La cultura en Colombia, en fervor, a pesar del Gobierno nacional
El silencio del Gobierno del cambio es ensordecedor. No hay siquiera un destello para el sector cultural, salvo la ley que modificó el nombre de esa cartera.
Han transcurrido más de 120 días sin que se nombre en propiedad al ministro(a) de Cultura o se ratifique al encargado, el músico Jorge Zorro. Dicen que están tratando de superar una posible inhabilidad para ocupar el cargo, pero deja muy mal al sector que el rector de la cultura siga en interinidad.
A pesar del Gobierno nacional —que no atiende el llamado de los artistas y gestores culturales que fueron recibidos en Casa de Nariño, sin obtener respuesta concreta alguna a sus peticiones—, la actividad cultural en Colombia es febril.
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El silencio del Gobierno del cambio es ensordecedor. No hay siquiera un destello para el sector cultural, salvo la ley que modificó el nombre de esa cartera.
Miremos la actividad cultural en Colombia. Por ejemplo, las diferentes procesiones de Semana Santa, algunas, patrimonio inmaterial nacional, nutridas hasta más no poder en ciudades como Popayán, el Cerrito, Bogotá, el Eje Cafetero, entre otras tantas ciudades. Allí coinciden lo cultural y lo religioso, sin perder el Estado su laicidad.
La Feria Internacional del Libro de Bogotá (FilBo) sigue ganando terreno en el concierto internacional, posicionando a la antigua Atenas suramericana en ese sitial de donde nunca debió salir en materia cultural.
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Vimos también el Festival de las Artes de Barranquilla que, desde la icónica Cueva, Heriberto Fiorillo (QEPD) siempre lideró con tino y nos sigue acompañando desde ese otro espacio no tangible, pero su memoria sigue intacta.
Cumplió 80 años Teresita Gómez, pianista negra que hace conmover a quien la escucha. Estuvo en Cali, en el mes de mayo, gracias a la gestión de la exministra de cultura Mariana Garcés, y presentó un recital con nuestra Orquesta Filarmónica de Cali (OFC)
El Carnaval de Barranquilla y el Festival Vallenato son parte de esas festividades patrimoniales que se realizan en el primer semestre de cada año y que tienen acciones de salvaguarda importantes para conservar estas actividades populares.
Salsa, Rock y Joropo al Parque, en Bogotá, estuvieron llenos y en paz, en un ambiente de camaradería que posibilita el encuentro multicultural, cada uno, con su público y en su momento, pero fervientes y respetuosos de los horarios y la convivencia ciudadana.
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Viene, en agosto, la Feria de las Flores en Medellín. Seguro mostrará esa decencia y gallardía en las gentes de su ciudad y, una vez más, los paisas nos enseñan lo que es cultura ciudadana.
En próximos días, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo tendrá la ópera La vida es sueño, basada en la obra de Calderón de la Barca, con dirección y música de jóvenes y artistas colombianos. Se pronostica éxito en su estreno.
Los museos Nacional y de Arte Moderno de Bogotá; y La Tertulia (Cali) están de aniversario. Y Manzur cumple 70 años de vida artística, con una bella exposición en el museo de arte de Cartagena, que hace honor a ese maestro de la plástica que merece todos los reconocimientos.
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El Festival de Música Mono Núñez en Ginebra (Valle del Cauca) es el lugar para el reencuentro de este tipo de música que sigue conservando la tonalidad de la bandola, de la guitarra, la voz propia de este tipo de melodías, que hacen de esta tierra un campo apropiado para cultivar la música andina.
En todas estas actividades culturales hay que destacar que tienen mucho de sustento popular, que nacen de las comunidades. Sin embargo, han logrado mantener un buen nivel y permanecer en el tiempo.
Esto nos enseña que no todo lo popular es admisible. Ni toda expresión artística es de aplaudir, ni requiere de espacios expositivos hasta que no alcance un nivel que lo merezca. El arte exige disciplina, oficio, arduo trabajo de perfeccionamiento.
Pero ahora ya cualquier intento de obra de arte quiere merecer premio.
Muchas de esas apuestas que he mencionado se logran sin el apoyo del Ministerio de Cultura, sino con gestión propia de cada grupo social o cultural de las ciudades y de los gestores culturales, de tal modo que, a pesar del Ministerio de Cultura, la cultura sigue viva.
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