Los saludos
El fútbol cada vez pierde más espontaneidad, ya no es solo cosa del VAR.
El partido Roma-Sampdoria, válido por el torneo de la Serie A en Italia, marcó la muerte del último rasgo de espontaneidad en el fútbol. ¡Como si no la hubieran matado ya! El VAR, desgraciado adminículo alguna vez imaginado fantásticamente por Fontanarrosa, ya había hecho su aporte acabando los gritos de gol genuinos y cambiándolos por un cotejo de fuentes que permite saber si sí se grita el gol o no.
Y cuando parecía que ya era imposible eliminar mucho más el asunto de la naturalidad, apareció una de esas escenas que lapidan el discernimiento y retuercen el alma, porque se entiende que ya no hay retorno; que en cualquier momento un gol o una falta será apenas un performance digno de la lucha libre.
Neymar, por ejemplo, es de aquellos que más bien serviría en un tinglado de la WWF y que ha puesto su granito de arena en esto de la extinción de lo instintivo en el fútbol, porque siempre, al menor roce y sin que haya daño real, cae tiroteado al suelo como extra de película del Far West. A veces, solo por eso, provoca pegarle en serio para ver si haría lo mismo en circunstancias similares.
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Pero volvamos al motivo principal que termina generando esta columna enquistada en medio de la navidad. Regresemos de inmediato al Roma-Sampdoria en el Olímpico. Los equipos salen a la cancha en esta suerte de pantomima llamada “salida FIFA” en la que ambos clubes comparten el túnel y aparecen en la cancha juntos, distinto a tiempos menos postizos en los que cada cual aparecía por un vomitorio y solamente se veían las caras en el círculo central, a la hora de cantar los himnos.
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Entonces, el árbitro Piero Giacomelli cita a los dos capitanes de ambas escuadras con el fin de realizar el sorteo inicial. Se acercan al trote Mancini, el encargado de llevar la cinta en el club granate, y Ekdal, el responsable de portar la capitanía de los genoveses. Los dos futbolistas se saludan y de inmediato intercambian banderines mientras están pendientes del giro de moneda que hará Giacomelli. Nada diferente a lo que se puede ver siempre a través de la TV. Era un sorteo más. Era un saludo común y corriente pero natural.
Pero cuando Mancini y Ekdal culminaron la ceremonia de la entrega de banderines y estrecharon sus manos, apareció un sujeto ahí, tras bambalinas, a decir que si por favor se volvían a saludar que la televisión internacional no había captado el momento. Los dos futbolistas se miraron encogiéndose de hombros, se devolvieron los banderines, echaron reversa y cuando les dieron la indicación volvieron a cuadro, cambiaron los emblemas y se saludaron como si nada.
Para infortunio del que dio la orden, el primer saludo sí se había visto en la transmisión.
Ya ni saludar se va a poder sin teleprompter.
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Lo que cuenta son manes de la globalización. Importan poco los locales, la puesta en escena se hace para el resto del mundo, por aquello de la transmisión y sus millonarios derechos. Pero, esa puesta es lo de menos, lo peor y a lo que sí debiera martillar cuantas veces sea necesario es al tema Neymar y sus constantes actuaciones: ya que nada escapa a las cámaras, debiera plantearse a la FIFA y sus comisiones arbitrales, la revisión de cada caída de este payaso de circo malo, para que sea sancionado como se merece de una buena vez, al igual que todos los simuladores como el dientón Suárez. ¿Cuántos penaltis y goles han robado este par en ligas y torneos de selección? Éstos son los que han estado acabando con el espectáculo, al igual que tanta mano involuntaria, en donde los defensas más bien debieran salir con los brazos mochados antes de cada partido, como ocurrió con el gol que le dio el campeonato al Cali, hace una semana, para sólo mencionar un ejemplo.