‘El canto de las amapolas’ de Paula Gaitán: escuchar a la madre
Este 8 y 9 de septiembre se presenta en la Cinemateca de Bogotá ‘El canto de las amapolas’ (‘O canto das amapolas’ en su título original), la más reciente película de Paula Gaitán, y en la que la artista y cineasta colombo-brasileña asedia, en un poético viaje visual y sonoro, la memoria de su madre, la directora de teatro Dina Moscovici, pionera del teatro moderno y experimental en Colombia.
Entre el 15 de julio y el 16 de agosto de 2021, tuvimos la oportunidad extraordinaria de ver la retrospectiva de la artista y cineasta colombo-brasileña Paula Gaitán, que incluía doce películas y la videoinstalación Dos orillas, comisionada por la Cinemateca de Bogotá. Ahora, en el marco de la undécima versión de la Cita con el Cine Latinoamericano-CICLA, Paula regresa a presentar su más reciente película, El canto de las amapolas, y a reencontrarse con un público para el que hace unos años era apenas un eco, cuando no una desconocida.
¿Cuáles son las razones para que una artista de semejante dimensión haya permanecido tan en la sombra? ¿Por qué se le sigue nombrando como una cineasta brasileña a pesar de que parte de sus raíces se hunden en Colombia y que repatriar esa obra expande el horizonte sensible de lo nacional? “Su obra –escribe la investigadora Katia González– es un ensayo cinematográfico que, en su escritura personal y reflexiva, ensambla recursos plásticos, sonoros y fílmicos.” *
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Lo inclasificable de su propuesta artística puede ser una de las razones para que estas películas que navegan entre geografías afectivas, experimentos formales y un siempre delicado trabajo sobre la luz y el sonido, no hayan sido exhibidas de manera más insistente. El canon del cine colombiano y latinoamericano ha sido, hasta hace muy poco o tal vez todavía, ocupado de manera dominante por el cine de ficción. También habrá influido el machismo del medio artístico.
Con El canto de las amapolas Paula Gaitán arraiga su obra al mundo de su madre, Dina Moscovici, una brasileña de origen eslavo que fue directora teatral y traductora de obras dramatúrgicas y que en la década de 1950 tuvo una influencia determinante en el nacimiento del teatro moderno y experimental en Colombia. Moscovici fue compañera sentimental del poeta fundador de la revista Mito, Jorge Gaitán Durán, y de esa unión nació Paula, cuando la pareja vivía en París.
Analizar el alcance de esas redes intelectuales no es el propósito de este texto, y tampoco es importante para entrar al universo fílmico que propone El canto de las amapolas. La película es una conversación entre madre e hija, sin que la cámara muestre a ninguna de las dos. Vemos luces y sombras, el viento que mece las cortinas de un apartamento en Berlín (hasta allá, a esa ciudad, Paula llevó grabaciones con la voz de su madre como “material de trabajo” para una residencia artística), una mujer sentada frente a una ventana, un campo de amapolas.
Esta película se aproxima al funcionamiento de la memoria, a su fragmentación e incesante retorno mediante una mezcla de imágenes de archivo, fotografías y testimonios, blanco y negro y color. La imagen no ilustra a la palabra ni al sonido, pero tampoco se baten en duelo. El canto de las amapolas es como una caricia. La hija pregunta a la madre, la estimula y la reconviene. Lo que importa, insisto, no es la información, sino el hilo que une a las dos mujeres. La madre dice que ha contado “esta historia” muchas veces. Pero no sabemos con exactitud cuál es la historia, porque la memoria es una divagación.
En la voz de Dina Moscovici sabemos de exilios y deslocalizaciones, de idas y vueltas, de la persecución a los judíos, de esconderse y falsificarse para sobrevivir. Al final de la conversación, en su lecho de muerte, la madre dice que todo es ficción. Pero las ficciones de la madre, si es que son tales, están teñidas de verdad y necesidad afectiva, trazan un mapa de la voluntad, la persistencia y el deseo. Paula Gaitán lleva una intuición sensible hasta su límite, y la película, con su juego de variaciones y repeticiones, es también una reivindicación de la libertad de crear; Paula compone un cine que no se reduce a la anécdota sino que amplia la percepción de lo posible.
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Recientemente, muchas películas de hijas sobre madres reparan en la dimensión traumática. El cine de Paula Gaitán en general, y El canto de las amapolas en particular, se permite ir más allá del trauma, libera el relato y la historia, subordina el testimonio, contempla sonoridades e imágenes en estado de gracia. Y eso sí que hay agradecérselo.
* Tomado del texto Retrospectiva de Paula Gaitán: “Entre la piel y la piel, la luz”, escrito por Katia González y que hace parte del catálogo Retrospectivas Retrospectives 2019-2021, publicado este año, por la Cinemateca de Bogotá
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Buena crónica de esta película para verla