El sainete del estratega, de la inteligencia superior y del que se dejó lavar el cerebro
El expresidente Álvaro Uribe, pese a que ganó cuatro elecciones presidenciales, no tuvo fortuna en la escogencia de su sucesor, como tampoco en la del sucesor de su sucesor.
En ambas oportunidades, pese a imponerlos, le fue como a perro en misa y terminó por perder su caudal político, así como su papel en la historia.
Aunque hay que reconocer que tampoco tuvo muchas opciones de donde escoger, dado que los partidos que creó no eran precisamente foros donde el debate acrisolara a sus protagonistas, sino que la obediencia y la sumisión eran el único pasaporte para la figuración y el ascenso.
Y los escogidos fueron aquellos que, con astucia y marrullería, supieron disfrazarse de uribistas para lograr sus propósitos.
Juan Manuel Santos ha sido el político más hábil de cuantos ha parido el país en los últimos dos siglos. Con ensayada y calculada obediencia se hizo escoger y elegir por la maquinaria y los votos de Uribe. Cuando ganó, le dijo, burleteramente: “Gracias al presidente Uribe, el mejor presidente de Colombia, este triunfo es suyo”. Pero hasta el más despistado de los colombianos sabía que impondría su propia agenda y jamás fungiría como subalterno del Gran Colombiano de History Channel.
Santos no podía ser títere de nadie, pues era el más burgués de los burgueses del país. Era integrante de la que fue, por muchos años, la familia más poderosa de Colombia. El régimen se sentaba en la misma poltrona donde se sentaba el dueño y director del periódico El Tiempo. Es decir, el régimen era el propio periódico. Juan Manuel desde joven fue elegido por su familia para dirigir El Tiempo y, por ahí mismo, para ocupar el solio de Bolívar. Además, para cumplir el papel de incondicional de Uribe ya le habían mandado a ‘Pachito’ Santos, el autodenominado “soldado más fiel”.
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El avezado jugador de póker tenía claro que, en los ocho años de gobierno de Uribe, este había debilitado tanto a las Farc, que esa guerrilla estaría dispuesta a iniciar un proceso de negociación. Uribe, en realidad, les había ganado la guerra, pero jamás se dio cuenta, por estar negando el conflicto armado, reduciéndolo a una pinche amenaza terrorista que debía concluir con la eliminación del último guerrillero.
El proceso de paz de Santos con las Farc fue una patada en las tales del expresidente Uribe, que le permitió obtener la máxima distinción a la que puede soñar un político en este planeta: el premio Nobel de Paz. Proceso que también originó una pelea sin reglas ni piedad entre ambos exaliados en la que el político antioqueño terminaría perdiendo.
Uribe y Santos, aunque antagónicos en sus convicciones, pertenecen a una misma feligresía: a la congregación de quienes saben infiltrarse en una iglesia contraria a su credo para obtener réditos.
Porque, aunque es verdad que Santos se le metió mañosamente al partido de La U —creado por Uribe—, y al final se le quedó con la Presidencia y con su partido, tampoco es menos cierto que Uribe también se camufló por muchos años en el Partido Liberal cuando en realidad era un godo terrateniente, camandulero y guerrerista.
También pertenece a la misma cofradía Iván Duque, quien terminó siendo, paradójicamente, el exterminador del uribismo. Duque nació, como Santos, en el seno de una familia liberal. Cuenta su mamá, doña Juliana Márquez, que de niño recitaba de memoria los discursos de Gaitán y que admiró a Galán. Después nos enteramos, por sus propios escritos, que fue serpista y le achacó al senador Uribe ser el causante de la pérdida —en Antioquia— del bigotudo candidato ante Pastrana. Además, fue mucho más atrevido y lo pintó de cuerpo entero: “Uribe es identificado como un escudero de las Convivir, es decir, como la expresión clara de la extrema derecha colombiana”.
Pero pronto, por conveniencia, traicionó sus ideales y su pensamiento socialdemócrata; se dejó lavar dócilmente el cerebro por Uribe y pasó a fungir como un buen discípulo. Dijo entonces que lo impresionó “su talante, su liderazgo, su claridad”.
Uribe lo convirtió en senador y, posteriormente, en su candidato a la Presidencia por el Centro Democrático, gracias a la ayuda de Fabio Echeverry Correa —el papá de Luigui Echeverry—, quien, desde su lecho de enfermo, convenció a Uribe de escogerlo.
