Las escuelas de derecho no son de buena calidad y forman abogados incompetentes
La Corporación Excelencia en la Justicia publicó un estudio que revela que el 77 por ciento de los pregrados de derecho en el país no son de alta calidad.
Hace algunos meses la Corporación Excelencia en la Justicia publicó el estudio Ejercicio profesional del derecho en Colombia: perspectiva actual e ideas para su mejoramiento, que pasó inadvertido. Empero, hay unas cifras escandalosas que deben subrayarse y no dejar en el mero informe.
Se sabe, tradicionalmente, que Colombia es un país de leyes. Que su entramado de incisos, parágrafos, concordancias son el pan de cada día y de allí se adhieren quienes quieren esquivar el cumplimiento de algún contrato o mandato legal para darle la interpretación jurídica que, en derecho, llamamos la hermenéutica, y salir avante.
Aquí algunos datos de este juicioso y valioso estudio: “Si bien Colombia es uno de los países con mayor tasa de abogados, esta situación ya venía siendo puesta de presente desde 2008, año en el cual el país ocupó el segundo lugar en América con 354 profesionales del derecho por cada 100 mil habitantes, después de Costa Rica, con 389. En Sudamérica, los seguían Brasil con 327, Argentina con 305, Perú con 248 y Uruguay con 196 abogados por cada 100 mil habitantes”.
También produjo el estudio un resultado que es llamativo. El 77 por ciento de los pregrados de derecho no son de alta calidad. Esto necesariamente se verá reflejado en el ejercicio profesional de quienes egresan de estas facultades y, por supuesto, en el devenir de la justicia en nuestro país.
Se observa en diligencias judiciales a jueces, auxiliares, secretarios, pronunciar términos en latín que no corresponden para el caso en concreto, citar normas derogadas, desconocer los avances o líneas jurisprudenciales sobre determinado tema. Lo importante, se siente, es ocupar el cargo, devengar el salario, salir a protestar aupado por el sindicato, para pedir más prebendas.
Claro que esta es una profesión noble que cada día exige más. Ahora, con la inteligencia artificial y los avances de la globalización, se posibilita un intercambio de saberes que debe atemperarse a nuestros tiempos.
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La legislación nuestra es paquidérmica, nace cuando ya el fenómeno que se busca regular ha evolucionado de tal manera que en la reglamentación de la ley es donde algo puede lograrse.
Lo podemos observar palpablemente: eutanasia, aborto, dosis mínima, matrimonio igualitario, mototaxismo, plataformas de transporte (como Uber o Didi), servicios a domicilio por plataformas tecnológicas, entre tantos otros ejemplos que saltan a la vista, están sin legislarse, así las cortes hagan llamados reiterativos para que se regulen estas prácticas.
La mala calidad en la educación, aun de las universidades privadas, es responsabilidad el Estado, dado que concede los permisos para que las facultades dicten las cátedras correspondientes. Por ello, ha caído en desprestigio la profesión del abogado; pero, aun así, continúa con solidez y es necesaria en cada paso de la vida cotidiana.
Es necesario, en mi sentir, que los ministerios de Educación y de Justicia, adelanten acciones en pro de nivelar la calidad de la educación jurídica. Que se advierta en toda Colombia que debe ser una tarea responsable, de un saber que tiene tradición histórica y que es tan necesaria como la medicina, más ahora que existe la especialidad del derecho médico, donde se conjugan ambas profesiones.
No se trata de recriminar ni de tachar a ningún colega, ni de considerarse erudito en la materia, porque a veces ahondo en temas legales en los que pierdo la cabeza. Por el contrario, se trata de exaltar la profesión y llamar la atención para que las futuras promociones de abogados ejerzan con pulcritud, sapiencia, esta noble profesión.
Esta vez, es la Corporación Excelencia en la Justicia que alza la mano y muestra lo que se observa en el campo jurídico, pero seguramente estarán así otras profesiones que igualmente han perdido rigor académico, y con lo cual el estudiante y la sociedad salen afectados por la mala educación.
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