Conmemorar la cultura LGBTI+ latinoamericana
El interregno entre 2018 y 2022 ha sido altamente significativo para la memoria LGBTI+, aunque alrededor de estas experiencias históricas concretas vimos pocos análisis (curatoriales, expositivos, editoriales) en las instituciones públicas y privadas de la cultura.
Entre 2018 y 2021, Colombia vivió una intensa fiebre conmemorativa: el Bicentenario de la Batalla de Boyacá (1819/2019), los 250 años del nacimiento de Alexander von Humboldt (1769-1859) o el centenario de la Bauhaus (1919/2019), por citar sólo tres acontecimientos. Aunque algunas de estas celebraciones fueron canceladas o postergadas por la pandemia, al final se hicieron libros, artículos, encuentros o exposiciones para invocar estas poderosas memorias de la historia y el arte. Pero otras conmemoraciones no tuvieron la misma intensidad o fueron pasadas por alto, como el nacimiento simultáneo de los movimientos de liberación homosexual en Colombia y Venezuela, con la publicación de las revistas El otro (Medellín, 1978), Ventana gay (Bogotá, 1980) y Entendido (Caracas, 1980).
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El otro creado por León Zuleta; Ventana gay con dirección de Alfonso Parra, Manuel Velandia y Daniel Lleras; y Entendido con Édgar Carrasco a la cabeza. Este espíritu libertario que sobrevolaba el norte de los Andes empezó a ser ocluido a mediados de 1983 con la llegada al país de otra pandemia, la de VIH/Sida, que acabó con la vida de numerosos activistas y artistas homosexuales. De estos movimientos y publicaciones se cumplieron cuatro décadas en 2020.
El período entre 1978 y 1982 fue fecundo para el movimiento LGBTI+ latinoamericano, con las primeras marchas del orgullo en México (1978), la publicación de la primera revista homosexual en Brasil, Lampião da Esquina (1978-1981), o la creación del Movimiento Homosexual de Lima (1982). Y si de conmemoraciones se trata, en 2018 se cumplieron los 80 años del suicidio del escritor caldense Bernardo Arias Trujillo (1903-1938), autor de la primera novela abiertamente homosexual (y además escrita en tono afirmativo) en la historia de Colombia: Por los caminos de Sodoma: confesiones íntimas de un homosexual (1932). Habría que adicionar, en 2018, los 50 años del Mayo Francés, y en 2019, los 50 años de las revueltas de Stonewall.
No cabe duda de que el interregno entre 2018 y 2022 ha sido altamente significativo para la memoria LGBTI+, aunque alrededor de estas experiencias históricas concretas vimos pocos análisis (curatoriales, expositivos, editoriales) en las instituciones públicas y privadas de la cultura, aunque hay que reconocer el trabajo que en este sentido vienen haciendo el Museo de Antioquia, el Museo Nacional y el Banco de la República, o la editorial Planeta con su rescate de algunas novelas olvidadas.
Empezar a reconocer públicamente estas genealogías, que se remontan en el tiempo más allá de lo que algunos imaginan, es una tarea colectiva que tomará un buen tiempo. Si bien algunos investigadores han supuesto que la vindicación de los derechos homosexuales es un fenómeno nacido en los años 70 y con suerte en Stonewall (1969), lo cierto es que en el Sur Global existen numerosas experiencias influyentes ya desde del siglo XIX, que preceden a Stonewall o que no son derivativas.
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Precisamente, como observadores desde el Sur, tendríamos que combatir esa Stonewallización de la historia del movimiento sin que esto implique desconocer su influencia: habría que poner en discusión crítica la necesidad de encontrar en el activismo anglosajón la raíz única del activismo universal, una idea errónea apuntalada por libros como Historia del Movimiento LGBTQI+ (2018), de Linda Riley. Esta suposición olvida las experiencias significativas precedentes y hace ver nuestro Sur como un desierto insólito.
Hay acciones locales que dejaron hondas huellas aún por rastrear. Por ejemplo, muchas de las primeras novelas homosexuales se publicaron en lenguas romances como el español, el portugués y el francés (y no en inglés): el portugués Abel Botelho publicó una novela gay (trágica, como era de esperarse) en 1891, El barón de Lavos. Esta antecedió a la primera novela gay de América Latina, El buen criollo (1895), del brasileño Adolfo Caminha. La novela de Botelho se tradujo al español en 1907 y tuvo que ser leída por escritores homosexuales españoles como Álvaro Retana, el chileno Augusto D’Halmar (Pasión y muerte del cura Deusto, 1924) o el uruguayo Alberto Nin Frías (Homosexualismo creador, 1932): podemos rastrear trazas de Botelho en los anteriores.
Y esta conexión habría que expandirla al círculo conformado por Nin Frías, el español Pedro Badanelli (establecido en Argentina) o Federico García Lorca (en Argentina en 1933), determinantes para que el colombiano Arias Trujillo tuviera el valor de escribir y publicar Por los caminos de Sodoma en Buenos Aires, en donde vivía desde junio de 1932. Estas son algunas de las historias por contar: aquellas redes de escritores que pusieron la cuestión homosexual en boca del mundo hispanohablante desde tiempos muy tempranos (los años veinte y treinta) y no desde una óptica moralizante sino afirmativa, generando un clima, poniendo su cuerpo en juego y en oposición a las costumbres e incluso a la ley. La misión será empezar a cartografiar, conmemorar e invocar estas historias que seguro nos ayudarán a repensar el presente.
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