Parar la guerra, negociar con el ELN y otros llamados que hizo la Comisión de la Verdad a los colombianos
Como resultado del diálogo social y de la investigación, la Comisión de la Verdad presentó un volumen de Hallazgos que reúne los puntos centrales que explican el conflicto armado interno. La fundamentación de los resultados se encuentra en los demás libros del Informe Final.
Los hallazgos centrales se dan en estos asuntos: la Colombia herida, la cultura y el conflicto, la narrativa de la construcción de una democracia en paz, la reconfiguración de los territorios, las guerrillas, el paramilitarismo, el narcotráfico, la impunidad, las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, la injerencia internacional y la transformación del sistema de seguridad.
A partir de los hallazgos, y del proceso social de la Comisión, se hicieron las recomendaciones que se recogen en ese volumen y en una publicación específica. En este presentamos la llamada que queremos dejar a la sociedad, el Estado y la comunidad internacional:
Puesto que el reconocimiento de la verdad permite sanar las heridas de las víctimas, transformar a los responsables y abrir el camino para construir unidos el futuro, la Comisión pide:
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1. A los colombianos y colombianas sin distinción, acoger las verdades de la tragedia de la destrucción de la vida humana entre nosotros y a tomar la determinación de No Matar por ningún motivo a nadie. Que cada muerte violenta sea rechazada de manera colectiva y rotunda, y logremos poner la vida de los humanos y de la naturaleza en el centro y por delante de todo interés particular. Que ningún colombiano tenga que huir al exilio para proteger su vida.
2. A todo el pueblo colombiano, que reconozcamos a las víctimas del conflicto armado en su dolor, dignidad y resistencias, reconozcamos la injusticia de lo vivido y el trauma colectivo que compartimos como sociedad. Y a comprometernos con la reparación integral y transformadora de las más de nueve millones de víctimas del conflicto armado interno.
3. A que tengamos el coraje de mirar críticamente la historia desde la perspectiva de dar lugar a la presencia constante de la memoria para la construcción de paz y la no repetición que comprometa al Estado y a la sociedad en su conjunto, y aporte al fortalecimiento de valores democráticos.
4. A los jóvenes, porque ustedes son el futuro, encarar la verdad de las causas y los horrores del conflicto armado y construir la nación nueva que está en en sus manos, a no colaborar en nada que profundice la muerte y el odio y la desesperanza y a ser los líderes en la puesta en marcha de las recomendaciones que entrega la Comisión
5. A la sociedad y el Estado, implementar de manera integral el Acuerdo Final de Paz, y a avanzar hacia el consenso sobre las transformaciones necesarias para superar los factores que han facilitado la reproducción de los ciclos de violencia. Hacerlo partiendo de la convivencia en los territorios a través de la reconstrucción de la confianza de los ciudadanos entre ellos mismos y con las instituciones y siempre en la perspectiva nacional de la paz grande.
6. Al Estado, partir de la verdad de que cada día de guerra aleja la posibilidad de la convivencia y la gobernabilidad, a tomar la iniciativa para la paz con el ELN y otros grupos armados, y a buscar con los demás grupos ilegales diálogo para la negociación y/o el sometimiento a la justicia. Y al ELN , las disidencias y demás organizaciones insurgentes que continúan en la guerra, escuchar el clamor de la inmensa mayoría que pide “parar la guerra ya desde todos los lados”, y ponerse en la ruta del diálogo dentro de la diversidad de metodologías y situaciones regionales.
7. A todos los estamentos sociales y políticos, profundizar la democracia mediante la exclusión definitiva de las armas del escenario venerable de lo público, y la puesta en marcha de la reforma que abra espacios para sectores y grupos excluidos en una democracia representativa, que refleje la pluralidad territorial y étnica del país y que tenga en el centro el diálogo deliberativo desde la participación ciudadana directa y la movilización como herramientas fundamentales para la garantía de derechos, el restablecimiento del tejido social, la construcción de confianza institucional y el rechazo definitivo a la violencia contra quienes piensan distinto.
8. A recuperar el valor de la justicia para frenar la impunidad, promover la convivencia pacífica, contribuir a la satisfacción de los derechos de las víctimas y reconstruir la confianza en el Estado. Lo que requiere garantizar la imparcialidad e independencia de los entes de investigación y juzgamiento; proteger a los funcionarios judiciales, a las víctimas y a quienes participen en los procesos; esclarecer la criminalidad organizada y sancionar a los responsables, sean estos actores privados o agentes del Estado.
9. Al gobierno, la fuerza pública, los partidos políticos, los empresarios, las iglesias, los educadores y demás decisores en Colombia, reconocer la penetración del narcotráfico en la cultura, el estado, la política y la economía y la forma como el narcotráfico y la guerra contra las drogas conforman uno de los principales factores de la persistencia del conflicto con altísimos impactos negativos sobre la vida y los derechos de las personas las comunidades, los territorios y el medio ambiente. Pedimos desarrollar mecanismos de investigación que permitan enfrentar en serio al sistema de alianzas e intereses involucrados en el narcotráfico y la judicialización de los aparatos políticos, financieros y armados que lo hacen posible; así como a cambiar la política hacia el campesinado y los eslabones más débiles de la cadena para superar problemas estructurales de pobreza, exclusión y estigmatización. Desde un enfoque de derechos humanos y de salud pública para emprender el diálogo a fondo hacia soluciones éticas, educativas, jurídicas, políticas y económicas, tanto a nivel nacional como internacional, que permitan avanzar en la regulación del mercado de drogas y superar el prohibicionismo.
