Aprender de las equivocaciones

Los diálogos entre el Gobierno y el ELN tienen enemigos y muchos de ellos tienen amplio acceso a los medios de comunicación. Hay que aprender a aprender de las equivocaciones.

El 19 de diciembre del año pasado, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) dio a conocer su decisión de hacer un cese temporal y unilateral de acciones militares ofensivas. Una mujer, acompañada por otras seis personas, leyó el respectivo comunicado. Todas ellas estaban uniformadas y portaban distintivos de esa agrupación guerrillera. 

Como el cese era de carácter temporal, esa guerrilla se comprometió a suspender sus ataques a tropas e instalaciones militares entre el 24 de diciembre de 2022 y el 2 de enero de 2023. El comunicado decía, también, que se defendería en caso de que se le atacara. 

 equivocaciones César Torres. ELN declara cese al fuego por Navidad 2022.
ELN declara cese al fuego por la Navidad de 2022. | Foto: captura de pantalla.

Dado que la suspensión de ataques militares fue una decisión unilateral de la insurgencia, el Estado no estaba obligado a paralizar sus actividades de persecución contra el ELN. Sin embargo, la misma comunicación guerrillera decía: “estas acciones del ELN por un mejor ambiente para Colombia requieren correspondencia de parte de las Fuerzas Armadas y de Policía, que deberían actuar en sintonía con las políticas del nuevo Gobierno”.

El 31 de diciembre, el Gobierno nacional expidió el decreto 2657, que definía el cese al fuego bilateral, temporal en todo el territorio nacional, con esa guerrilla. Dicha suspensión de hostilidades tendría una vigencia de seis meses, contados a partir del 1 de enero de 2023. 

Tres días después, el ELN dijo que no había acuerdo para un cese de esas características y que, de hecho, tal asunto aún no se había discutido en la mesa diálogo que hay entre el Gobierno y la insurgencia.

En menos de 72 horas, el Gobierno, mediante el ministro del Interior y el jefe de su delegación en los diálogos de paz, aceptó que no había acuerdo al respecto y suspendió las medidas contempladas en el decreto mencionado.

Esta situación dividió opiniones.

Algunas personas dijeron que la insurgencia había hecho un desplante al Gobierno y que eso ponía en crisis su diálogo ya comenzado. Otras entendieron y publicaron que todo se debe a la supuesta división en las filas guerrilleras, jamás comprobada, y que, mientras un sector pactaba con el Gobierno, el otro no acataba lo pactado. 

Hubo analistas que pusieron el peso de la responsabilidad en el Gobierno, en particular en el presidente Petro. Algunos lo acusaron de anunciar mentiras y otros, de arriesgar la confianza ciudadana en las conversaciones por legislar más con el deseo que ateniéndose a la realidad de lo acordado con ese grupo guerrillero.

Pero, además de buscar culpables y hacer juicios de responsabilidad, también puede hacerse una lista corta de lecciones aprendidas.

Para empezar, este incidente nos muestra que las partes pueden cometer errores y tienen la posibilidad de rectificarlos, si toman la decisión de decir la verdad. 

En este caso, me parece que el Gobierno pretendió dar una muestra de reciprocidad con la guerrilla que ya cumplía a pie juntillas el cese al fuego unilateral que había decidido hacía más de una semana. El del Gobierno fue un gesto loable que se presentó ante la opinión pública como si fuera un acuerdo con la contraparte. Esta reaccionó correctamente señalando que no había nada pactado al respecto y el Gobierno acertó al aceptar que, efectivamente, no se había acordado dicho tipo de suspensión de hostilidades.

También puede aprenderse que muchas de las personas que hacen seguimiento y evaluación permanente a estos diálogos no simpatizan con la idea de finalizar el conflicto armado mediante la negociación política. Ellas aprovechan el mínimo descuido o imprecisión para “demostrar” la inviabilidad de dichas conversaciones y la necesidad de seguir en estas guerras de todos contra todos.

En la situación que estoy comentando, esas personas intentaron deslegitimar el proceso desprestigiando a ambas partes negociadoras. Y, como ni el Gobierno, ni el ELN respondieron con suficiente rapidez los rumores y las mentiras que se tejieron alrededor del incidente, estas se multiplicaron, velozmente, en radio, prensa y televisión.  

Hay que aprender, pues, que los diálogos entre el Gobierno y el ELN tienen enemigos y que muchos de ellos tienen amplio acceso a los medios de comunicación.

Así las cosas, a la ciudadanía favorable al diálogo entre el Estado y el ELN y a las comunidades más directamente afectadas por la guerra les va a tocar aprender a hacer pedagogía. Se van a ver obligadas a aprender y a enseñar acerca de las ventajas que tendría Colombia si supera el conflicto armado.

Podrán mostrar, por ejemplo, las riquezas que se pueden encontrar, producir y comercializar en los municipios que actualmente se perjudican con la presencia de los actores y los grupos armados. También, aprender y enseñar acerca de las variadas formas de buen vivir, vivir bueno y vivir sabroso que hay en las comunidades que hoy padecen los efectos de esa guerra. 

Además, para enfrentar los chismes y las noticias falsas con las que se pretende imposibilitar el diálogo entre el Estado y el ELN, tendrán que desarrollar campañas de divulgación de lo que realmente sucede en la mesa de conversaciones. Tendrán que aprender a difundir, de manera clara y sencilla, los avances que se van logrando, las dificultades que hay en cada momento, los obstáculos que se presentan para lograr acuerdos.  

Sobre todo, tenemos que aprender a aprender de las equivocaciones.

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