El ‘autoplay’ es mi enemigo

En su nueva columna, Juliana Abaúnza critica la tendencia de saltarse los créditos que aparecen al final de los capítulos de una serie. Estas son sus razones.

Hacer maratones de series es, me aventuraré a especular, el pasatiempo más popular en el mundo. Que consumamos más series más rápido les conviene a las plataformas de streaming y por eso, porque han estudiado los comportamientos de visualización de usuarios, se inventaron una opción llamada autoplay. Seguro la conocen, es la encargada de que, en los tres segundos siguientes al final de un episodio, se empiece a reproducir el siguiente. “¿No tengo que levantar la mano y coger el control para seleccionar el otro episodio porque mi televisor lo hace por mí? ¡Genial!” es algo que seguro muchas personas piensan. Pero yo no. El autoplay es mi enemigo. 

Sentarse frente al televisor o computador y ver un episodio tras otro de una historia que te atrapó en un frenesí de entretenimiento es una experiencia emocionante. Es tan popular este comportamiento, que tiene un nombre: binge watching, o “darse un atracón” de series. Yo lo he hecho, claro. Cuando vi Breaking Bad por primera vez en el 2011, me clavé las primeras temporadas en menos de una semana. Lo hice también con la segunda temporada de Fleabag; en menos de 3 horas ya había terminado. Y así con muchas más series. Pero no es mi forma favorita de ver televisión. Yo soy más de ver varias series al mismo tiempo y ver un episodio (máximo dos) de cada una al día. Y, por supuesto, hay series que veo una vez a la semana, como las de HBO o Luis Miguel. 

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Pero sea como sea, una temporada en una sola noche o repartida a lo largo de un par de semanas, me gusta ver (y, sobre todo, oír) los créditos apenas termino un episodio. No estoy diciendo que mi forma de ver televisión sea la correcta y el resto del mundo está equivocado; es solo que veo con preocupación cómo el convertir al autoplay (o a su primo más malvado, el skip intro) en la opción predeterminada, las plataformas de streaming son las que dictan qué, cómo y cuánto consumimos; eso es preocupante, aunque pueda parecer algo superficial.

Creo en el poder transformador de la televisión (y del arte), también entiendo que hay cosas que no son necesariamente transformadoras y que vemos por matar tiempo. Pero deberíamos ser las personas que usamos las plataformas quienes decidamos cómo consumiremos lo que queremos consumir (así como yo puedo decidir si hoy ceno salmón o una bolsa de Doritos), y no que sea un algoritmo quien elija. 

“¿No tengo que levantar la mano y coger el control para seleccionar el otro episodio porque mi televisor lo hace por mí? ¡Genial!” es algo que seguro muchas personas piensan. Pero yo no. El autoplay es mi enemigo. 

Sí, sé que en Netflix y en Prime Video se puede desactivar, pero para hacerlo hay que entrar desde un computador y hay que rebuscar en el menú la opción para hacerlo. Porque, repito, a estas compañías no les conviene (y espero que esto no suene a teoría conspirativa, sino solo a crítica) que nos detengamos a pensar. Y detenernos a pensar es algo importante de vez en cuando. Se podría argumentar desde un punto de vista de mindfulness y conciencia plena, de estar presente en el momento. Pero, sobre todo, lo digo desde el punto de vista de fanática del entretenimiento. Hay series que necesitan pausa antes de continuar, que volteemos a comentar el episodio con la persona que está al lado, o que simplemente nos quedemos mirando al horizonte procesando lo que acabamos de ver. 

Recuerdo unos comentarios que Raphael Bob-Waksberg, el creador de BoJack Horseman, hizo hace más de un año en Twitter: “Una serie representa el trabajo cumulativo e incansable de cientos de artistas creativos que sueñan con que algún día sus nombres se encojan en una pequeña cajita para después ser interrumpidos abruptamente por un tráiler de The Witcher.

Aunque no soy la creadora de una de las series conmovedoras de la historia, como él, puedo entender su frustración. No me imagino viendo BoJack Horseman, procesando un episodio como el del funeral de la mamá o el de Sarah Lynn en el planetario, con la boca abierta y el corazón en la mano, sin poder oír completa la canción del final (“Back in the 90s I was in a very famous TV show”) porque me interrumpa el sonido de TUN TUN del episodio siguiente. 

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