Paramilitares obligaban a niñas a participar en reinados y otros hallazgos macabros de violencia contra las escuelas

La Comisión de la Verdad recopiló diferentes historias que dan cuenta de cómo el conflicto ha afectado a los menores en las escuelas. Los testimonios retratan masacres, amenazas, violencia sexual, reclutamiento y desaparición forzada.

Se ha dicho que la educación es clave para transformar el país. No obstante, hay enormes retos en esta materia, sobre todo en las zonas rurales, que vieron cómo sus escuelas se convirtieron en campos de guerra durante el conflicto armado. Como resultado, muchas desaparecieron y, con ellas, la única oportunidad que tenían niños y niñas de acceder a la educación. 

No se trata de unas cuantas escuelas, sino de cientos. Entre 1986 y 2021, se registraron 881 casos de afectación a comunidades educativas en el marco del conflicto, según determinó la Comisión de la Verdad, de la mano de Educapaz, en su informe final.  Estos hechos fueron perpetrados por todos los actores armados.

Los testimonios dan cuenta de la utilización de las escuelas como base de operaciones o de tránsito, del asesinato de maestros, de las amenazas a estudiantes y del constreñimiento para que la comunidad educativa llevara a cabo alguna actividad. 

Como muchas de las víctimas del conflicto, varios niños y jóvenes que vivieron estos hechos no han podido llevar a cabo un duelo ni recibido la atención psicosocial que necesitan. Además, muchos optaron por dejar sus estudios por miedo al reclutamiento, amenazas, agresiones y desplazamiento forzado. 

Este temor también se extendió al personal educativo. Los maestros también se vieron obligados a dejar el territorio luego del asesinato de alguno de sus compañeros. Otros lo hicieron ante continuas intimidaciones. 

Lo vivido por los más jóvenes del país se contrapone con el Derecho Internacional Humanitario, que prevé la protección de los niños “como personas que no participan en las hostilidades, […] y como personas particularmente vulnerables”. También con diferentes tratados y convenciones internacionales. La convención sobre los derechos del niño, por ejemplo, describe que los niños deben ser mantenidos al margen del conflicto. 

Los Estados Partes adoptarán todas las medidas posibles para asegurar que las personas que aún no hayan cumplido los 15 años de edad no participen directamente en las hostilidades”, dice el documento. 

La realidad en Colombia ha sido otra, como lo retrata la Comisión de la Verdad, aunque distintas organizaciones, así como medios independientes, ya había tratado la problemática. Por ejemplo, de Rutas del Conflicto, en su especial Colegios de Guerra, documentó 331 casos de ataques y tomas contra escuelas entre 1990 y 2020. Según su base de datos, cerca de la mitad de estos hechos fueron perpetrados por agentes del Estado. 

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Estas son algunas de las historias recopiladas por la Comisión de la Verdad:

Paramilitares organizaban reinados en las escuelas

En el corregimiento de Riachuelo, ubicado en el municipio de Charalá (Santander), los niños, niñas y jóvenes del colegio Nuestra Señora del Rosario fueron continuamente vulnerados por los grupos paramilitares, específicamente por el Frente Comuneros Cacique Guanentá del Bloque Central Bolívar de las AUC, que desde el año 2000 empezó a ejercer control sobre el territorio.

“En Riachuelo estuvo la escuela de reclutamiento de menores donde preparaban a los niños para la guerra. En versiones libres empezaron a salir todas estas verdades”, cuenta una de las maestras víctimas. 

Las niñas y adolescentes eran obligadas participar en los reinados de belleza y bazares organizados por los paramilitares, quienes hacían de jurados. Estos espacios se realizaban para que los comandantes escogieran a las que obligarían a convertirse en su pareja. 

Estos reinados de belleza se llevaban a cabo con la complicidad de la entonces rectora de la institución. “Pasaron muchas cosas, que estuvieron patrocinadas por la rectora. Era estudiante del colegio y fui testigo de los reinados que se hacían acá. Por supuesto que muchas situaciones fueron apadrinadas por ellos”, describe una exalumna.

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“El búnker”

Una escuela del municipio de Jambaló (Cauca) tuvo que convertirse en un refugio para sus niños ante las continuas afectaciones que sufría por los enfrentamientos entre los distintos grupos armados. “Desde 2003 se hizo la proyección de este lugar para salvaguardar la vida de los estudiantes. […] Con los niños tocó trabajar mucho el plan de emergencia, las rutas de evacuación y cómo salvaguardarse”, describe una profesora.

Así, cuando había algún tipo de peligro, los estudiantes ya sabían cómo debían proceder. “A los mismos padres de familia se les dijo que cuando estuviera el conflicto era mejor que no se arriesgaran a venir a recibir a sus niños aquí a la escuela, que nos dejaran que acá nosotros lastimosamente teníamos que manejar esta situación”, agrega.

Los maestros siguen haciendo simulacros en el búnker, porque los enfrentamientos no han cesado y muy cerca de allí, solo a 25 metros, se encuentra la estación de Policía.

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¿Escudos humanos?

Antioquia es el departamento que más registra violencias en escuelas, con 121 casos. Una de ellas es la masacre que sacudió al municipio de Pueblo Rico, Antioquia. En agosto de 2000, miembros de la Cuarta Brigada del Ejército asesinaron a seis niños menores que estaban participando en una caminata ecológica, junto a otros cuarenta más. Los menores de edad hacían parte de la escuela rural de la vereda La Pica.

“Yo ese día vine hasta acá, hasta la escuela. De aquí nos fuimos todos para arriba. Yo estaba con mis dos hermanitos: Alejandro y Paola. Alejandro tenía 10 añitos y Paola ocho. Yo tenía siete añitos, recién cumpliditos. Eramos como 50 niños. Nosotros íbamos subiendo la loma y cuando menos piensa es que comenzaron a disparar. Cuando miro para un lado, mi hermanito Alejandro cayó al suelo. Cuando miro al otro lado, mi hermanita también en el suelo. Yo me quedé pasmado”, cuenta Rafael, uno de los sobrevivientes.

Cuando el Ejército rindió cuentas de lo que sucedió, aseguró que el ELN había usado a los niños como escudos humanos. No obstante, según se pudo determinar, la guerrilla no estuvo presente en la zona ese día.

“Ahí me tocó ir a avisar a mi mamá. En ese momento también se fue mi vida y mi felicidad. […] Ya la escuela no es lo mismo. La vida nunca fue la misma. La vida no ha sido nada fácil gracias al Ejército”, describe Rafael.

Hasta el momento, el Estado no ha pedido perdón a los familiares de las víctimas ni a los sobrevivientes, de acuerdo con la Comisión.

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