“Hay que fusionar el trabajo del Museo y el Centro de Memoria con el legado de la Comisión de la Verdad”

Diario Criterio habló con Alejandro Castillejo, el encargado de dirigir el volumen de testimonios del informe final de la Comisión de la Verdad, sobre las enseñanzas que le dejó su trabajo y sobre qué hacer con esta y otras investigaciones sobre la memoria histórica en Colombia.

Diario Criterio: ¿Qué piensa de la polémica que se generó por el anuncio del nuevo ministro de Educación, Alejandro Gaviria, de abrirle las puertas de las escuelas y colegios públicos al informe de la Comisión de la Verdad?

Alejando Castillejo: Me parece fundamental que eso ocurra, porque el trabajo de una Comisión de la Verdad, como institución, debe alimentar el currículum de historia de las escuelas, colegios y universidades, y debe aportar tanto a la reflexión sobre la necesidad de tener un país en paz como a la construcción de la memoria, de una memoria colectiva y nacional. Ahora bien, para llegar a los niños, niñas y jóvenes es importante entender que esto va más allá de una transferencia de información. Esto debe ser parte de una pedagogía más avanzada, con una mayor interacción. 

En contexto: Lea aquí Cuando los pájaros no cantaban, el volumen testimonial del informe final de la Comisión de la Verdad

Diario Criterio: Este anuncio generó críticas de varios sectores, especialmente de derecha, que acusan a la Comisión de la Verdad de ser parcializada. Pero, al mismo tiempo, hay otra polémica en la que otros sectores más cercanos al centro o a la izquierda han criticado fuertemente las posturas negacionistas o revisionistas del Centro Nacional de Memoria Histórica, especialmente de su exdirector. ¿Qué opina sobre este choque de verdades y memorias?

A.C.: Tras mi trabajo en la edición del volumen testimonial de la Comisión de la Verdad, Cuando los pájaros no cantaban, emergen varias reflexiones en torno al tema de la memoria. Lo primero: reconocer que, durante los últimos años, ha habido una verdadera ola revisionista en América Latina que demuestra que el campo de la memoria es un campo aún no definido y, por el contrario, es un punto de confrontación y de debate. Es un campo político. Lo segundo: creíamos que con la estatización de la memoria, es decir, con la conversión de la memoria en una o varias instituciones del Estado, habíamos resuelto el asunto del revisionismo histórico, pero eso tampoco es cierto ni sirvió de vacuna para el negacionismo. Y lo tercero: esta institucionalidad depende mucho de las perspectivas de los funcionarios que están al mando de esas instituciones.

Diario Criterio: ¿Qué otras lecciones deja el trabajo de la Comisión de la Verdad, especialmente el libro de memorias que usted lideró?

A.C.: Creo que en Colombia, como en el resto del continente, hay que renovar la discusión sobre la memoria social, la memoria colectiva y la memoria cultural, en la medida en que dichas memorias tienen que encontrar una convivencia narrativa. Eso fue lo que se hizo en el volumen de testimonios, que no es ni sintético ni de resumen, sino que permite que coexistan y cohabiten una serie de relatos, de experiencias de vida ocurridas durante varios ciclos de violencia, en función de la verdad.

Alejandro Castillejo Cuéllar se encargó de reunir, en un libro de más de 500 páginas, testimonios que hacen parte del informe final de la Comisión de la Verdad
Alejandro Castillejo Cuéllar se encargó de reunir, en un libro de más de 500 páginas, testimonios que hacen parte del informe final de la Comisión de la Verdad

Diario Criterio: Pero, ¿eso en qué se diferencia de otros trabajos, como el famoso libro de monseñor Guzmán La Violencia en Colombia, de los años sesenta, del siglo pasado?  

A.C.: El volumen se situó en la vida cotidiana de los seres humanos, en los lenguajes del dolor y de la esperanza; recoge el sufrimiento sin centrarse solo en el hecho traumático. No reproduce tampoco una lógica ni una estética de lo grotesco ni lo violento. Estamos hablando de un tejido de historias y conexiones distinto. Ahí hay una propuesta y un programa de memoria histórica; hay una intención de mostrar todo eso. 

Diario Criterio: ¿Qué resaltaría del resto del trabajo de la Comisión de la Verdad?

A.C.: En el continente necesitamos, y lo digo de manera autocrítica, renovar lo que se ha hecho en el campo de la memoria, en la medida en que se ha centrado en cierto tipo de eventos. Por mi experiencia, creo que las violencias estructurales, que son sistémicas y continuas, no han sido trabajadas a fondo. Hay que mirar el significado y las consecuencias en nuestra historia de otros procesos; hacer una reflexión sobre los momentos o periodos de transición; sobre lo que se recuerda o no se dijo en lo que hicieron las comisiones, o en lo que invisibilizaron. Desde hace tiempo estamos en la necesidad de una conversación más profunda, mucho más plural, sobre el significado de las violencias y sus memorias, incluso más allá de las violencias sobre los cuerpos de los seres humanos

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Diario Criterio: ¿Qué debe hacerse entonces con el trabajo de la Comisión de la Verdad y con el que han hecho otras instituciones o grupos de investigación, las universidades, etcétera?

A.C.: Ese es el reto: hay que recoger lo que se ha hecho en el campo de la memoria en las últimas décadas y articular una especie de relato nacional que implique la pluralidad y la polifonía de voces. Esa sería una respuesta a la coyuntura política y a la transición que se avecina. El Centro Nacional de Memoria Histórica, la Comisión de la Verdad y el Museo de la Memoria, más que un trabajo meramente administrativo con tres maneras de ver el pasado —especialmente el violento—, deberían trabajar en ese sentido.

Diario Criterio: ¿Está usted planteando fusionar las tres instituciones?

A.C.: No. Lo que creo es que, por lo menos, tiene que haber una reflexión sobre los temas de memoria e historia que solo es posible cuando se ven estas instituciones y sus trabajos de forma integral. 

Comisión de la Verdad
El padre Francisco de Roux, en la presentación del informe de la Comisión de la Verdad

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