema jamás creado por Poeta alguno a la memoria del hermano desaparecido para siempre : A mi hermano Miguel. In memoria. César Vallejo. De Perú para el mundo. Esto es otro nivel !