De la excelencia laboral
Grandes empresas que ostentan con orgullo su estandarte de “excelencia” entre sus valores corporativos tienen a sus equipos de colaboradores ‘quemados’, con la presión de más trabajo y poca deliberación.
No quisiera ir en contra de estas verdades que nos ocupan a diario a nosotros los trabajadores de las empresas. Y es que el tema de la excelencia puede ser de esos que se dan por sentado en nuestra vida diaria, pero, cosa extraña, pareciera que está en contra de nuestra naturaleza.
Se nos exige de manera permanente ser excelentes en todo: que cada tarea se haga al unísono, sin cuestionar, de manera rápida y diligente, con una garantía de éxito final indiscutible. Eso sí: si algo sale mal, pues tú tienes la culpa por haber planeado erróneamente o, simplemente, por no haberte anticipado al fracaso.
Y así, mucho esfuerzo se pierde en estos proyectos construidos en las organizaciones desde la rapidez de la excelencia y no desde la verdad.
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La excelencia, en consecuencia, pareciera no estar muy acorde con nuestra biología, ya que se nos exige no fallar y ser precisos en las actividades que emprendemos. Pero, para ello, necesitamos alejarnos de nuestra humanidad, pues nuestras equivocaciones, miedos y errores —algo que pertenece a nuestra condición humana— no se sincronizan con las exigencias laborales.
Claro está. No es que la excelencia, por sí sola, sea mala. No. Es que a esta se le pone un manto de ‘crueldad’ cuando está inmersa en el deseo puro de ganar dinero. La excelencia —o el deseo de hacer bien nuestro trabajo—, acompañada del capitalismo salvaje, se convierte en meros indicadores, en trabajadores coronados de ascensos y falsas verdades.
¡Ignorancia pura!
Humanos libres y deseosos de hacer bien su trabajo logran la humana excelencia. Para aquellos que simplemente trabajan buscando meras ganancias, lo importante es el resultado final, como las utilidades o el buen nombre obtenido. En cambio, los otros, quienes trabajan por su perfeccionamiento o excelencia, el resultado ya no es lo importante; lo es, por el contrario, el camino recorrido en donde se suman errores y fracasos con el fortalecimiento de lo humano.
Nuestra cultura laboral actual nos introduce en un mundo en el que la excelencia se ha convertido en un lema de marketing para vender más o para hacer creer a los clientes sedientos de productos y servicios que la excelencia hace parte son sus valores corporativos.
Sin embargo, esta sentencia no suele ser legítima.
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Grandes empresas que ostentan con orgullo su estandarte de “excelencia” entre sus valores corporativos tienen a sus equipos de colaboradores ‘quemados’, con la presión de más trabajo y poca deliberación; de más exigencia y subordinación.
Esta es, lamentablemente, la dignidad que ostentan muchas organizaciones en el mundo: empresas con muchos pergaminos, pero vacíos.
Entonces, querido trabajador: ¿Tú, qué tipo de excelencia ostentas? ¿La de trabajar rompiendo tu propia naturaleza, creyéndote el cuento de que no fallas; de que no te equivocas, de que no te cansas, logrando las metas organizacionales, o, por el contrario, eres de aquellos que se hace excelente desde el perfeccionamiento de sus quehaceres, con la suma de sus fracasos y glorias?
Seas de uno o de los otros, posiciónate bien en el mundo y escucha nuestra naturaleza, la misma que nos habla cada mañana con la salida del sol y la polinización de las abejas. La misma que nos manda a la cama con el alba y la razón.
No te dejes llevar por el interés de ostentar ornatos inútiles o del qué dirán. Mejor, ármate del valor de pensar con tu propia cabeza y aportar en tu sitio de trabajo tu recta razón, que es, a fin de cuentas, lo que nos lleva a la excelencia, que es, dicho de otra manera, la felicidad.
*Diego Fernando Hurtado Guzmán es médico de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), especialista en gerencia de salud ocupacional y magíster en bioética de la Universidad CES (Medellín); así como expositor a nivel nacional e internacional sobre el trabajo y las humanidades. También se desempeña como docente de cátedra en varias universidades del país. Ha sido premiado con dos galardones internacionales, la Medalla de Oro Mérito Profesional con distintivo internacional de España; y el Premio Profesor Dr. D. Rafael Ruiz Calatrava, por la Comisión de Honores y Distinciones y Recompensas de España, en 2022. Creador del blog El arte de trabajar feliz. Redes sociales: Facebook e Instagram. Correo electrónico: [email protected].
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