El nido

¿Qué haremos del mundo del que estamos hechos? Estamos hechos del mundo como un niño está hecho de huesos. 

¿Y a dónde ir? La respuesta debe ser: a todas partes. Al lado oculto del mundo, que no se diferencia en nada del lado visible y siempre cercano o adentro: lo que es o somos, de cualquier forma que lo llamemos: aquí, el viaje, el mar, la vida, el sueño. ¡Los nombres! 

Son sonidos. El mundo, que creemos distinto, “afuera” o “en frente”, es en realidad lo más profundo; un espacio tan adentro que nunca entenderemos del todo, ni sabremos, pero que podemos ver y sentir. Que podamos comprender la cercanía extraña entre ver y sentir; que podamos ver y sentir el mundo, vacilante, centelleante y múltiple, y a la vez, extrañamente, uno. 

Más de Andrea Mejía: La intranquilidad no encubierta del alma

La emoción que permite ver: esa es la virtud. El resto son hábitos, costumbres que a veces sirven, como implorar a la mente que esté despierta, invocar sus cualidades, sus poderes, no abatirla, que la mente esté dispuesta, presente, atenta, que viva lo que tenga que vivir, tan frágil y pequeña, parcial, imperfecta, atrapada a veces en el sopor y el cansancio de una vida individual. Pero siempre es posible volver a estar en contacto con la fluidez de la mente. La mente es una de las cualidades radiantes del mundo.

¿Y qué querer? La respuesta debe ser: lo que nos quiere, lo que nos llama y nos requiere, las órdenes que recibimos del mundo, las voces que podemos oír, complacer, hacer crecer, las direcciones desconocidas que nos llaman. 

Edward Munch, Sol.
Edward Munch, Sol.

Que tengamos oído para oírlas y humildad para obedecerlas; que no seamos aburridos, ni pretenciosos, que no hablemos ni callemos, que los dones recibidos se hagan visibles. Que no pidamos lo obvio, ni seamos antipáticos, ni pidamos nada, porque dar es más fácil que pedir, y porque dar y recibir pueden ser lo mismo. 

Siempre he creído que los buenos deseos no son cosas que pedimos sino que damos. Los buenos deseos: esta que estoy haciendo es mi lista. 

Que no nos repitamos, que la precisión no sea lo opuesto al misterio sino lo mismo, que lo implícito llame al pensamiento, en vez de anularlo como hace todo lo que es explícito; que veamos lo que tengamos que ver, en los días claros y oscuros, que veamos: la oscuridad, la luz, dos caras de lo mismo. Que nuestra obligación principal sea la de ver, la de sentir.

Puede leer: En el aire no perteneces a nadie

Que la tierra viva, que ella viva, que viva el mar, los corales, la selva; que viva nuestro deseo de que ella viva, que viva más que nuestro ruido, porque la naturaleza es el fondo real y absoluto del mundo, lo que es y será siempre. El mar que hace de nosotros islas, eso es el mundo. No es necesario un puente. Como el mundo está en nosotros, como el océano es uno, al final no hay diferencia entre un nido y el mar abierto. Edvard Munch escribió: “No nos morimos. Es el mundo el que nos abandona.”

Y está ese bello pensamiento de Flaubert: “el secreto de la felicidad consiste en ya ser feliz”. Que ya sea feliz este año, que dejemos ser en nosotros cada uno de sus días, que sea feliz todo lo que no habla y nos habita con sus propios sonidos. 

3 Comentarios

Deja un comentario

Diario Criterio