La historia secreta del esmeraldero, colaborador estrella de la DEA, asesinado en Bogotá (1)
Dos asesinatos, ocurridos en los últimos meses en Bogotá han esparcido una sombra de temor, desconfianza e incertidumbre en el complejo sector de las esmeraldas. Esa misma estela se siente en Boyacá, Meta, Casanare y hasta en el centro de operaciones de la DEA.
El primero ocurrió en el corazón de la capital, donde funcionan importantes entidades públicas, y dejó en evidencia que una nueva guerra verde por el control del negocio está en marcha. Lo preocupante es que en este conflictivo sector podría entrar un nuevo y poderoso jugador: el Clan del Golfo.
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El 11 de marzo de 2021, en un parqueadero de la calle 17 con carrera quinta, a dos cuadras de la Procuraduría General, del Banco de la República y otras entidades públicas, un sicario que salió de un vehículo Spark rojo asesinó a Jorge Enrique Gómez y a uno de sus escoltas. Tras cometer el crimen, huyó. El video de lo ocurrido fue ampliamente difundido en los medios de comunicación y redes sociales.
Gómez fue presentado como un comerciante de esas piedras preciosas y cercano al fallecido zar de las esmeraldas Víctor Carranza, de sus herederos y de otros empresarios, como Hernando Sánchez. Lo que pocos sabían es que este bogotano, de 40 años, era un importante colaborador de la DEA que había jugado un papel fundamental en desvelar y desvertebrar todo el clan de la familia Rincón, la misma que se había consolidado como un contrapoder a los viejos capos de las esmeraldas, pero también, como lo demostrarían las autoridades, del narcotráfico y otras acciones criminales.
Pedro Rincón, conocido como Pedro Orejas, junto a sus hermanos Omar, Gilberto y su cuñado Horacio Triana, fueron capturados y extraditados en 2018 a Estados Unidos, donde los acusaron de narcotráfico y lavado de activos. Pedro Rincón obtuvo una condena, en marzo de 2020, de 235 meses de prisión (19 años y medio) por conspiración para enviar cocaína a Estados Unidos entre 2002 y 2015, junto a estos familiares y otras personas. Triana, quien se autodenominaba el nuevo zar de las esmeraldas, recibió 14 años y medio de cárcel en esa nación y cinco más bajo libertad bajo vigilancia. En Colombia también tienen procesos por narcotráfico, paramilitarismo y nexos con oficinas sicariales de cobro.
De acuerdo con el expediente, esta organización tenía unos diez laboratorios de cocaína en la zona esmeraldera, que producían y enviaban la droga hacia República Dominicana, Haití, México y Venezuela, para su posterior reenvío a Estados Unidos y Europa. El negocio de las esmeraldas era perfecto para justificar y lavar el dinero ilícito, que supieron manejar al punto de que a la DEA le tomó más de diez años identificar la forma como el clan Rincón estaba involucrado en el negocio de las drogas.
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Las extinciones del clan Rincón ya superan los dos billones de pesos y, según estimativos de la DEA, es una de las más grandes en la historia de la lucha contra los carteles y mafias del narcotráfico. Justo ahí aparece el nombre Jorge Gómez, asesinado en el centro de Bogotá, ya que él dio información clave a la agencia estadounidense y a la Policía durante más de cinco años para ayudarles a armar el rompecabezas criminal.
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La muerte del patrón
El segundo crimen que tiene consternados, preocupados y temerosos a varios sectores, además de las esmeraldas, fue el de Luis Caicedo Velandia, alias Don Lucho, ocurrido a plena luz del día en el concurrido barrio Pablo Sexto, junto a un abogado con el que hablaba tranquilamente.
En 2010, Caicedo fue detenido en Argentina, país donde se había establecido, y enviado a Estados Unidos, donde pagó una condena de diez años de prisión. Al parecer, dentro de las negociaciones, aceptó entregar más de 110 millones de dólares.