Duque fue un presidente sin trayectoria, absolutamente inventado. Colombia lo conoció en la campaña presidencial. Su historial se reducía a haber sido ayudante, en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante ocho años, de Luigui Echeverry, su verdadero jefe y protector.
Duque fue un gobernante inexperto, frívolo, banal e inmaduro condenado a tener el título meramente teórico de presidente que no manejó bien la economía, que criminalizó la protesta social, que fracasó en las relaciones internacionales, pero que dejó pruebas irrefutables de conocer al detalle el número y el tamaño de los crocs de su mentor Uribe; de gustar de la compañía de cantantes y relumbrones de la farándula criolla; y de otras hazañas de similar importancia.
Duque fue un pésimo gobernante. Un inconsecuente que, en el exterior, sacaba pecho con los derechos humanos y el acuerdo de paz, mientras, en el interior, solapadamente los intentaba volver trizas. Un incoherente que se las picaba de ambientalista en el exterior y escribía libros sobre carbono cero, mientras aprobaba, internamente, el apocalíptico fracking.
El primero, el de la inteligencia superior que se la quisiera para sí el mismo rey Salomón, la luminaria que fue capaz de hacer elegir a Santos, terminó dilapidando su puesto en la historia al no parar las ejecuciones extrajudiciales de jóvenes que hacían pasar por guerrilleros caídos en combate, para recibir premios y ascensos por parte de sus superiores. Ahora lucha a brazo partido y con resultados inciertos para no ser condenado en un caso penal que él mismo empezó y que se le devolvió como un búmeran.
Hoy en día, Uribe, Santos y Duque ya son historia.
Duque, el expresidente joven con mañas de viejo, es ahora el flamante director de un programa de Iniciativa Concordia que tiene como objetivo dizque trabajar en favor del ecosistema de la Amazonía. Pero que es difícil de creerle por su trayectoria y porque en el Consejo de Liderazgo de Concordia aparecen personajes que jamás se han distinguido por ser defensores del medio ambiente como, quien lo creyera, el mismo Álvaro Uribe Vélez.
Mientras que Santos, el de mirada oblicua y hablar entrecortado, el delfín detestado por el brillo de su cuna, el traidor que hizo la paz y se ganó un premio Nobel; vive cómodo y feliz en un retiro calculado. Es aliado político del presidente Gustavo Petro y terminó demostrando que era el verdadero y auténtico estratega.
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6 Comentarios
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Correcto don Pedro. El provinciano de oscuros orígenes y nefandos apoyos, un mayordomo venido a más, perdió la partida con el oligarca cosmopolita, del London School of Economics, representante de Colombia por 10 años en Londres ante la Organización Mundial del Café. Así fue.
Muy acertado comentario que nos contextualiza de la realidad sobre los recientes gobiernos. Ellos gobernaban para sus intereses importandoles un pito las necesidades de quienes los eligieron. El “borrego” Juan Pueblo.
Veraz y veloz retrato del llamado “subpresidente”, “títere ” y otros bien merecidos motes.
Duque no solo hizo trizas la paz y la dejo sin recursos para subsistir. También hizo trizas a la educación, la cultura y el deporte.
El adefesio de la economía naranja (que es de lo que puedo hablar con propiedad por mi trabajo de años en la cultura y por que inscribí mi empresa de cine en ese Frankestein, solo para probarlo), nunca funcionó y sí abrió un enorme hueco a las finazas del pais. Sólo benefició a los mercaderes del arte y la cultura. Se “invirtieron” varios millones de dólares que nunca retornaron, de ninguna manera ni llegaron a las manos de l@s artistas o gestores.
Segun esa amarga apuesta, la cultura -que con Duque tuvo 3 ministr@s que nadie recuerda- debe ser una suerte de músculo financiero autosostenible y emprendedor, que responda ante la oferta y la demanda y el arte, de acuerdo al discurso del Gobierno Duque, solo se entiende a partir de la suma de números o, mejor dicho, de billetes.
Gracias Pedroluis por este escrito, muy acertado, como siempre.
Excelente reflexión Pedrito, y muy buen complemento el del señor Ernesto sobre el destino que en manos de Duque tuvo la cultura en este país. Saludos
Muy bien Pietro por investigar y decir la verdad , contarnos las historias como son (con pelos y señales )
El autor en un lenguaje popular, sin adornos literarios, señala a los responsables de la situación de desigualdad, de pobreza en que viven más de 18 millones de colombianos, sin que les importe su suerte, sino conservar el poder político, social y económico. La historia los juzgará para señalar su responsabilidad y su condena.