La constitución política paisa
Uno de los vacíos más grandes que tenemos en Colombia es el desconocimiento de la Constitución Política. Lo hemos visto esta semana, cuando al presidente, Gustavo Petro, se le fueron las luces.
No voy a hablar de Petro, ya que los medios de comunicación nos han intoxicado con el tema. Quisiera referirme a un evento que pasó desapercibido, y que hace parte de nuestra historia constitucional: los 160 años de la Constitución de Rionegro.
No se sabe por qué razón se celebró la constituyente en Rionegro, lo cierto es que, de esta Carta Magna —seguro sin saberlo—, a los paisas les quedaron algunas premisas instaladas en su cultura, como el hecho de reclamar un estado federal, que, por cierto, fue en Rionegro donde se profundizó.
“¡Antioquia Federal!”, aún gritan algunos paisas, desconociendo que fueron ellos mismos los que le quitaron posteriormente a la Constitución de 1863 esta estructura al Estado. No entremos en detalles, ya que ahora mismo hay un candidato a la Gobernación de Antioquia que toma esta bandera con tan solo un ojo.
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La Constitución de 1863 estableció una confederación de nueve estados soberanos que disfrutaban de amplia autonomía fiscal y de sus sistemas legales. Esto hizo que cada estado aumentara sus ingresos, ya que el recaudo era abundante.
Fue con la ‘constitución paisa‘ que se abolió la pena de muerte, se establecieron los jurados de conciencia y se otorgaron plenas garantías a los ciudadanos.
Un dato interesante: esta es la única Constitución en nuestra historia que hizo realmente una separación de Iglesia y Estado. Mientras que las otras constituciones se promulgaban en nombre de Dios, esta lo hacía en nombre del pueblo, todo soberano.
Otro dato interesante es que el mito dice que el gran escritor Víctor Hugo leyó la Carta Magna, de la que dijo que era una constitución para un país de ángeles.
Esta Carta contenía en sus líneas una fe férrea por el individuo, por los derechos individuales, por las bondades intrínsecas del hombre ¡Qué pesar que se haya perdido esto! Seguro hoy tendríamos un país muy diferente.
La educación se desarrolló con las ciencias modernas. Quienes hemos vivido en Medellín, oímos en algún momento algo de la historia de lo que hoy es la facultad de minas de la Universidad Nacional, bellamente reconocida por la huella del maestro Pedro Nel Gómez. Es al amparo de esta constitución que, en ese mismo lugar, se funda la escuela de minas, creada para desarrollar la industria minera del departamento.
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Hombres liberales, como don Pascual Bravo, promovieron dicha fundación que luego el conservador don Pedro Justo Berrío aprovecharía en la construcción del legendario Ferrocarril de Antioquia y quien sería el primer rector de la naciente Universidad de Antioquia.
Sin embargo, también es con la Constitución de Rionegro que aparecieron dos leyes muy duras: la Ley de prisión de cultos, que motivó la clandestinidad de la Iglesia; y la famosa ley de expropiación de bienes de manos muertas, que expropió a la Iglesia de su patrimonio. Así que no es tan nuevo aquello de la expropiación para quienes viven pegados al techo con el tema. Por ejemplo, la Universidad de Antioquia se funda en un convento franciscano, mientras que la del Cauca, en un convento de los dominicos.
Muchos de los edificios públicos del país pertenecían a la Iglesia. El radicalismo que provocó esta constitución frustró el ideal del proyecto liberal hasta hoy.
Tristemente, el conservadurismo se apoderó del Estado hasta nuestros días y, 160 años después, hemos perdido derechos individuales, así como el horizonte de los valores liberales, además de la memoria de lo que fue una Colombia federal.
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