“Es necesario contar que en Colombia hay una guerra que las mayorías urbanas no reconocen”: Edson Velandia
La apuesta artística de Edson Velandia es también una apuesta política, y no porque sus letras sean de “denuncia”. Su música dialoga permanentemente con el contexto, con el humor, con lo “popular”, pero sin caer en exotismos o burlas. Velandia es uno de los artistas invitados para esta edición del Festival Estéreo Picnic.
Para Edson Velandia, aquel que piense que la música tiene que ser ajena a la política no sabe nada de qué es la política, sobre todo en un país como Colombia, donde la “gente come mierda”, como dice él, pero entiende completamente lo que está pasando.
Velandia es uno de los músicos colombianos más importantes de los últimos 15 años. Y no porque sea un “embajador de Colombia en el exterior”, porque “represente el amor y el orgullo patrios” o cualquier otro lugar común con el que se suele exaltar a los artistas del país. La importancia de Edson Velandia está en que ha sabido hablarle a Colombia dentro de Colombia de las realidades que se viven en Colombia sin caer en el panfleto y la denuncia obvia.
“Yo no estoy diciendo cosas de otro país, de otro mundo. Estoy diciendo cosas de aquí. Por eso, a mí me interesa, sobre todo, cantar aquí. Cuando quiero cantar en otros países, lo que me interesa es que me oigan los colombianos que están en otros países”, dijo Velandia a Diario Criterio.
Esta postura está lejos del chovinismo. Tampoco significa que su apuesta artística sea la de aislarse del exterior. “No es que no me interese el resto del mundo. Todo lo contrario: yo creo que la mejor manera de uno poder hablarle universalmente al mundo entero es analizando el contexto de uno inmediato, el de aquí, el del pueblo de uno”, añade.
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Edson Velandia: la música que no se puede clasificar
Se podría decir que la música de Edson Velandia es lo que algunos llamarían “de culto”, en el sentido de que si bien no convoca públicos masivos, sí tiene una base fiel que lo considera relevante políticamente. Pero esa definición se queda muy corta para definir la apuesta musical y artística de Velandia.
Hijo del también músico y humorista Germán Velandia, Edson estudió en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, donde se volvió discípulo del maestro Blas Emilio Atehortúa (1943-2020). Allí también conoció a Sergio Arias, con quien formó, a principios de este siglo, la agrupación Cabuya, que solo lanzó un álbum, Comienza el garroteo (2004), y que de alguna forma estaba adelantada a su época, en momentos en los que había una especie de fervor por la llamada “música fusión“.
De hecho, en abril de 2004, ellos se presentaron en el Primer Festival de Identidad Fusión, celebrado en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional. Sin embargo, Cabuya no se ajustaba a lo que se consideraba fusión entonces.
“Cabuya marcaba diferencias. Además de no ser una agrupación radicada en Bogotá, tampoco respondía a la instrumentación orquestal característica de gran parte de los grupos de fusión, y el componente musical de extracción tradicional o local iba más allá de la riqueza de las costas colombianas en la que muchos se encasillaron”, explica José Perilla en un artículo publicado en Radio Nacional de Colombia.
Cabuya se disolvió y Edson Velandia decidió formar un proyecto aparte llamado Velandia y la Tigra con el que ya marcaba completa distancia de la “fusión”. “Estaba cansado de mezclar porro con ‘funk’ y en verdad el término fusión ya no aplica”, dijo Edson en 2007, como bien lo cita el crítico Juan Carlos Garay en un artículo publicado en Semana.
En esos momentos ya había una especie de hartazgo hacia el tropipop, ese “género” musical que tuvo su mayor auge en medio de la seguridad democrática y estaba dominado por bogotanos que forzaban el uso de palabras como “compadre” y “parranda” en sus letras.
Junto con La Tigra, Edson se “inventó” un nuevo género, la rasqa, que demostró su interés de no dejarse clasificar en un género específico, aunque con clara influencia de la guabina, la carranga y el rock.
Once rasqas, el primer álbum de Velandia y la Tigra, lanzado en 2007, recibió muy buenas críticas y dejaba bien clara la apuesta artística y estética de Edson: su máscara de burro y sus letras llenas de humor y poesía así lo evidenciaron.
Paralelo a La Tigra, Edson siguió con otros proyectos, como sus sinfonías municipales (él había sido parte de la banda de Piedecuesta) y Sócrates, un álbum musical infantil lanzado en 2007 que, de nuevo, dice mucho de los intereses artísticos de Velandia.
Sócrates no es simplemente un disco para niños. Los niños del jardín infantil La Ronda también participaron en la composición y producción de sus canciones, y solo en una (La montaña) se escucha la voz de Edson.
“Siento que mucha música infantil subestima la comprensión. Es lo que pasa con casi toda la música masiva, que no te provoca, no te evoca nada. Apenas te complace como regalando caramelos”, dijo Edson en 2017, consultado por el portal MaguaRED.
“La propuesta de ‘Sócrates’ es justamente lo contrario: no pretende ir a los lugares comunes de los temas infantiles. Hay un reto a la creatividad, a la comprensión del oyente. Tal vez lo que necesita toda música es poesía y sospecho que el repertorio de música infantil no necesariamente explora eso”, explicó.
Después de Once rasqas siguió Superzencillo (2009), tal vez el álbum más popular de Velandia y la Tigra, con canciones como Balada, de esas que el público suele corear y dedicar. En este trabajo, se incluyó una canción que hacía parte del repertorio de Cabuya: El billetico. Sin embargo, Edson le hizo cambios radicales: dejó de lado el ritmo fiestero de la versión de Cabuya para ponerle un tono más melancólico, si se quiere. Al fin de cuentas, El billetico, como otras canciones de Edson Velandia, habla de una realidad cruda que está lejos de ser una fiesta.
