De la Vicepresidencia y de Francia Márquez

Con seguridad hay millones de colombianos que aprecian, respetan y admiran la trayectoria y los logros de la abogada, lideresa social y ‘Nobel ambiental’ Francia Márquez, hoy vicepresidenta de todos los colombianos.

Ella alcanzó esa distinción con votos contantes y sonantes. En la consulta del Pacto Histórico, inició su meteórico ascenso y en la recta final la fórmula Petro-Francia se impuso con nitidez.  

Pero también hay ‘personas de bien’, poderosas y enfermizas que se sienten ofendidas porque nuestra vicepresidenta no solo sea una mujer negra, sino porque hasta hace pocos años estuvo trabajando en una casa de familia.

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Los ataques mediáticos han sido enormes, ofensivos, despreciativos y miserables. Cercanos a la aporofobia, a la sociopatía y al racismo

Eso no es extraño en este país en el que, al óleo de Juan José Nieto Gil, el único presidente negro que hemos tenido (entre enero y julio de 1861) lo mandaron a blanquear a París, “para borrar la vergüenza de que alguien importante sea negro”, como lo señaló el periodista Gonzalo Guillén. Y no solo eso: le borraron la placa en Cartagena que decía “Aquí vivió el presidente Nieto”, y le derribaron su única estatua en Barranquilla. Se trataba de borrarlo de la historia.

Aunque todo resultó en vano: Nieto Gil reverdece y se acrisola como presidente, estadista, escritor y humanista. El gran cronista Gustavo Tatis, para que no quede duda, nos recuerda que fue el “artífice del decreto que abolió la esclavitud en el país”.

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Pero lo que está ocurriendo con Francia Márquez es mucho más criminal y vergonzoso. No van ocho meses de Gobierno y ya han preparado dos atentados contra su vida.

El primero, a principios de este año, cuando “integrantes de mi equipo de seguridad hallaron un artefacto con más de siete kilos de material explosivo, en la vía que conduce a mi residencia familiar, en la vereda de Yolombó, en Suárez, Cauca”; y el segundo, esta semana, cuando la vicepresidenta denunció un nuevo intento en su contra, mientras se dirigía a Cacarica, en el departamento de Chocó.

Eso, sin contar que tres años antes, cuando ni soñaba con ser vicepresidenta, fue atacada a bala en la zona rural de Santander de Quilichao, cuando con Carlos Rosero y otros líderes, preparaban una reunión con el Gobierno en el marco de la Minga Nacional.

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La Vicepresidencia siempre ha sido una institución incómoda, problemática, por lo tanto, intermitente, pero no trágica. Sirve solo para reemplazar al presidente en sus faltas absolutas: muerte, renuncia aceptada, destitución decretada por sentencia, incapacidad física permanente y abandono del cargo; y por faltas temporales: licencias, enfermedad y suspensión del cargo decretada por el Senado1.

Tanto es así que, antes de los atentados contra Francia, en nuestra larga vida republicana no se habían presentado otros contra los vicepresidentes. Así como tampoco hemos tenido que lamentar el asesinato de ningún presidente en ejercicio, aun cuando sí han ocurrido atentados.

En cambio, ha sido funesta nuestra historia con los aspirantes a la presidencia. A Uribe Uribe, a Gaitán, a Pardo Leal, a Jaramillo Ossa, a Pizarro, a Galán y a Álvaro Gómez los asesinaron sin haber podido llegar a la Presidencia.

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El hecho más espeluznante en las altas cumbres del Estado ocurrió, aunque lo niegue la historia oficial, cuando el intento de asesinato de un presidente por orden de un vicepresidente. Como ocurrió cuando Bolívar se salvó por un pelo —o por una Manuelita— de la santanderista conjuración septembrina de 1828. El resultado fue que Bolívar eliminó la figura del vicepresidente, Santander fue condenado a muerte, don Simón le perdonó la vida condenándolo al destierro y dos años después moría, “espiritualmente, herido de muerte”2, a sus 47 años.

Aunque también han ocurrido casos tragicómicos, como cuando el vicepresidente José Manuel Marroquín derrocó al anciano bugueño Manuel Antonio Sanclemente, en julio de 1900, sin levantamiento de sangre, sin oposición de las tropas, sin disparos ni motines, sin el ladrido de una perrilla.

