De Chile 62 a India 2022
Todos celebramos la primera clasificación de una selección Colombia de fútbol a la final de un Mundial tras 60 años de participar en los grandes eventos de Fifa. El camino glorioso que ahora culminan Linda Caicedo, Luisa Agudelo, Yésica Paola Muñoz y Gabriela Rodríguez y demás integrantes de la Femenina Sub-17, curiosamente, comenzó en 1962 con otra selección. Una masculina que, irónicamente, como ellas, contó con muy poco respaldo en un comienzo y terminó siendo la adoración de todo el país, sobre todo de los políticos que aprovecharon el famoso 4-4 contra la Unión Soviética (y el ya manido “el único gol olímpico en la historia de los Mundiales es colombiano”) para su discurso anticomunista. Esta es la historia:
A finales de los cincuenta, mientras Santa Fe y Millonarios se apropiaban del fútbol colombiano rotándose el título y acabando con el apogeo del Medellín, en Colombia se instalaba el Frente Nacional como un pacto entre las élites para acabar con la violencia entre liberales y conservadores. El problema es que en su afán de validar a estos dos partidos, el establecimiento colombiano decidió anular todas las otras posibilidades políticas, sobre todo las de izquierda que parecían una amenaza para occidente:
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La China de Mao se consolidaba como una potencia militar aparentemente incontrolable para EE.UU. y corrían rumores de que, aparte de tener un ejército de dos millones de soldados permanentes, los chinos ya tenían la bomba atómica; la URSS, bajo Nikita Krushev, expandía su zona de influencia por Europa y su poder nuclear era el temor de todos los habitantes de occidente, y, para rematar, un grupo de barbudos y patilludos guerrilleros comunistas había depuesto al dictador Fulgencio Batista en Cuba creando la primera República comunista en el continente, a sólo unas cuantas millas de EE.UU., y proyectándole al resto de Latinoamérica la imagen de libertadores de la opresión que representaba la dictadura.
Pero el gobierno no estaba para esas discusiones sociales, el Frente Nacional había llegado a pacificar el país y para eso estaba dispuesto a todo. El primer paso era acabar con los grupos de bandoleros que asolaban el campo. Comenzó el sistema de recompensas por delación y las movilizaciones de tropas a zonas donde el Estado nunca había tenido presencia, y este desplazamiento hizo que el gobierno se empezara a dar cuenta de un fenómeno que resultaba preocupante: los grupos de campesinos del sur del Tolima, el Huila y el Cauca estaban altamente influenciados por el movimiento comunista y presentaban una organización militar de autodefensa contra el bandolerismo y contra el ejército.
El Partido Comunista Colombiano, que era una víctima más de la exclusión del Frente Nacional, fue acusado de promover la insurgencia campesina y empezaron a circular historias del apoyo de Moscú y de China a las guerrillas colombianas, así como en el resto del continente circulaban los mismos rumores con sus respectivos movimientos excluidos.
Los grandes diarios nacionales, El Espectador, El Tiempo, El Colombiano y El País de Cali, mantenían una clara política editorial en la que los males del país empezaban y terminaban en el comunismo y en sus repercusiones nacionales e internacionales.
Las caricaturas mostraban a Fidel Castro como un diablo, a Mao como un sátiro y, sobre todo, a Nikita Krushev como un tirano malvado y opresor. Esta discurso proyectado en los medios fue aceptado por muchos colombianos que asumían que su nacionalidad era amenazada directamente por los líderes mundiales del comunismo.
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El recién electo presidente de EE.UU., Jhon Kennedy, al ver cómo por todo el continente se propagaban las ideas comunistas, y temiendo que se repitiera el ejemplo cubano, propuso un programa de apoyo económico a Latinoamérica que buscaba promover la lucha contra el comunismo y fue llamado “Alianza para el progreso”.
Alberto Lleras, que empezaba a ver cómo el Frente Nacional flaqueaba políticamente frente al ímpetu del MRL y la ANAPO en el Congreso, invitó al presidente norteamericano al país para darle legitimidad a su lucha contra el comunismo, pues este parecía crecer cúbicamente entre el estudiantado y difundirse como un virus en el campesinado.
En 1961 llegaron J.F. Kennedy y su esposa Jaqueline al país. El recibimiento fue apoteósico y el país entero se paralizó por tener al “líder mundial de la democracia” en su tierra. Todos los hombres suspiraron por Jackie y el estilo de vestir y de peinado de la primera dama norteamericana se tomó la moda femenina nacional.
Kennedy defendió la democracia colombiana y la labor del presidente Lleras y, como parte del progreso de su “Alianza”, inauguró un barrio popular que llevaría su nombre: Ciudad Kennedy.
La imagen de Colombia como un país democrático y anticomunista quedaba de esta forma proyectada al mundo, pero, lo que reafirmaría al comunismo como enemigo nacional sería un partido de fútbol.