10. Al Estado y la sociedad, establecer una nueva visión de la seguridad para la construcción de paz, como bien público centrado en las personas, donde la protección de todos los seres humanos y de la naturaleza sea lo primero, donde la seguridad deje de estar restringida solo a lo militar y se construya desde la confianza colectiva con el apoyo de todas las instancias del Estado a las formas como las comunidades, las etnias y los territorios construyen convivencia, sobre la base de diálogos entre los ciudadanos y las instituciones, para hacer las transformaciones necesarias en el Estado, la Fuerzas Militares y la Policía, y en las organizaciones de la sociedad civil, como un elemento fundamental para la paz.
11. A la burocracia estatal y administradores públicos y privados, rechazar la magnitud de la corrupción en los distintos niveles, romper hábitos y complicidades y actuar con determinación con el control ciudadano y la sanción eficaz de las leyes para detenerla.
12. Al estado y la sociedad y, particularmente, al empresariado de los grandes proyectos industriales y financieros, dar prioridad a garantizar las condiciones de bienestar y vida digna de las personas y las comunidades sin exclusiones, desde una visión compartida de futuro para superar las desigualdades estructurales que hacen de este país uno de los más inequitativos del mundo en la concentración de los ingresos, la riqueza y la tierra. Y que la inversión estatal, empresarial y financiera incorpore la creatividad y la pasión de la juventud popular y del campo que exige ser parte de la producción de la vida querida por todos los colombianos.
13. A todos los colombianos, para que se garantice a los campesinos la redistribución equitativa de la tierra, la prevención y reversión del despojo, el catastro multimodal y las condiciones para la producción sostenible, el acceso a bienes y servicios públicos, incluidas la educación de alta calidad pertinente para la ruralidad, la seguridad y la justicia; y oportunidades integrales para la vida buena de los habitantes del campo, garantizando la seguridad y soberanía alimentarias, y las condiciones que necesitan para el cuidado de las culturas y las etnias así como los ecosistemas, del agua y de la tierra y de las especies nativas.
14. A toda la nación, a tomar conciencia y comprometernos en la superación del racismo estructural, el colonialismo y la exclusión violenta e inmensamente torpe que se ha dado a indígenas, afrocolombianos, raizales y pueblos rom, que han sido golpeados de manera desproporcionada por la guerra, y a hacer de sus culturas y tradiciones parte sustantiva indispensable de la identidad de todos nosotros y nosotras como colombianos. Condición sine qua non para vivir en tranquilidad, justicia y paz.
15. Aplicar con un enfoque diferencial las recomendaciones de la Comisión como condición para lograr la paz que exige por igual todas las garantías en dignidad a mujeres, personas LGBTIQ+, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, personas en situación de discapacidad o diversidad funcional y de la tercera edad, sobre quienes el conflicto armado causó impactos particularmente brutales.
16. A las naciones amigas de Colombia, reconocemos y agradeceos el acompañamiento a las víctimas en los territorios, la ayuda humanitaria y en derechos humanos y su contribución a la democracia. Queremos un paso más. Les de e pedimos dejar de vernos como un país que sobrevive en «modo guerra» y que necesita apoyos militares que perpetúan el conflicto. Hemos sufrido sesenta años de victimización violenta y pedimos que no nos den nada para la guerra. No la queremos. No la queremos en ninguna parte del mundo. Si quieren seguir siendo solidarios con nosotros apóyennos en las dinámicas culturales, sociales y económicas que hacen florecer la vida y la naturaleza, apóyennos en la seguridad para la gente, basada en la confianza ciudadana, apóyennos en la amistad de las naciones que respeta las diferencias en una comunidad internacional que comparte la casa común del planeta.
17. A asumir como sociedad el compromiso de un cambio sustantivo en los elementos culturales que nos llevaron a la incapacidad de reconocer al Otro y a la Otra como seres humanos de igual dignidad, y a construir en el dialogo, desde las diferencias y tradiciones espirituales y concepciones de vida, una ética pública, donde nos reconozcamos simplemente como persona, ciudadanos y ciudadanos en un nosotros colectivo de nación, y emprendamos la transformaciones en lo institucional, lo normativo y particularmente en lo personal y cotidiano; en la desinstalación de narrativas de odio, discriminación y estigmatización, para instalar a cambio la confianza y la pasión por un futuro de esperanzas compartidas y vida plena que le debemos a las generaciones futuras de Colombia.
18. Invitamos a los líderes religiosos a reflexionar sobre la responsabilidad, por acción o por omisión, ante el vacío y perplejidad espiritual de un pueblo de tradiciones de fe, sumido en una crisis humanitaria de odios, desconfianzas y muerte y atrapado en los comportamientos de la guerra. Y a tomar con decisión la misión de reconciliación de la Iglesia católica con las demás iglesias y con los sabios y ancianos hombres y mujeres de las tradiciones indígenas y afrocolombianas.
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