La imperturbabilidad del alma en el trabajo

Aunque fuera por imaginación y por un breve instante, sería agradable experimentar, como trabajador, una sensación parecida a no sentirse perturbado por los avatares que ocurrieran en la empresa. Experimentar no sentirse afectado por los comentarios y acciones que nuestros jefes y compañeros de trabajo hacen a diario y que nos golpean en lo más profundo del alma.

No sentirse nunca aludido por tales palabras o acciones que pueden buscar afectarnos a propósito o, simplemente, que fueron hechas de manera desprevenida, pero igual calaron en lo profundo de nuestro ser. Poder, así mismo, ver a la cara a todos nuestros colaboradores sin el más mínimo desánimo, pues, a pesar de sus acciones, ninguno nos ha ofendido.

Creo que pensar esta situación es imposible en la actualidad, pero podría haber sido experimentada por los estoicos, aquellos seres humanos de la antigua edad griega y romana que se esforzaron, precisamente, por vivir en estado de “imperturbabilidad”.

Los estoicos y la imperturbabilidad son tan afines como lo son los trabajadores del siglo XXI y el burnout. Así, los primeros se ponen en evidencia, por ejemplo, al leer Las cartas a Lucilio de Séneca, que incluyen unas 124 cartas dirigidas a su amigo Lucilio y que son una invitación a la vida razonada, moderada e imperturbable frente a los avatares de la vida cotidiana.

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Los segundos, los trabajadores de hoy —tú, yo y nuestros compañeros— experimentamos lo contrario: un ambiente y mundo laboral en donde se fracturan con frecuencia muchos de nuestros principios naturales y leyes para una buena vida, pero sin la presencia del estoicismo en nuestros corazones, acompañados solo de su deseo cultural de trabajar para comprar y aparentar. Entonces, a estoicos y trabajadores debemos ponerlos a conversar. Que su diálogo, alejado de los afanes del mundo de hoy, hagan una pausa y conversen acerca de las premisas estoicas.

En este gran diálogo, el último gran estoico, el emperador Marco Aurelio, diría a los trabajadores de hoy algo como: “Sé como un promontorio que, sin importarte, observas cómo las olas chocan contra ti“. Pero los trabajadores responderían, frente a tal sentencia, algo como: “Es imposible. ¿A caso no observas cómo los demás me han maltratado?” Y el emperador estoico podría decir lo siguiente: “Es que no lo has trabajado”, o, como lo diría el filósofo francés Pierre Hadot, no has realizado ejercicios espirituales.

Y, así, se volvería una conversación en la cual, para el estoico, es posible gozar de la imperturbabilidad con el seguimiento de sus prácticas estoicas, así como para el trabajador moderno sería imposible no sentirse perturbado por las opiniones y comentarios de sus pares o jefes. Entonces, ¿cuál es el problema de todo esto? Pues considero que la educación actual.

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Una buena educación es fundamental para comenzar una carrera estoica. Recordemos que todos en la actualidad hemos sido educados con el ideal de estudiar y trabajar para tener un buen puesto de trabajo y gozar del estatus que ofrece visitar buenos centros comerciales para aparentar en el mundo de hoy. Bajo esta cultura, es difícil pensarse de otro modo.

Así, la educación actual, la que se imparte en muchas instituciones, no incluye el pensamiento crítico como fundamento vital de vida y que podría estar consignado en las asignaturas humanísticas. Cada vez es más frecuente el debilitamiento de las asignaturas humanísticas en los pénsum académicos modernos. Esta era, precisamente, la batalla del profesor italiano Nuccio Ordine, al cual mencioné en una columna anterior.

Así las cosas, con esta buena educación que incorpora el pensamiento crítico habría esperanza de poder lograr que los trabajadores se acercaran al humanismo que enseña, entre otras cosas, a comportarse de acuerdo con su propia naturaleza para que acudan a sus organizaciones con el temple de no dejarse permear por los comentarios y avatares del día. Que las empresas estén con la presencia de trabajadores que no se toman nada personal, pues han mejorado la forma en que interpretan lo que les está sucediendo.

Un trabajador que mejora su interpretación está en el camino de ser imperturbable y, de este modo, mejorará su rendimiento laboral y su desarrollo personal, pues puede lograr una de las principales reglas estoicas: trabajar solo en lo que depende de sí mismo y dejar lo que no a la armonía del mundo y sus dioses y la sincronía del universo.

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Así las cosas, un trabajador estoico no solo trabaja en pro del cumplimiento de los objetivos misionales de la organización; trabaja, a su vez, para sí mismo, para su propio perfeccionamiento, que es, precisamente, lo que he defendido en estas columnas.

Entonces, querido trabajador: ponte firme a adelantar este camino, el de la imperturbabilidad, y comienza la lectura de Séneca y Marco Aurelio. También podrías aproximarte a Epicteto, cuyas máximas son sencillamente espectaculares y reveladoras.

Una vida imperturbable, sin las grandes contingencias de las opiniones de los demás, puede ser parecida a la felicidad. No esperes más, comienza ya, cuanto antes, mejor.

Esta columna no fue escrita por Inteligencia Artificial (IA). Fue escrita desde la mente y el corazón de su autor, Diego Hurtado Guzmán*.

*Médico de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), especialista en gerencia de salud ocupacional y magíster en bioética de la Universidad CES (Medellín); así como expositor a nivel nacional e internacional sobre el trabajo y las humanidades. También se desempeña como docente de cátedra en varias universidades del país. Ha sido premiado con dos galardones internacionales, la Medalla de Oro Mérito Profesional con distintivo internacional de España; y el Premio Profesor Dr. D. Rafael Ruiz Calatrava, por la Comisión de Honores y Distinciones y Recompensas de España, en 2022. Creador del blog ‘El arte de trabajar feliz’. Sígalo en Facebook e Instagram. Correo electrónico: [email protected].
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