La historia de la selección Colombia había sido decepcionante, salvo una esporádica victoria sobre los todopoderosos uruguayos en la Copa América 1957, por lo que no se tenían muchas esperanzas en el duelo frente a Perú para clasificar al mundial de Chile 62.
Pero el hecho de enfrentar a los peruanos, con los que el colombiano sentía que había una rivalidad desde los Juegos Bolivarianos del 38 (pues generalmente nos ganaban), hizo que la gente apoyara a la selección en El Campín. Esta, además, contaba con las grandes figuras de Millonarios, para entonces líder del torneo y futuro campeón, Efraín ‘Caimán’ Sánchez, Delio ‘Maravilla’ Gamboa, Marino Klinger y Francisco ‘Cobo’ Zuluaga. Y tal vez lo más importante, la dirección técnica de la legendaria figura de Adolfo Pedernera.
La satisfacción nacional llegó con la victoria 1-0 pero, aun derrotando al tradicional rival, el resultado parecía insuficiente para ir a Lima a jugar el partido de vuelta.
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Sorpresivamente Colombia sacó un empate de 1-1 en el Estadio Nacional de Lima y se clasificó por primera vez a un Campeonato Mundial de Fútbol.
La fiesta nacional fue inmensa, una marcha recibió a los “héroes” (pues así los llamó la prensa) en el aeropuerto y los periódicos no dejaban de analizar las ventajas políticas y culturales de ir a un Mundial y el peso internacional que esto representaba para la imagen de Colombia.
Pero a la hora de conocerse el grupo en el que jugaría la selección en Chile todo fue preocupación. Colombia jugaría en el grupo 1 con sede en Arica, ciudad limítrofe con Perú, pues se esperaba que fuera este el seleccionado clasificado, y su rivales serían el bicampeón mundial Uruguay y las potencias comunistas Yugoslavia y URSS.
Los diarios se dieron a la tarea de explicarle a sus lectores que en estos dos países el fútbol era una política de Estado y que los miembros de la selección eran oficiales del ejército, y el país entonces se empezó a angustiar: ¿los jugadores colombianos jugando contra soldados del temible ejército comunista? ¿Qué podía hacer ‘Maravilla’ Gamboa frente a defensas que habían recibido entrenamiento en el ejército que tenía preocupado a Kennedy? No había muchas esperanzas…
Y la preocupación aumentó cuando la prensa publicó que la URSS venía de ganar la Copa Europa y que su arquero era Lev Yashin, conocido legendariamente como La araña negra y considerado el mejor arquero del mundo.
Las apuestas por el título empezaron a rodar en Chile (porque sí, las apuestas en el deporte son un tema viejísimo), hecho que fue cubierto por todos los periódicos nacionales, y, frente al favorito y actual campeón Brasil, que tenía 4156 votos, Colombia, con 12 votos, ocupaba el puesto 16 entre 16 equipos en el favoritismo chileno.
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El seleccionado de la URSS llegó a Cali de paso para Arica y decidió jugar su último partido de preparación contra el América. El hecho causó morbo entre la afición y en los círculos políticos pues, en medio del plan anticomunista de Lleras, veintidós oficiales soviéticos se encontraban en territorio nacional bajo permiso gubernamental.
Los soviéticos fueron la sensación en Cali pues eran los primeros verdaderos “bolcheviques” que se veía en el país, y la prensa jugó con titulares entre la disputa de “América contra URSS”. El partido, que contó con la presencia del técnico nacional, Adolfo Pedernera, y de un delegado uruguayo, terminó 0-0 y la gente quedó convencida de que ese equipo no era tan poderoso como se decía.
Pero al otro día los diarios nacionales tumbaron el optimismo colombiano al publicar en primera plana declaraciones de Pedernera diciendo que la URSS jugó de forma cautelosa pues sabía que lo estaban observando e, incluso, había cambiado los números de sus camisetas para confundir tanto al técnico nacional como al uruguayo.
Los perversos comunistas habían jugado al contraespionaje con el técnico, la prensa y la afición colombiana.
El 22 de mayo la Selección Colombia partió para Chile en medio de una multitud de diez mil personas que acompañó al bus que llevaba a los jugadores, y llenó el aeropuerto con banderas y gritos de aliento para los representantes de la patria. Irónicamente, fueron los aficionados los que pagaron el viaje, porque como contaría ‘El Caimán’ Sánchez, muchos años después, “nos tocó jugar como 15 amistosos para financiarnos y asegurar la comida, porque no había apoyo, ni del gobierno ni de la dirigencia que veía ir al Mundial más como un gasto que como una inversión”. ¿Les suena familiar? 60 años y las cosas no cambian.
