En la búsqueda de un trabajador diplomático

“Que siempre las buenas maneras estén presentes en nuestros líderes y no su manifestación de dominio y temor frente a sus equipos de trabajo”.

Por estos días suenan noticias relacionadas con el canciller Álvaro Leyva en el sentido de que este dé respuestas ante los congresistas de nuestro país por los nombramientos que ha realizado de embajadores y diplomáticos que, al parecer, no cumplen con los perfiles requeridos para ostentar su cargo.

Y es que obtener un nombramiento de embajador o cónsul debería ser una de las máximas distinciones que un ciudadano podría obtener en su experiencia laboral, ya que denota, como mínimo, la diplomacia como eje frontal de su actuar.

Pero ¿qué significa tener un cargo diplomático? Pues para el mundo de hoy, en nuestro país, parece vincular muy poco a la diplomacia, pues al revisar la formación y experiencia de unos y otros embajadores designados recientemente, no parecen estar cerca de esta virtud, sino del interés particular de un mandatario.

Cuando llevamos esta realidad de nuestra diplomacia al campo de las empresas u organizaciones, vemos que la historia es muy similar: empresas robustas con objetivos misionales de gran alcance y aspiraciones, en donde se supone que la diplomacia de trabajadores comprometidos debe estar presente para cumplir con dichos objetivos, por el contrario, está en manos de personas altamente capacitadas en lo técnico, pero no en su capacidad diplomática.

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Recordemos que la diplomacia no hace parte de nuestra condición humana. Es decir que esta no es innata a nosotros. Por tanto, cada uno debe establecerla como una forma de vida y ello requiere de tiempo, conocimiento y esfuerzo.

Lo fácil es decir lo que se piensa y actuar conforme a nuestros deseos; lo difícil es ser diplomático. Y lo que ocurre es que, en nuestro mundo, prolifera muy fácilmente la cultura del ‘no sea bobo y responda’ y ha quedado en la periferia la cultura de la gobernanza de las emociones o la diplomacia, que es lo mismo.

¿Cuántas veces observamos cómo nuestros jefes responden bajo el imperio de sus miedos y emociones y no bajo la rectitud de la diplomacia? ¿Cuántos de ellos actúan y se comunican por la defensa de sus intereses y no de la de sus empresas? Estas acciones pululan por doquier en nuestros centros de trabajo y ante ello tenemos dos caminos: el primero y el más común, el de camuflarnos en la cultura inmadura de la empresa y no forjarse como diplomático para responder a las exigencias actuales o, en segundo lugar, el de fortalecer la diplomacia como un camino de conducta y de vida.

Si sigues la primera opción, es muy probable que termines ‘reventándote’ por exceso de trabajo, esperando cumplir todos tus deseos. Si caminas por la segunda, por el camino de la diplomacia, si bien tendrás muchos obstáculos y envidiosos en tu camino, esta será la senda de la virtud, de las cosas bien hechas, del máximo peldaño al que un trabajador puede lograr: el de ser diplomático.

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Entonces, cuando veas a alguien en tu empresa que responde de cualquier manera, sin medir sus palabras ni sus acciones, este poco se ha humanizado, pues respondió por su mero instinto primitivo. Identifiquémoslo y, si es posible, ayudémoslo a salir de su caverna de Platón.

Si hallas a un diplomático por ahí, en las reuniones o los pasillos, este es una gran riqueza, no sólo para sí mismo sino para la organización, así que no lo dejes partir y acércate para aprender de él. Invítalo a cocrear juntos proyectos en beneficio de la organización y de sí mismos, y verás como aquel te enriquece, no solo con sus buenos oficios, sino con la pulcritud de su vida y de su alma.

Busquemos entonces a los diplomáticos para ocupar los cargos organizacionales que se requieren. Recordemos: lo fácil es poner a este o a aquel, pues tiene mucha experiencia y títulos en el cargo encima. Lo difícil es buscar a buenos técnicos, con experiencia, que tienen como hoja de presentación su diplomacia. De estos hay ya muy pocos, pero de encontrarlos, sería la mayor riqueza organizacional.

Entonces, ¿cómo iniciar el camino de la diplomacia si esta no es innata a nosotros? Pues educándote en ella. Recuerda que esta virtud debe estudiarse y practicarse.

Podría recomendarte algunas lecturas para que comiences a ser un trabajador diplomático, o sea, con carácter: Las cartas a Lucilio de Séneca puede ser un buen comienzo. Anímate con su lectura: muchas luces encontrarás para ser un mejor trabajador y ser humano.

También las empresas podrían ayudar formando a sus directivos y jefes, para comenzar, en una formación diplomática. Que siempre las buenas maneras estén presentes en nuestros líderes y no su manifestación de dominio y temor frente a sus equipos de trabajo.

*Diego Fernando Hurtado Guzmán es médico de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), especialista en gerencia de salud ocupacional y magíster en bioética de la Universidad CES (Medellín); así como expositor a nivel nacional e internacional sobre el trabajo y las humanidades. También se desempeña como docente de cátedra en varias universidades del país. Ha sido premiado con dos galardones internacionales, la Medalla de Oro Mérito Profesional, con distintivo internacional de España; y el Premio Profesor Dr. D. Rafael Ruiz Calatrava, por la Comisión de Honores y Distinciones y Recompensas de España, en 2022. Creador del blog El arte de trabajar feliz.
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