“¡Matad al indio!”

El ‘Compendio de la Historia de Colombia’ fue el instrumento político para silenciar la historia indígena y europeizar nuestro pensamiento. Para mostrar una historia heroica y patriotera”.

En 1976, cuando estaba terminando mis estudios de economía en la Universidad del Valle, se imprimió la primera de las 56 ediciones del libro Colombia amarga del recientemente escritor fallecido Germán Castro Caycedo.

Ese libro me impactó, me marcó. No solo porque la primera página del primer libro de Castro Caycedo reseñaba la guerra entre liberales y conservadores en las tierras cafeteras de Mi Pueblo, Caicedonia, sino porque también relataba un caso alucinante: la matanza de la Rubiera.

En estremecedora crónica, Castro Caycedo contó que unos campesinos araucanos asesinaron, en el verano de 1967, casi que por divertimento, a cuchillo, hacha, bala y golpes a 18 amistosos indios cuibas. El caso es que los asesinos alegaron que no sabían que era malo o delito matar indígenas. Solo después de cuatro años de prisión, empezaron a entender, según lo refirió Daniel Samper Pizano, que “el indio no es un animal, como se les inculcó desde cuando tuvieron uso de razón”.

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“Matemos a estos bichos, aquí mismo, camarita”, le dijo Aguirre a Jiménez, pero este respondió: “Aquí no, camarita, porque se pueden escapar algunos”. Ojo: no les decían indios ni indígenas, les decían bichos.

Porque en estas tierras del color de la esmeralda, ha valido muy poco, casi nada, la vida de los indígenas. Así ha sido desde que llegó Colón con todo su batallón. De nada valió que fueran pacíficos. Cuenta el propio navegante, en la versión de Fray Bartolomé De Las Casas, que “Ellos (los indios) no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia”.

El exterminio comenzó desde los primeros días y fue tan demencial que, 100 años después del desembarco, solo quedan 6 millones de los 60 millones que había, según lo aseveró una investigación de University College, de Londres.

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La “Gran Muerte” de los pueblos indígenas, causada por las epidemias, guerras y hambrunas, fue tan colosal que ocasionó un regeneramiento de la naturaleza en América.

Los conquistadores emularon en ferocidad. Pascual de Andagoya, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Añasco, Juan de Ampudia, Francisco García de Tobar, Domingo Lozano, Florencio Serrano y otros se impusieron. Y se impusieron porque hoy en día solo conocemos las historias de los vencedores españoles. Jamás conocimos la visión de nuestros hermanos vencidos.

Por ejemplo, la historia oficial dice que nuestros indígenas “comían con agrado carne humana”, mientras las historias de los indígenas, que se cuentan de generación en generación, son diametralmente opuestas. Jesús Piñacué contó en su libro Los nietos del trueno: “Refieren los ancianos que, como los españoles ni cultivaban ni tenían animales domésticos, y menos aun cazaban, solían comer carne de indio y guardaban sus pedazos en las alforjas de sus monturas”.

En la colonia se siguió apretando con sevicia el gaznate de los nativos. Se consolidó el despojo de las tierras ancestrales y se instituyeron las encomiendas y los corregidores. La situación llegó a tal desmesura que, por la disminución de la población indígena, la corona debió traer negros del África para trabajar como esclavos. Toda una historia de horror que nos quisieron vender como novela rosa.

En la época de la independencia, tanto españoles como criollos, utilizaron a los indígenas para sus propias causas. Los convirtieron en soldados a la fuerza y después los invisibilizaron en las bitácoras, hasta el punto de que hoy, a duras penas, conocemos las posturas realistas de Agualongo, en el sur de Colombia, y las del resguardo de Mamatoco, en Santa Marta.

Curiosamente, no existen héroes indígenas patriotas, pese a los miles que se alistaron en los ejércitos de Bolívar.

En 1910 llegó la aplanadora. Por medio de decreto, se adoptó el Compendio de la Historia de Colombia de los abogados Jesús María Henao y Gerardo Arrubla como texto oficial para la enseñanza de la historia en las escuelas primarias de todo el país. A partir de ahí, solo conocimos la versión del partido conservador y la de la iglesia católica.

El texto de Henao y Arrubla fue el instrumento político para silenciar la historia indígena y europeizar nuestro pensamiento; para mostrar una historia heroica y patriotera. Lo hispánico representaba el progreso y la modernidad, mientras que lo indígena era asociado con atraso, pobreza e incivilización, como acertadamente lo afirma el historiador Alexander Cano Vargas. 

Por eso, ahora, nadie se escandaliza porque sigan ocurriendo masacres de indígenas día tras día, ni tampoco porque ciudadanos “de bien” les disparen en las manifestaciones. Nos falsearon la historia para que asumiéramos el odio.

Así las cosas, valdría la pena que cuando en Cali se vuelva a colocar la estatua de Sebastián Moyano, en el pedestal de la colina, se escriba la verdad: “Sebastián de Belalcázar, asesino de indígenas y fundador de Santiago de Cali”. Ah, y que se coloque otra estatua con igual tamaño, la del cacique Petecuy, el de la heroica resistencia.

10 Comentarios

  1. Ana Lucia Calderón torres

    Cada día me doy más cuenta de la terrible vida
    Que arrastraron nuestros ancestros, qué vergüenza decir que soy cristiano, que soy civilizado, que pertenezco al reino de los humanos…y lo más triste..
    Reconocer que por mis venas, también corre la sangre de ésos villanos, que llenaron de oprobio nuestras vidas, que violaron nuestros códigos sagrados y arrodillaron ante ellos, nuestra dignidad y nuestro legado.
    Muchas gracias.

  2. Ruben Darío Càrdenas

    Conmovedor relato, más ahora cuando la sociedad Colombiana es ejemplo ante el mundo de la degradación y barbarie,

  3. Excelentes articulos de este medio de comunicacion como es Diariocriterio. Periodistas en el buen sentido de la palabra que se esfuerzan por publicar interesantes y muy buenos articulos. Felicitaciones para este medio y todo su equipo periodistico y su gran esfuerzo.

  4. Julio César Londoño

    Aquí están los requisitos de un ensayo correcto (buenos argumentos , síntesis y claridad expositiva) e incluso los ingredientes de un magnífico ensayo: ironía, controversia, primicias y conjeturas inteligentes.

  5. Lo más importante a partir de la destrucción deli mito español es que por fin lleguemos a entender que nuestros hermanos indígenas dueños de estas hermosas tierras las han compartido con mucho amor y sufrimiento

  6. Luis Manuel Bohórquez Morandé

    Gran y tristísima verdad. Somos violentos por naturaleza y aprendizaje. Qué tal lo del texto de Henao y Arrubla? Asi me enseñaron la historia, qué barbaridad! Y se repite la historia en el siglo de los derechos humanos.

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