Caicedo era considerado por la DEA y las autoridades colombianas como el verdadero jefe del temido narco Daniel ‘el Loco’ Barrera, junto a otros socios como Claudio Javier Silva Otálora alias el Patrón y Julio Alberto Lozano Pirateque, según lo reveló en su momento El Espectador. A esta organización criminal se le acusó de ser proveedor de drogas de los carteles de los Beltrán Leyva y Sinaloa, “responsables del 42 por ciento de la cocaína que ha entrado a EE.UU. desde 2003”.
Por su parte, Lozano se entregó a las autoridades estadounidenses en 2010 y fue condenado por traficar y lavar más de 10.500 millones de dólares. El entonces director de la Policía, general Óscar Naranjo, denunció que “dineros se colaron al club Independiente Santa Fe, bienes en edificios exclusivos de Bogotá, Melgar, Girardot, Zipaquirá, Guateque y Somondoco (Boyacá). También participó en sociedades como Inversiones Los Canelos, Emerald Imperium o Distribuciones AM & JL. Pero lo que más llamó la atención de los investigadores fue sus nexos como accionista de las firmas Mineros de Muzo y Esmeracol”. Pese a esto, nada pasó en la justicia, y ahora vienen a ser relevantes en esta nueva guerra verde.
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Caicedo, tras pagar la condena, había regresado al país hacía menos de un año y había empezado, junto con otros socios, a reordenar sus negocios, entre ellos, su participación en varias empresas, minas de esmeraldas, haciendas y hasta compañías de transporte y puertos. Las presiones y “la pedida de cuentas”, como lo advirtieron agentes de la Policía y la DEA, habían generado tensiones incluso en el fútbol, en especial, en un equipo de Bogotá como Santa Fe. Curiosamente, días antes de su asesinato, Caicedo había estado compartiendo con los jugadores de ese equipo en un entrenamiento.
Caicedo, que nunca apareció en los afiches de los más buscados gracias al poder que, al parecer, ejercía en los organismos de control y de seguridad del Estado, fue uno de los ‘narcos’ más poderosos de Colombia. Por eso, que alguien se hubiera atrevido a mandar a asesinar el capo de capos le dejó claro a la DEA que algo grave está pasando, en especial en las esmeraldas, donde hay empresas muy respetadas de Estados Unidos y Canadá.
Aunque estos dos crímenes no son los únicos que han ocurrido en el último año en este negocio, la DEA monitorea de cerca los hechos recientes con el fin de terminar la tarea que empezaron hace más de diez años de erradicar la presencia del narcotráfico y lavado de activos de las esmeraldas. Difícil y ardua tarea…
La ficha de la DEA
Jorge Enrique Gómez se movía con una gran habilidad y astucia dentro del mundo de las esmeraldas. Llegó, muy joven, de la mano de un familiar, al grupo de Luis Murcia Chaparro, alias el Pequinés (asesinado en 2014), y sus hermanos, cuya familia había librado la mítica guerra verde, junto al Ganso Ariza, en contra de Gilberto Molina y Víctor Carranza.
Esa guerra a muerte, entre patrones de patrones, dejó cientos de muertos y desaparecidos, muchos de ellos enterrados en los socavones o descuartizados en los ríos. Como lo relató Víctor Carranza en una entrevista aún inédita, la plata se fue en la guerra y, al final, cada piedra que salía de las minas tenía un nombre propio: el precio para ser asesinado. La guerra prácticamente se acabó cuando Molina fue asesinado, junto con su socio Pedro Cárdenas y 16 de sus guardaespaldas, en un ataque perpetrado por un comando armado en Sasaima, en febrero de 1989.
Lo grave para la zona —y el país— es que en medio de esa guerra también apareció el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mejicano, quien decidió tomarse a sangre y fuego la zona. Al final, Carranza y otros viejos patrones, antes enemigos, se aliaron para derrotarlo. Todo se selló con un acuerdo de paz, avalado por la Iglesia, a comienzos de los años 90, que medianamente se respetó. Justo en esa transición fue que llegó Gómez al mundo de las esmeraldas.
