Dos miradas al pasado
Intuyo que ‘El pintor de Auschwitz’, de Jacobo Celnik, y ‘Volver la vista atrás’, de Sergio Cabrera, pueden tener mucho en común.
En días pasados leí El pintor de Auschwitz, un libro de Jacobo Celnik que es muy difícil de clasificar. Se lee como una novela, pero todo lo que allí se dice es real. Los nombres son reales, los hechos son tal cual allí se mencionan o se recuerdan. Pero no es exactamente un reportaje o una crónica, porque la trama está estructurada como si se tratar de una novela.
El autor del libro es un periodista cultural que se ha especializado en música. A su pasión inicial que es el rock británico, le ha ido sumando su gusto y conocimiento de rock argentino y también del colombiano, que quedó plasmado en su libro La causa nacional. El listado de libros de Jacobo lo completan sus entrevistas publicadas en decenas de medios escritos, y algunas de ellas están plasmadas en los libros Rockestra (junto con Andrés Durán), y Satisfaction. También es autor de Melómanos (historias de coleccionistas de discos), Los 80, volver al futuro, sobre el rock británico de esa década, y una biografía de Bob Dylan.
Puede leer: ‘El pintor de Auschwitz’, la historia de una familia judía que llegó a Colombia antes del Holocausto
Pues bien, este afiebrado melómano se puso en la tarea de indagar el el pasado de su familia. Pareciera un tema trivial y sencillo. Bastaría con preguntar o revisar algún álbum de fotografías. Pero resulta que el bisabuelo de Jacobo llegó a Colombia huyendo del antisemitismo que se había instaurado en Polonia. Y al llegar a Colombia e instalarse decidió no mencionar nada de su pasado. Y con ello sacó de la memoria familiar a sus hermanos, sus sobrinos, muchos de los cuales, al no lograr salir de Polonia, fueron atrapados por los nazis y terminaron, casi todos, asesinados en campos de concentración.
Lo que para Jacobo comenzó a mediados de los años noventa en el Colegio Colombo Hebreo de Bogotá como una exposición para la materia Historia Hebrea, muchos años después se transformó en la necesidad de saber quién era en realidad su bisabuelo, quiénes habían quedado atrapados en el horror del antisemitismo polaco y luego el holocausto nazi.
“Se lee como una novela, pero todo lo que allí se dice es real. Los nombres son reales, los hechos son tal cual allí se mencionan o se recuerdan”.
Algo que me llamó poderosamente la atención de esta obra es que, además de construir casi que de cero la historia de su familia y el origen de su apellido, es también un retrato de la vida en Polonia en los años posteriores a a la Primera Guerra Mundial, de la comunidad judía que se estableció en Bogotá y casi desde cero logró establecer negocios y oficios para sacar adelante a las familias.
Da cuenta del 9 de abril y las consecuencias que tuvo en su abuelo, pero también habla de los tiempos en que los buques atracaban en la bahía de Puerto Colombia y para llegar a Bogotá era necesario remontar el Magdalena en barco y subir en tren la cordillera desde Puerto Salgar o Girardot. Celnik es un muy buen narrador que conoce a fondo el oficio del periodismo, así que el libro, que se lee como novela, también es un texto de divulgación y una reflexión sobre lo que significa ser judío en un país con una comunidad de unos muy pocos miles de integrantes.
Lo curioso es que hace un par de días, cuando empecé a indagar en Poner la vista atrás, la última novela de Juan Gabriel Vásquez (eso pensé de manera automática) me encontré con un caso similar al de Jacobo, ya que Vásquez narra los recuerdos del cineasta Sergio Cabrera. Una conversación entre Vásquez, Cabrera y Montserrat Domínguez (subdirectora de El País, de Madrid), que se puede ver aquí:
Me ha dado a entender que el libro cuenta la vida de Sergio, pero también la de su padre, su hermana… Esa reconstrucción de la vida de la familia Cabrera me permite intuir que hay varios puntos en común entre El pintor de Auchwitz y Volver la vista atrás.
Ya encargué el libro de Vásquez, lo leeré lo más pronto posible y podré saber qué tan cierta es mi suposición de que estos dos libros tienen mucho en común.
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