O cuando el presidente Rafael Reyes le hizo revocar por la iglesia los votos de castidad al camandulero de su vicepresidente, Ramón González Valencia, a cambio de su renuncia: “En el mejor interés del país y por los altos ideales del partido, renuncio hoy voluntariamente, ante la nación que honró y me confió este alto cargo, por las incompatibilidades entre el presidente y el vicepresidente”. Lo cierto es que poco después le correspondió renunciar a Reyes a la Presidencia y Ramón, el ‘renunciado’ fue nombrado presidente por la Asamblea Nacional Constituyente, en 1909.

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También fue notoria la renuncia de Humberto De La Calle a continuar como vicepresidente de Ernesto Samper, por “falta de credibilidad, legitimidad y capacidad de acción del Gobierno de Samper“, por el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña.

De resto, las vicepresidencias no alborotan la opinión pública. No pasó a mayores cuando el inefable vicepresidente ‘Pachito’ Santos fue acusado por Salvatore Mancuso de solicitarle la creación de un bloque paramilitar en Bogotá.

En cambio, con Francia, se ha armado una alharaca injustificada y se intensificaron los ataques mediáticos ofensivos, despreciativos y miserables porque alquiló una casa y se monta en helicóptero para ir a esta. Pese a que es obvio que velar por la vida de la vicepresidenta de cualquier país es un asunto de seguridad nacional. Por lo tanto, los vehículos de sus desplazamientos son autorizados, no por ella, sino por los encargados de su seguridad oficial y, además, por la potísima razón que aduce el abogado-poeta Sebastián Felipe: “Montar en helicóptero no es que sea tan bueno que digamos”.


1Para qué sirve el vicepresidente. El tiempo. 9 de abril de 2022.

2La noche septembrina. Vanguardia. 29 de septiembre de 2018.

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3 Comentarios

  1. Ernesto Díaz Ruiz

    Hola Pedroluis.

    Está claro que los vilipendiosos ataques a nuestra honorable y rotunda vicepresidenta, por parte de las derechas (porque hay varias, algunas asesinas), tanto las ricas y especialmente las pobres, son producto de un odio visceral, ancestral y retrógrado, por todo lo que “huela” a negro, a indígena y a pobre.
    Claro que nuestra hermosa “ex-mucama”, hoy segunda persona más importante en el gobierno, les incomoda a estas castas (¿huestes?) de miserables incapaces de ver nada que no sean sus mezquinos intereses.
    Siempre que veo este tipo de discriminación, recuerdo un pasaje de la película “Amistad” de 1997, dirigida por Steven Spielberg y que narra la revuelta a bordo de la nave de esclavos española La Amistad, en 1839, y las trágicas consecuencias del desastre.
    En ese pasaje, John Quincy Adams (Anthony Hopkins), le dice al african enjuiciado, Sengbe Pieh (Djimon Hounsou):
    “Cinque, mire. Quiero ser franco con Ud. Lo contrario sería faltarle el respeto… la tarea que nos aguarda es sumamente difícil.”
    Y este le responde: “No estaremos solos.”
    Adams le responde: “¿Solos? Claro que no. Tendremos la verdad. Tendremos la moral…”
    Cinque le interrumpe: “No hablaba de eso. Hablaba de mis antepasados. Alzaré mi voz hacia el pasado…hasta el comienzo de los tiempos… y les rogaré que vengan a ayudarme el día del juicio.
    Llegaré hasta ellos y haré que vengan. Tendrán que venir…porque en este momento soy la única razón por la que han existido.
    Al respecto, recordé que en entrevista con RTVC Noticias, la vicepresidenta se refirió a los casos de racismo que se han dado en su contra y, entre otras frases, dijo esta:
    “Yo soy la vicepresidenta y espero con el poder de Dios, de mis ancestros y ancestras, gobernar este país junto al presidente por cuatro años, como está establecido.”
    Meses antes, en un discurso de campaña dijo estas dos frases:
    “El miedo ha sido la regla en el país. Desde niña, me enseñaron a tener miedo y a sentir vergüenza de mi color de piel.”
    Así las cosas, tengo entendido que lo que tenemos es un presidente y una vicepresidenta, diferentes, honestos y frenteros, pero sensibles y comprometidos.

    Gracias Pedroluis

  2. Jose Luis, la objetividad y sencillez de tus escritos son una bocanada de frescura literaria para describir la realidad de nuestro país. A través de Ricardo nos llegan tus escritos que enriquecen el chat de grupo Vieja Guardia de residentes de Univalle. Aún recuerdo las caminatas al estanco de Melendez a comprar el blanco del Valle.

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