Ecoansiedad, Petroansiedad y asuntos cárnicos
Algunas enfermedades se van, definitivamente, y pasan a la historia. Otras pocas se resisten, aunque se vuelven excepcionales. Las más de hoy son las recién llegadas, graves algunas, sí, pero hay otras que no lo son tanto y que simplemente se ponen de moda. Lo anotaba Hemingway, por allá el 10 de abril de 1920, para The Toronto Star. Escribía este nobel que antes era la apendicitis, que luego lo fueron las amígdalas y las adenoides; y que lo más reciente en la moda de ese entonces -continuaba- lo era la creencia según la cual la mayoría de los males del cuerpo provenía de la dentadura.
La literatura también ha contribuido a estas novedades. Por allá, a mediados del siglo XIX, Dumas (hijo), en La Dama de las Camelias puso a morir a Margarita Gautier de tuberculosis. Luego Thomas Mann nos endilgó en La Montaña Mágica un largo diálogo novelado coordinado por un tísico de nombre Hans Castorp. Enfermedad esa muy elegante en aquellos tiempos.
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En el mundo actual se habla de un nuevo tipo de enfermos: los que sufren de ecoansiedad. Aquí en Colombia, hoy por hoy, con los discursos reiterados del señor presidente, con su repetición sobre el criminal cambio climático, y con su pendencia -la del doctor Petro- en contra de los hidrocarburos nacionales, estamos sintiendo que además nos comienzan a agobiar otras dos: la petroansiedad y la cárnicoansiedad. Tres agobios son que me recuerdan un conocido dicho, cierto solo a medias pero que me sirve para el propósito de este artículo, sentencia que afirma que “no hay enfermedades sino enfermos.” O que no hay enfermedades sino “enfermantes”; así lo afirmo hoy, pensando en nuestro presidente, con este neologismo de mi caletre.
Ecoansiedad
Existe una realidad, que es la del calentamiento global, y la de sus muy posibles y muy graves efectos para toda la humanidad. Sin mencionar sus muy severos perjuicios macro para el futuro, solo traigo a cuento algunos de sus inmediatos: nuevas enfermedades, algunas de tipo respiratorio; lluvias, sequías, inundaciones; tormentas, huracanes, daños a viviendas y a la infraestructura; afectación a la producción de alimentos; migraciones masivas. Y, más allá, destrucción de toda la vida sobre el planeta.
El pensar en la posible devastación de toda la ecología de la tierra, les está causando a muchos de sus habitantes esto de la ecoansiedad. En especial a los indígenas y a las mujeres, que tienen una mayor sensibilidad para con la naturaleza. Pero también a los adolescentes y a los demás subsiguientes jóvenes, que llegan a convencerse de que les espera un futuro de una necro totalidad. Y a las niñas y los niños, criaturitas más impresionables a las respectivas noticias y llamamientos de la televisión.
Algunas encuestas señalan algo de esto. En el Reino Unido el 73 por ciento de los niños dice estar preocupado por el calentamiento global, y el 19 por ciento, refiere haber padecido pesadillas asociadas con este fenómeno. En España el 15 por ciento de los adolescentes reconoce que siente dificultades para concentrarse después de escuchar noticias o comentarios referentes al calentamiento global.
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Como en Colombia nuestro primer mandatario en nueve de cada diez de sus intervenciones diagnostica-y solo diagnostica- el terrorífico futuro que nos espera con esto del cambio climático, muy posible es que entremos a la lista de los países más ecoangustiados por el tema. Un caso paradigmático lo es la referencia que les hizo a las jugadoras de nuestra selección femenina de fútbol sobre el tema. ¿Qué tendrán que ver ellas con eso del calentamiento global? ¿O sería que también aludía él al calentamiento de las jugadoras antes de ingresar a la cancha? A lo mejor Luisa Agudelo ya no se concentrará tanto, y ya no atrapará tan bien la esférica después de escuchar las catastróficas admoniciones del presidente Petro.
Petroansiedad
Enfermedad que afecta solo al territorio colombiano, causada por ciertos trinos, y sobre todo por ciertas propuestas del presidente nacional. Genera temblores en el organismo de la patria eso de suspender las futuras exploraciones y explotaciones de hidrocarburos. Y además su marchitamiento adicional después de la reforma tributaria. En unos breves años no habrá petróleo ni carbón, se desplomarán nuestras exportaciones, los empréstitos públicos y privados cerrados, aquí y en el exterior. Un desplome de la estructura fiscal del Estado colombiano; y para las regalías de los departamentos y los municipios, nada. En fin, con ello igual el hundimiento de toda nuestra nacional economía.
El dólar, por ejemplo, termómetro de la tal petroansiedad, con sus crecientes alturas y vaivenes mide el contenido y la extensión de esta dolencia nacional.
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Cárnicoansiedad
Al revisar el asunto, encuentro que el ganado, con sus deposiciones, contribuye en mucho al desajuste climático. No solo contienen ellas CO2 sino metano, gas más peligroso para esto de la calefacción general del planeta. Algunos entendidos aseguran que si desapareciese hasta la última vaca, se disminuiría en un 28 por ciento la aceleración del calentamiento terráqueo. He aquí un nuevo terreno de combate, muy señero para Petro, jugándosela él en contra de las vacas y de Fedegan.
Como soy un degustador y permanente consumidor de carne vacuna, y si antes procedía yo con absoluta tranquilidad al llevar a cabo este placer permitido, ahora, cuando en casi todas sus intervenciones el presidente me recuerda, con términos apocalípticos, que eso conlleva el peligro de la extinción de la humanidad toda, cada vez que me siento ante la mesa del comedor, me siento atenazado por la cárnicoansiedad, como si estuviera en un concierto para delinquir, cómplice participando en el crimen del ecosidio total.
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Mi médico no me recomienda, a esta mi edad, volverme vegetariano y menos vegano. Me asegura que ello me ocasionaría otros peores problemas. Para curarme de estas tres ansiedades, pienso que tal vez lo mejor sería que el presidente renunciara a seguir con esto de matar nuestros hidrocarburos a golpes indiscriminados e inconscientes de hacha y martillo; y que propiciara una transición más racional hacia las energías renovables y limpias. De no ocurrir ello, creo que la opción más realista sería la renuncia del presidente Petro. Así nos curaríamos los colombianos y las colombianas, el dólar incluido, de estas tres graves ansiedades que nos crea nuestro vocinglero y alborotador primer mandatario.
Y se salvaría, más importante aún, la economía de toda Colombia.
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3 Comentarios
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Otro mas, al ECOTERRORISMO, tenemos que aguntarle ecoansiedad? mundo de machos cavernicolas, aun no han salido de los picapiedra!
Petroansiedad es lo que padecen ciertos colombianos al levantarse todas las mañanas y leer que el PRESIDENTE de colombiana por 4años es Petro y peor aún está enfermedad les puede evolucionar a petropanico con ataques de la enfermedad todos los dias