‘El film justifica los medios’ de Jacobo del Castillo: el cine de la revuelta
El documental de Jacobo del Castillo, que se estrena hoy, revisita el cine militante colombiano de las décadas de 1960 y 1970: un grupo de películas que es posible reivindicar no solo como una vanguardia política sino como el más claro antecedente de un cine moderno en el país. Más que un ejercicio de rememoración, es un dispositivo que incita a nuevas formas de revuelta.
Un domingo, en medio del estallido social de 2021 –y de la brutal represión que le siguió–, vi por primera vez El film justifica los medios. Fue una sacudida violenta: como un rugido que desde el pasado ofrecía líneas de sentido para entender el presente. La película documental de Jacobo del Castillo, con su mirada retrospectiva a varias décadas de resistencia política en Colombia, al archivo de la misma y a la participación del cine como aliado y también incitador de esas luchas, se recortó así sobre la silueta de unos días que vieron renacer la protesta y la rabia, pero también el miedo y la desazón.
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Desde finales de abril del año pasado –en pleno pico pandémico–, y durante las jornadas siguientes, vimos y oímos a unos medios, tradicionales y emergentes, tomar partido y alinearse a favor o en contra del Gobierno, a favor o en contra de los manifestantes. Muchos de estos medios arroparon la profunda y estructural violencia del Estado colombiano, con versiones renovadas del enemigo interno. No pocos medios emergentes, en su intento por derrumbar las mentiras oficiales, propulsaron el éxtasis del héroe sacrificado: siempre el mismo, siempre el pobre. Durante noches enteras la juventud más desvalida asistió al espectáculo autotransmitido de su propia masacre.
El film justifica los medios no es únicamente una película sobre la rebelión social y la larga duración y complejidad de su historia. Es un documental, ante todo, sobre la representación de esa revuelta por el cine político colombiano de las décadas de 1960 y 1970. En sus imágenes enardecidas, cine y realidad no aparecen como espacios compartimentados o excluyentes. No hay una frontera fija entre los hechos y su representación; lo que existen son lugares de mediación donde ambos polos, al tocarse, se afectan y transforman mutuamente.
Marta Rodríguez, la voz más potente que se escucha en el documental, habla con transparencia y claridad sobre cómo el cine moviliza cambios y no solo los registra: “Llegan dos personas extrañas –se refiera a ella misma y a su esposo Jorge Silva cuando fueron a las ladrilleras del sur de Bogotá para realizar la emblemática Chircales–, con equipos que para ellos –las personas y comunidades que filman– eran magia, completamente magia, y cambias todo. Se crea un proceso que va a cambiar todo”.
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El film justifica los medios se ordena, en un primer nivel, a partir del testimonio de tres cineastas y testigos de la efervescencia revolucionaria en las dos décadas mencionadas: el fotógrafo Carlos Sánchez, el crítico y director Carlos Álvarez, y la gran y todavía vigente documentalista Marta Rodríguez, quien no en vano acaba de estrenar su último trabajo: Camilo Torres Restrepo: el amor eficaz (codirigido con Fernando Restrepo). En el relato de cada uno, más que experiencias personales hay un retrato colectivo de época, sostenido en un rango emocional que va entre la exaltación y el desencanto.
Ellos recuerdan lo que unía a los cineastas que hicieron un puñado de películas beligerantes en términos políticos, arriesgadas y experimentales –muchas de ellas– en cuanto a lenguaje o recursos cinematográficos y muy creativas en sus estrategias de circulación. También rememoran las pequeñas o grandes desavenencias, los desacuerdos en la visión sobre qué cine era urgente hacer para lograr, precisamente, ser más eficaz.
Hoy, superados los prejuicios que heredamos las generaciones que crecimos viendo películas en las décadas de 1980 y 1990, podemos hablar de ese cine militante a la vez como una vanguardia política y como una modernidad estética. Además de los relatos de los tres cineastas, El film justifica los medios se apoya en un impactante archivo de imágenes de los trabajos que los tres cineastas –y otros más como Diego León Giraldo o Luis Ospina– realizaron, y que muestran el atrevimiento formal de buena parte de esta filmografía.
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El documental de Jacobo del Castillo emplea elementos gráficos y visuales como el uso dominante del rojo y el negro o estrategias retóricas como acudir a verbos que invitan a la acción. De este modo, el archivo se siente como algo vivo y con capacidad de trastocar lo actual.
La imagen documental trae al presente una historia vibrante y también dolorosa: las resistencias múltiples, permanentes y obstinadas han chocado una y otra vez con la violencia del poder. Revuelta y represión están trágicamente enlazadas. Pero El film justifica los medios no utiliza las evidencias históricas sobre cómo han sido sofocados los movimientos sociales para entonar una canción derrotista. Por el contrario, el deseo de cambio y de justicia emerge como una aspiración aplazada pero siempre abierta: el cambio y la justicia aún pueden ocurrir.
El documental también celebra la dimensión material –e incluso artesanal– del cine mediante un motivo visual recurrente: las películas se imponen como organismos vivos que se pueden tocar, rayar, traslapar o cuidar. El archivo no es una pieza muerta de museo sino el detonante de nuevas formas de intervenir en la realidad. Las películas del pasado son una incitación para el cine y las alteraciones que vendrán.
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