“Esa canción también tiene una lectura de lo político porque, finalmente, es mostrar un retrato de la pobreza, porque están los niños trabajando en la calle”, le dijo Velandia Diario Criterio.
“Uno tiene que saber leer esa canción, porque lo está contando un niño y el niño dice: ‘mi mamá me pegó’. Pero es un niño y no alcanza a entender ni a disculpar a su mamá. Es una pobreza tan grande que hay un gran problema por 2.000 pesos”, añade.
A Superzencillo le siguieron Oh, porno! (2010) y Egippto: Reqien Rasqa Pa Cielito (2011), así como el compilado Grandes Rasqas, y Velandia y la Tigra se disolvió, aunque siguió tocando en algunas presentaciones especiales, como el Rock al Parque de 2014.
Durante ese tiempo, además, Edson Velandia siguió con otros proyectos, como la banda sonora de la película La sociedad del semáforo (2010) o la continuación de sus sinfonías municipales (un ejemplo, Jazz al Parque 2011).
La política para Edson Velandia
Después de La Tigra, empezaron a ser más visibles las participaciones de Edson en otros proyectos. Ese es el caso de La bacinilla de peltre, una ópera rasqa dirigida y escrita por él. La obra fue ganadora de la beca de dramaturgia teatral del Ministerio de Cultura en 2012 y presentada en 2015 en el Teatro Colón de Bogotá.
En esta etapa también se hizo mucho más visible su apuesta política (una apuesta que nunca estuvo ausente). Un ejemplo claro es la canción La antropología (2015), compuesta por Edson e interpretada junto con Carmelo Torres & Los Toscos. Se trata de una crítica, llena de humor, hacia la apropiación cultural, la exotización y, si se quiere, a esa música fusión de la que se apartó en el pasado: “A mí me dijo el caballero aquel/ que pa pegar había que ser raizal/ y que por eso él venía onde mí/ pa contagiarse de la tradición/ que aquí en Colombia no es la tradición/ pero en Europa sí es apetecía/ esa cultura de tribu caníbal/ que ellos no entienden cuando es natural”.
Así mismo, por esos años se conocieron otras canciones crudas, como El chulo, que fueron incluidas en el álbum El karateka (2015) y juegan con el humor negro para hablar de un país que sigue siendo muy violento. Y es que El Chulo no anda “mirando caras” porque no juzga “al muerto“, y come “paraco, guerrillero, estudiante, campesino, obrero, gamonal, líder indígena o comunal”.
“Es una lección narrativa para contar la guerra de este país, que es necesario contarla: cómo sucede, contar que en Colombia hay una guerra que la mayoría de la gente urbana no reconoce. No cree que haya una guerra. Cuando uno habla de eso, se espantan y se aburren porque creen que uno es muy dramático y muy cansón”, le explicó Edson a Diario Criterio.
“Cuando yo hago esa canción, es pensando que el chulo es un testigo de esa guerra porque ha tenido que ver los muertos y comérselos, pero no por eso es un criminal (…) Desde su mirada, puede contarnos quiénes son los muertos, quiénes son los que han caído, y pintarnos un paisaje de horror en el país”, precisó.
En esa lista entra La muerte de Jaime Garzón, lanzada inicialmente en 2014 y que narra una conversación hipotética entre Garzón y el sicario que lo asesinó en 1999. Una canción que, al final, demuestra que los verdaderos culpables nunca pagan por las atrocidades que ordenan.
“Y al final no hay humor, al final es muy triste que el sicario diga: ‘No necesitan los huevos, pa eso me tienen a yo’. Es una manera de mostrar que un sicario es un muchacho sin educación, es un muchacho también víctima, de alguna manera. Lo obligan a volverse asesino por su situación de pobreza. Y por eso el man habla así”, explicó Velandia a Diario Criterio.
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Incluso, canciones aparentemente humorísticas, como La nevera, tienen mucho de político, con frases como “ya no tenemos nada, pero tenemos nevera”. “Yo canto esa canción desde mis propias experiencias Uno, como artista, como periodista o como lo que le toque, no tiene una mirada antropológica de la vida de solamente ir a observar cómo sufren los primates, sino tiene que ser consciente, incluso si uno tiene una posición acomodada en la vida”, dice.
“La gente que tiene un poquito más de comodidad también hace parte del mierdero, también puede ser explotada y abusada, porque tiene que pagar unos impuestos que es seguro que se pierden: es una plata que se roban otros”, sostuvo Velandia.
“Es importante que esa persona acomodada reflexione sobre por qué ella sí tiene y los demás no y cómo esa reflexión debería ayudar a que eso cambie”, agregó.
“‘La nevera’ es una canción en la que estoy hablando de mi propia situación precaria, económica, en un momento de la vida en que no hay ni pa’ comer, y hay nevera, pero ¿pa qué sirve? Ahí sí uno prefiere reírse que llorar, y en el fondo, de todas maneras, no deja ser una fotografía de la pobreza que nos identifica a un montón de gente”.
Porque, eso sí, las canciones de Edson Velandia no son simplemente para escuchar, sino para dialogar. Así como La nevera invita a reflexionar, Velandia, en sus conciertos, no se limita a interpretar un repertorio, sino busca la voz de su público, que baila, canta, salta, escucha y ríe.
“En Colombia, las canciones y los bailes son nuestros rituales, nuestras ceremonias, y como tal tenemos que estar en una actitud profunda, no obstante que lo que estemos haciendo sea cómico. Eso está muy bien, porque la risa también es necesaria y es terapéutica, pero conlleva a una reflexión que nos compete, que nos es común”, aseguró Velandia.
Edson Velandia se presentará este sábado 26 de marzo en el Festival Estéreo Picnic.
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