¡Feliz año del Conejo, empresariado antioqueño!
En Medellín es tan importante el empresariado que, ante un alcalde desenfocado y equivocado, la cultura, una de nuestras cenicientas en el sector público “paisa”, no se muere. La cultura en Medellín ‘sobremuere’ (como me dice la cantante paisa de tangos Ada Román, mientras al fondo suena Y no volvió, en la radiola del Salón Málaga).
“Sobremuere”, pero no muere.
Y es que no se trata de sectarismo, yo también creí en que a la ciudad llegaría un cambio con la administración de Daniel Quintero. Por eso, ahora me permito analizar su desempeño en cultura, el peor en muchos años, digamos 20 para no ser muy injustos.
Se equivoca el alcalde con imponer a un secretario que divide al sector cultural de Medellín y debilita esa línea delgada y frágil que es la relación del líder de un sector con sus organizaciones, o mejor: de una institución con la sociedad civil. No debería haber en la Alcaldía un secretario que cree que se trata de quitarles a unos para darles a otros, debería haber un “gestor (a) (e)”, uno de verdad, pero esa necesidad de dividir del señor Narváez seguro la aprendió del alcalde.
El secretario, que asegura que es de verdad poderoso, lo demostró con la muy pobre respuesta que le dio hace unas semanas al maestro Germán Carvajal, líder del teatro nuestro, gestor de larga trayectoria.
Resulta que —resumiendo— la Alcaldía convocó a la graduación del programa de profesionalización de artistas (que se hace desde décadas en la ciudad, antes de Quintero y Fico) con la Universidad de Antioquia. Imagínense que, con una tarjeta digital que decía que la Alcaldía Quintero les había regalado educación a los artistas y gestores que se iban a hacer a su título profesional, fueron invitados los graduandos. Germán se quejó y el señor secretario le respondió con “poderío”.
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Ahí no solo se pudo ver su poco respeto por quienes llevan más que él construyendo este sector, que hoy tiene en Medellín uno de los menores presupuestos y una de las peores crisis en general.
Para que no digan que no tengo cifras, desde la llegada de Quintero al poder, el presupuesto de la cultura jamás volvió a superar los 148.000 millones de su antecesor que Fico dejó, como mayor inversión, en 2018. El pasado 2022, el sector sólo tuvo 140.000 millones. El primer año del gobierno (2020) invirtieron 127.000 millones y, en 2021, fueron 135.000 millones, según el reporte que me entregó oficialmente la Secretaría de Cultura Ciudadana.
Pierden el año con cero y, sobre todo, con cero en conducta. No sé por qué un gobierno que se dice de la “revolución del amor” puede hacer tanto daño desde la palabra y decirles a los artistas que les da educación, que les regala, cuando hoy son las artes mismas las que imponen en el ámbito mundial como ejemplo educativo, como las que crean nuevos caminos para formar seres humanos.
Es entonces cuando quiero conectar la situación con la sobrevivencia de la cultura en la ciudad y no puede uno ser desagradecido con el empresariado, como Comfama que, en la peor crisis institucional de Medellín —después del narcotráfico—, revoluciona tanto por su apoyo al sector, como por su valoración de las prácticas artísticas.
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Ni qué decir de las convocatorias nuevas de Sura, de lo que Confiar y sus amigas cooperativas hacen. ¡Qué lindo ver proyectos como la Promotora Cultural de Proantioquia! y reconocer los intentos de Argos, Celsia y Bancolombia (que también podrían ser más generosos, pero que se les abona).
Emociona la Cámara de Comercio, que ya le apuesta a nuevos eventos, como salones de artes visuales pensados para nuestros artistas empíricos y sigue apoyando a los emprendedores.
El empresariado es generoso e inteligente porque sabe que esta ciudad le ganó la guerra a quien pensé sería por siempre el malo de la historia —Escobar—.
Gracias a la cultura, a Barrio Comparsa al Matacandelas, al Pequeño Teatro, a los hombres y mujeres del sector que no se dejaron arrugar el corazón y no han parado de darnos arte, resistiendo desde las creación en nuestro momento más oscuro como sociedad. Escribo “pensé” porque creo que ahora son dos grandes destructores históricos de Medellín, el otro se apellida Quintero y hoy quiero consignar aquí que atrasa al sector cultural y artístico en diez años con su tropiezo en gestión.
Qué lástima que no sepan aquello ya elemental que lleva décadas explicando el mundo desarrollado: la inversión en cultura le devuelve al Estado mejores ciudadanos, dice la Unesco, no es dinero perdido, sino con hasta cuatro veces más ganancias.
Debo apuntar algo más que nos habla de a dónde están llevando nuestra cultura. Recordemos el alumbrado de Encanto… Es increíble que una ciudad sea tan poco creativa, tan poco crítica y tan poco ‘innovadora’ —después de ser llamada la más innovadora del mundo y hoy decirse el “Valle del Software”— como para que sus alumbrados estén inspirados en el capitalismo salvaje que es Disney.
Gana más Disney que Medellín con ese gesto, con ese contrato, que demuestra la improvisación en la gestión de la cultura, y duele más que venga con aplauso de EPM, de la joya de la corona paisa.
Muy bien por esa gran empresa que es Disney, que negoció con quienes no tienen idea del significado simbólico de ese alumbrado, de sus públicos, de su impacto en redes, en turismo, de las normas básicas de lo que llamamos en este sector ‘gestión de públicos’, y más con la calidad de nuestra gente trabajadora, berraca y recursiva.
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Confirmaron con eso lo que ya sabíamos: son unos inexpertos ‘progres’ que llegaron a un gobierno a hacer TikTok’s ridículos y no tuvieron nada más para aportar.
¡Ay, tan rebeldes! ¡Qué podemos esperar de ellos!
Señores del empresariado paisa, ¡feliz Año del Conejo!, que inicia con un mensaje central sobre la gratitud y la esperanza; gracias también a los de otras regiones del país, gracias por apoyar a los gestores, artistas, investigadores y periodistas que vemos en la cultura el mejor futuro para Medellín. Qué bien que sí entiendan lo que todo un sector intenta aportar a esta construcción democrática que soñamos para la que fue la ciudad más peligrosa del mundo.
Por favor, dennos más. Quedan once meses —digamos diez, restando la próxima Navidad— para que el gobierno cambie. Ojalá con el próximo secretario no nos hagan ‘conejo’ otra vez.
A Criterio, gracias por abrirme esta ventana. Que sea nuestra cita para hablar de arte y cultura en Medellín, siguiendo esa línea del viernes cultural.
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