El reto es la eficacia, no la ideología
La Colombia del fracaso aún no tiene ruta de desvío. Mientras el país especula sobre su salud, el presidente Gustavo Petro prioriza la política y desdibuja su idea de cambio con infortunados nombramientos en el alto Gobierno.
No nos equivocamos quienes afirmamos que Colombia sigue en la senda de ser un Estado fallido. Sin objeción, con mejores indicadores sociales que aquel país que entre 1986 y 2002, tuvo su mayor presión. No en el ineludible control territorial, el monopolio legítimo de la fuerza, las garantías a la vida y honra de los ciudadanos y en cuanto a la generación de oportunidades económicas.
En las ciudades y el campo se vive con igual o peor zozobra que en la época dura de los carteles urbanos y el INRI de las guerrillas. La delincuencia está fuera de control y la informalidad es el germen de muchos de los males de los más vulnerables. Factores no resueltos asociados a gestión de riesgo, especialmente el riesgo climático, como el desorden urbano, la movilidad y los asentamientos de desarrollo incompleto, son iterativos, no resueltos, como sucede en cada rincón del territorio nacional desde mediados del siglo pasado. Vaya si no es cierto aquel testimonio que sugiere que nuestra única tradición son los errores.
De frente a la verdad, nada de lo que sucede actualmente es culpa de Petro, menos en poco más de un mes de gobierno. Empero, hilar delgado significaría, como muchos de sus detractores lo hacen, remontarse a la nefasta década del ochenta y rememorar al M-19 en armas. O años atrás, el estilo de liderazgo y (liviana) ejecución que a medio país le generó suspicacias tras su gestión como alcalde de Bogotá. Tal vez también el ruido soterrado del petrismo alrededor del Paro Nacional de 2021.
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La realidad que vivimos no es sino el producto de una larga tradición de gobiernos fabricados con el racero de la política antes que de la técnica. Política de la mala, la que persigue la captura de las finanzas del Estado, busca perpetuar el poder local y regional mediante arreglos clientelistas, a propósito del manejo de la chequera desde el centro. Una realidad en la que los partidos dejaron de existir como estructuras de poder y se convirtieron para su descrédito en el impulso para acceder a la contratación pública. A la postre, la mayor fuente de empleo formal en el país.
Aunque es prematuro vaticinar su fracaso, la errática línea gubernamental de este Gobierno no se explica por su interés de gobernar desde la izquierda, sino por cuenta de su excitación ideológica y las dudas que se siembran en torno a su líder. Por cierto, ¿cuándo pensará el presidente aclarar los rumores que se ciernen en torno a su salud?
Basados en la evidencia, son cuestionables varios de los nombramientos, especialmente de cara a afrontar los desafíos inmediatos del país. Celebré nombramientos de importantes referentes de unidad política y experticia en sus áreas como Alejandro Gaviria en Educación, la urbanista Catalina Velasco en Vivienda, Darío Germán Umaña en Comercio y el científico Arturo Luna en Ciencias.
No obstante, el interés que me despierta la renovación de liderazgos, vi con buenos ojos el segundo tiempo del académico José Antonio Ocampo en Hacienda. Elogié como no suelo hacerlo, la muy acertada designación de César Ferrari en Planeación, con tan mala suerte que su designación se cayó a las pocas horas por cuenta del irrefutable artículo 40 de la Constitución Política: ¿es posible equivocarse de esa manera? Espero cosas buenas del también académico Jorge Iván González.
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Sin embargo, desde mi desapasionada opinión son varios los desaciertos. El ministro de Transporte, además de su respaldo político, el prontuario de plagios que acusa; las revoluciones apresuradas que intentan implementar Iván Velásquez al frente de Defensa, en medio de una irrefrenable escalada de violencia en ciudades y zonas rurales, y Carolina Corcho, frente a lo que relativamente bien funciona el sector salud y protección social, respectivamente.
Y las cuotas de experiencia: Cecilia López queriendo dar el ‘Salto Social’ que no pudo hace 30 años atrás en Agricultura, y el activista conservador Álvaro Leyva, con el ropaje de comisionado de Paz, antes que de canciller y su romántica fantasía de paz total. Muy en línea, de hecho, con la idílica y doxástica visión que sobre la justicia tiene el ministro Osuna.
Tal vez los casos de mayor reflexión son los de Gloria Inés Ramírez en Trabajo y el desprecio que esboza en cada entrevista por los empresarios. Se posan nubarrones sobre sí cuando expone sus ideas alrededor de la generación de empleo formal. A priori, las dudas en torno a la capacidad de gestión de María Isabel Urrutia en la no menos importante agenda de Deporte. Y cómo no recordar a Irene Vélez, una completa inexperta en Minas y Energía, sector que gústenos o no, apuntala el flujo de caja en el país. Los demás ministros, por ahora, son sencillamente anodinos.
Un primer balance deja entrever que el gabinete de Petro cuenta con una carga ideológica alta, activismo antes que gerencia, un mediano equilibrio de capacidad técnica y bastante confabulación política. Símbolos y pocas certezas. Tal vez, una salida efectista para una coyuntura crítica y de transición, preocupante en todo caso, para sentar bases sólidas de cómo lograr la pacificación inmediata del país, el giro social y fomentar el desarrollo económico y productividad, entre otras agendas.
Ahora, si todo pasara por los ministros… basta con indagar cómo se han reacomodado las fichas en la mayoría de las carteras, nada menos, que de cara a la formulación del Plan Nacional de Desarrollo. Los viceministros, directores, coordinadores y demás cargos, de libre nombramiento y remoción, además de contratistas, son piezas clave de un puñado de políticos departamentales y necesariamente de los jefes de cartera. Y de las embajadas y consulados ni hablemos.
Para la muestra un botón, Mauricio Lizcano en cabeza del Departamento Administrativo de la Presidencia, quien solicitó la renuncia masiva de funcionarios procedentes del gobierno Duque. El país debe saber que se avizora la llegada de decenas de jóvenes inexperimentados, alineados a la tal primera línea, a ocupar cargos de importancia técnica, empezando por la flamante consejera para las Juventudes. ¡Qué podría salir mal!
El reto es la eficacia, no la ideología. No es retórico decir que predicar sobre la paz no logrará impulsar una cultura de convivencia, como tampoco promover el odio de clases impulsará el desarrollo económico de las regiones. Superar el Estado fallido demanda un verdadero giro en la dirección del Estado. Ninguno lo hizo previamente y me temo que Petro tampoco lo hará. Nos resta agarrarnos de la silla para cuatro años más de estallidos, polarización, inconformidades sociales. Leña de encina para avivar el fuego de la ilegitimidad política en Colombia.
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A solo un mes de gobierno del PH ya le caen rayos y centellas de todos los frentes: conservadores, ultraderecha, del mismo PH, la prensa libre e independiente y ni se diga de los medios prepagos y ultraconservadores de siempre. Colombia seguira en campaña por lo visto a costillas del PH que ha sabido dar papaya con sus aciertos y desaciertos y una lenta desilusion del tal anunciado ” cambio”. Se le unieron muy habilmente los corruptos de siempre en habiles y oportunistas volteretas. La anarquia seguira su torbellino envolvente agregandole mas combustible con todos esos grupos delincuenciales azuzados muy convenientemente por oscuras fuerzas.