La nueva guerra de esmeralderos
La relativa tranquilidad y prosperidad que la paz verde trajo se rompió a finales de los años 90 y principios del nuevo siglo, según lo han relatado varios protagonistas en medio de las investigaciones judiciales. Esto, porque las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) decidieron entrar a la zona esmeraldera de Boyacá, de la mano del clan Rincón, y usar ese negocio para camuflarlo con el del narcotráfico.
La punta de lanza fue Yesid Nieto, un hombre que se presentó como el representante de una nueva generación de esmeralderos, modernos y globales. Él mismo se llamó: el nuevo zar de las esmeraldas.
En realidad, Nieto no era más que el testaferro y representante de Freddy Rendón, el Alemán, y Diego Fernando Murillo, alias don Berna, en la zona.
“Fui a un estadero, en donde estaban los Rincón, Yesid Nieto y otros empresarios, acompañados de varios paramilitares, como don Berna. Nos dijeron que ellos iban a estar en la zona, que iban a garantizar la seguridad, para que les colaboráramos. Yo, de inmediato, dije que no sabía quiénes eran, que la zona estaba segura por las fuerzas armadas y que no contaran conmigo”, dijo Carranza, hace años, en una entrevista aún inédita.
Lo cierto es que este grupo les planteó una guerra de baja intensidad a Carranza y demás patrones. Pero en vez de irse a la guerra, el zar de las esmeraldas decidió que la libraría del lado y aliado con las autoridades nacionales, y posteriormente, con las gringas, pues de hecho, ya para la época había vendido una de sus minas y empresa a una minera de Estados Unidos.
Y es en esa estrategia donde entró en juego Jorge Gómez, quien para ese tiempo y gracias a sus habilidades había forjado una relación de confianza con Carranza y su familia, y con Hernando Sánchez, que sobrevivió en octubre de 2012 a un atentado en la zona rosa de Bogotá. Atentado, que como lo demostraría la justicia, fue ordenado por Horacio Triana, miembro del clan Rincón.
Jorge Enrique Gómez jugó un papel, no muy claro ni conocido, al lado de Carranza y sus socios, en infiltrar la organización de los Rincón y sus socios, y recoger información que entregó hace unos seis años a la DEA.
“Nosotros llevábamos más de diez años detrás del Clan Rincón, pero solo pudimos entenderlo y completar todas las piezas cuando Gómez empezó a colaborar con la DEA y las autoridades colombianas adjuntas. Sin él, nos hubiera tomado otros diez años o más hacer lo que hicimos. Por eso, su asesinato nos duele y nos preocupa, más cuando sabemos que su caso está dormido en un anaquel de la Fiscalía”, dijo un oficial de la Policía colombiana que trabaja con la DEA.
Pese a ser una ficha clave, Gómez solo fue identificado hace unos meses, pues siempre mantuvo un muy bajo perfil, usaba varios alias y las reuniones con las autoridades las hacía en lugares muy discretos.
“Se le puso un precio de 2.000 millones de pesos a su cabeza, no solo por su papel con la DEA y las autoridades colombianas, sino porque al quitarlo del camino, era claro que los herederos de Víctor Carranza, así como las familias Sánchez, Molina y Murcia, entre otras, se quedaban tal vez sin su mejor alfil”, dijo un miembro de la Policía y enlace con la DEA que trabajó con él durante varios años.
Ahora, a los agentes e investigadores les interesa no solo seguir desvertebrando al narcotráfico dentro del mundo de las esmeraldas, sino que la Fiscalía y las autoridades investiguen la muerte de Jorge Gómez y se haga justicia.
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Y el capo de capos, el matarife, paraco mafioso y criminal narco#82, para cuando su captura y extradición para los Estados Unidos?