El debut fue mejor de lo esperado: una apretada derrota 2-1 frente a Uruguay y el primer gol de Colombia en la historia de los mundiales a cargo del ‘Cobo’ Zuluaga. Que valga la pena recordar la primera formación de una selección colombiana en una Copa del Mundo, ese 30 de mayo de 1962: Efraín ‘El Caimán‘ Sánchez, Jaime ‘Charol ‘González, Francisco ‘Cobo’ Zuluaga, Héctor ‘Canocho‘ Echeverry, Óscar López, Jaime Silva, Herman ‘Cuca‘ Aceros, Marcos Coll, Marino Klinger, Delio ‘Maravilla’ Gamboa, Jairo ‘Niño‘ Arias. DT: Adolfo Pedernera.
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El problema es que en el segundo partido el rival era la temible URSS, el equipo rojo que jugaba con un CCCP en el pecho. El país entero estaba angustiado ese domingo 3 de junio y muchos se fueron a los estadios sólo para escuchar con sus compañeros de tribuna de siempre la transmisión del partido de la Selección.
Después de jugados sólo 12 minutos Colombia ya perdía 3-0. Las caras largas abundaban alrededor de los radios, pero, de pronto, Hernán ‘Cuca’ Aceros le hizo un gol a Yashin a los 20. La alegría fue inmensa: se había vulnerado el arco de ‘La araña negra’. Poco después en Arica terminaba el primer tiempo.
Dice la leyenda que, en el intermedio, después de la charla técnica, Pedernera reunió a su equipo y les preguntó a sus hombres si sabían cantar. Los jugadores se miraron asombrados y algunos dijeron que sí. Pedernera repitió la pregunta con mayor vehemencia y todos respondieron afirmativamente al unísono. Entonces el técnico argentino, la máxima estrella de El Dorado, empezó a cantar el Himno Nacional de Colombia. Todos los jugadores se le unieron y entraron al partido henchidos de patriotismo y dispuestos a dejar en alto el nombre de Colombia.
El resultado final del partido demostró que el himno funcionó: 4-4, con gol olímpico incluido, y todo un país celebrando. Los pitos y las banderas inundaron las calles y los estadios se llenaron no para presenciar los partidos de la fecha profesional que se jugaba ese día, sino para rendirle homenaje a la bandera y a la Selección colombiana.
Al día siguiente los diarios no tuvieron otra noticia. El Tiempo publicó en primera página, cubriéndola toda y a seis columnas, un simple Colombia: 4- Rusia: 4. En El Espectador, el nombre del periódico fue desplazado a mitad de página pues, también a seis columnas, tituló Rusia no pudo con Colombia, y El Colombiano fue más allá, titulando Consagración de Colombia.
Colombia se volvía, en el imaginario colectivo, una nación superior gracias a un empate contra la todopoderosa URSS y, además, se volvía un adalid del anticomunismo por haber frenado al equipo de Nikita Krushev.
Así lo asumieron todos los colombianos que veían en la prensa como su mandatario le mandaba un telegrama a los jugadores en el que decía “Buen trabajo muchachos” y, como su recién electo presidente, Guillermo León Valencia declaraba que “es un triunfo de la democracia sobre el totalitarismo” y “espero que la próxima vez triunfe la libertad sobre la esclavitud”.
Los caricaturistas aludieron a la delgada figura del presidente Lleras diciéndole a un malhumorado Krushev: “Lo siento, Nikita, pero, ni siquiera en fútbol, Rusia podrá con Colombia”, en El Tiempo, o diciéndole: “No hay duda de que nuestro sistema es superior”, como en El Espectador.
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Fue un resultado asumido por el Frente Nacional con fines políticos en el momento de mayor macartismo que vivía el país, y generador de un nacionalismo desconocido para el pueblo colombiano pues hasta los productos y comerciantes le rindieron homenaje a la patria poniendo la bandera en sus etiquetas.
El gobierno nacional anunció la creación de un trofeo llamado “Selección Colombia en la Copa Mundo” y el Ministro de Educación, Jaime Posada, dijo que se tomarían medidas para perpetuar la labor de la Selección Colombia. ¿Les suena conocido?
Lastimosamente el esfuerzo contra los soviéticos fue enorme y los jugadores no llegaron bien físicamente para el partido contra Yugoslavia que se suponía más fácil. El resultado fue una derrota de 5-0 y la eliminación del Mundial.
El genial Mike Forero Nogues se burló del presidente electo al titular “Fue un triunfo del totalitarismo sobre la democracia”, en El Espectador, pero, en últimas, eso no importaba; se había conseguido una hazaña, se había dejado el nombre del país en alto, y en Colombia todos consideraban que se había hecho historia, pues, además de quedar mejor en las estadísticas que Suiza y Bulgaria, y de ser el único equipo que le metió cuatro goles a La araña negra y al equipo que jugaba con la CCCP en el pecho (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en ruso, o “Con Colombia Casi Perdemos” en colombiano), para la historia quedó, hasta que alguien lo logre de nuevo, que “el único gol olímpico en la historia de los mundiales de fútbol era de un colombiano”, el legendario Marcos Coll.
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