En medio de la vida

¿Qué piensas hacer con tu vida, con tu valiosa y hermosa vida, ahora que estás en medio de ella?”. Ahora disponible en audio.

En un poema de 1955, En medio de la vida, Tadeusz Rozewicz, un poeta polaco de una simplicidad radical, reconoce las cosas cercanas que se han perdido, en parte por estar tan cerca, en parte porque el mundo ha dado un vuelco. Rozewicz ve las cosas a través del poema para volver a situarse y a orientarse gracias a ellas en medio de la vida.

Dante sabía que estar en medio de la vida es estar al inicio de un viaje asombroso. Pero lo que ve Rozewicz es mucho más sencillo que las visiones terroríficas de Dante. Ve una mesa, sobre la mesa está el pan, hay un cuchillo para cortar el pan, una ventana, las flores blancas de un manzano. En medio de las cosas familiares que se han vuelto extrañas podemos tal vez ver aparecer a otro ser humano que esté cerca de nosotros. En el caso de Rozewicz, ese ser humano es su padre: “mi padre arranca una manzana / el hombre que arranca una manzana / es mi padre”.

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Hace poco, un amigo me dijo que mucha gente se muere antes de los 44 años porque no logra cruzar ese umbral que está en medio de la vida. Puede que ese cruce se dé a una cierta edad, más o menos en la mitad de lo que se espera que dure una vida humana venturosa. Pero a lo mejor se da siempre. Siempre estamos, justo como en este momento, en medio de la vida. En medio de la vida está un niño y también una anciana. Y puede que también los muertos estén en medio de la vida, junto a nosotros, dictándonos las cosas que debemos escribir, diciéndonos las cosas que tenemos que hacer. A esos muertos les debemos estar vivos.

El poema de Rozewicz fue escrito “después del fin del mundo / después de la muerte”, y no solo una muerte personal, sino una muerte histórica y colectiva: la que vino después de la guerra y del holocausto.

El poema de Rozewicz fue escrito “después del fin del mundo / después de la muerte”, y no solo una muerte personal, sino una muerte histórica y colectiva: la que vino después de la guerra y del holocausto. Es la posibilidad de volver a las palabras después de la imposibilidad de escribir poesía, una imposibilidad de la que Rozewicz se hizo cargo escribiendo, como otros poetas polacos. Cada uno lo hizo como pudo. En 1945, con 24 años, Rozewicz sale de los bosques que ampararon las cuadrillas de la resistencia polaca para decir: “busco un profesor y un maestro / que pueda restaurar mi vista, mi oído, mi palabra / que pueda nombrar otra vez los objetos y las ideas / que pueda separar la oscuridad de la luz”. En el poema de 1955 la culpa por sobrevivir y el trastorno se han transformado quizá en asombro y gratitud: “la vida humana es importante / la vida humana es de gran importancia / el valor de la vida / es mayor que el valor de todas las cosas que el ser humano ha creado / el ser humano es un gran tesoro / repetía obstinadamente”. Por supuesto, sentimos la duda inmensa que hay ahí, porque es el ser humano el que ha destruido la vida de otros seres vivos, es decir la propia, porque solo hay una vida.

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El poema está lleno de duda, pero no de ironía. La ironía es una forma que tenemos de protegernos de la duda y de olvidarla. La duda en cambio nos hace vulnerables, y es porque somos vulnerables que podemos amar. ¿Qué maestro encontró Rozewicz en esos diez años que separan los dos poemas que cito?  Probablemente ninguno. Pero son sobre todo los muertos los que nos dicen: la vida es importante, tu vida es un tesoro. Ahora mismo, en este poema escrito por alguien que ya está muerto, podríamos oír esta pregunta: dime, ¿qué piensas hacer con tu vida, con tu valiosa y hermosa vida, ahora que estás en medio de ella?

En medio de nuestra vida podemos sentarnos, tomar agua y pensar en la vida que esa agua hizo brotar hace millones de años. Podemos pensar en ese encuentro extraordinario entre nuestra vida que viene del agua y el agua que la sostiene y la rodea.

¿Y qué podemos hacer? Tampoco hay que hacer tanto. Según los ratos, podemos amar a los vivos o hablar con los muertos. Podemos también amar las cosas que están vivas, como el sol o como el agua: “esto es agua, dije /acariciaba sus ondas con mi mano / y hablaba con el río / agua, dije /agua buena / soy yo”.

En medio de nuestra vida podemos sentarnos, tomar agua y pensar en la vida que esa agua hizo brotar hace millones de años. Podemos pensar en ese encuentro extraordinario entre nuestra vida que viene del agua y el agua que la sostiene y la rodea. Si nos atrevemos un poco y no hay nadie cerca, podemos hablarle al agua, pedirle que nos reconozca. Los humanos hacemos cosas mucho peores que hablar con el agua. Y además, lo hace un buen poema, y lo que hacen los buenos poemas está bien hecho.

7 Comentarios

  1. Felicitaciones y agradecimientos a CRITERIO por hacer posible de nuevo deleitarnos con columnas como la de Andrea, a quien también le enviamos nuestro agradecimiento y admiración!!

  2. Un trozo de prosa escalofriantemente hermoso, que viene y nos despierta como aguas de mayo para sacudirnos el polvo y el olvido que nos dejó la pandemia… Pero no sólo esta pandemia inédita nos devora , sino aquella menos visible, aquella que nos acecha desde que nacemos, aquella de aguas cómodas y mansas en la cual nos sumergimos hasta ahogarnos, en vez de aprender a hablarle al agua!

    A Andrea Mejia mil felicitaciones por deleitarnos con sus hermosas reflexiones!!!

  3. Nathalia Delgado Osorio

    Una lectura fascinante y como siempre tranquilizadora. Gracias Andrea por dejarnos encontrar tus letras nuevamente.

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