Duque atrapado en una burbuja
Duque es víctima del anti-internacionalismo de la opinión pública colombiana.
Es un parto viajar al exterior como presidente de Colombia. Nunca cae bien. Los críticos lo consideran turismo oficial carente de resultados. Pero lo que no tienen en cuenta es que la política exterior se mide en meses y años, y no en días. Es una realidad, no importa qué jefe de Estado sea.
En 2015, un crítico del gobierno anterior escribió por twitter “sólo en el país del realismo trágico cuando se dispara el desorden público el presidente se va de viaje a Europa”. Hoy, Hassan Nassar es consejero de comunicaciones del presidente Iván Duque y esta probando un sorbo de su propia medicina. Duque es víctima del anti-internacionalismo de la opinión pública colombiana.3
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El presidente Iván Duque estuvo por fuera del país 43 días el año pasado y desde su posesión en agosto de 2018 hasta diciembre de 2021 realizó 44 viajes internacionales y estuvo 139 días en el extranjero. Los viajes tuvieron un valor de $3.771 millones, según reporta Presidencia. Son un cifras frías y sin contexto. Parece un juego cínico y un blanco fácil de ataques que nadie defiende y al que algunos anteponen la pregunta ¿Cuántas casas de vivienda social se podrían construir con la plata de los viajes presidenciales?
La pregunta es equivocada. Si bien Andrés Pastrana fue el presidente que más estuvo fuera del país- unos 238 días- y Juan Manuel Santos alcanzó 368 días en dos períodos, fueron épocas diferentes. Pastrana buscó el apoyo internacional para su proceso de paz y la guerra contra las Farc, simultáneamente. Santos entregó a la comunidad internacional la responsabilidad de mantener viva la legitimidad del acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. La diplomacia era fundamental para ambas presidencias. Duque cree en lo mismo: la política exterior es motor de la interna. Y no se equivoca en eso.
Si no hubiera existido el año perdido de la pandemia- 2020-, fácilmente Duque hubiera empatado con Santos y de pronto, con Pastrana. En realidad, no importa. Los viajes presidenciales son necesarios en el siglo XXI.
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Atacarlos como frívolos es una posición miope y provinciana, por decir lo menos, además de falta de visión de país. Pero el hábito de criticarlos es parte de la política nacional.
Que le quedan menos de seis meses de gobierno. ¡No viaje más!, dice un trino. En Leticia no hay gasolina. La frontera con Venezuela es tierra de nadie, dice otro. Nos dejará la más grande hiperinflación del último siglo, gritó otro.
Concéntrese en lo importante, nada de “publicar” otro libro, no más viajes al exterior, no más recibir vacunas como gran cosa, no más promesas vacías, no más contratos a amigos, reza otro trino.
Lo que si es evidente es que Duque no supo vender su política exterior. No es grave, a todo jefe de Estado le pasó esta ingratitud. Lo preocupante es que Duque cree que es infalible. Que las críticas son el resultado de una conspiración internacional. De una alianza china, rusa, nicaragüense, cubana y venezolana. Que nada es culpa nuestra sino de los otros.
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Parecería que Duque vive en una burbuja de informaciones parciales, sólo acepta las noticias buenas. Es llamativo que cada presentación de Duque arranca con la economía de la prepandemia. Ya no es aceptable semejante negación de la realidad. El Presidente se percibe perdido y sin norte.
En los tiempos del presidente Virgilio Barco, hizo eco un chiste. Se decía que el Palacio de Nariño era el triángulo de las Bermudas: entró un barco y se perdió. A Duque le pasa lo mismo. Parece desconectado con el país. Habla de una Colombia desconocida. Vive una experiencia gaseosa donde sólo entran sus amigos.
Así no se gobierna. Las críticas a sus políticas interna y externa están sustentadas. Hay que escuchar, hacerles frente y no ignorar.
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