Fidelidades fatales
Fidel Castro tal vez sea el mejor ejemplo de alguien que lo sacrifica todo por el poder personal, pero termina rendido y al servicio de su ambición de poder.
Paráfrasis de Quevedo: “¡Ah del poder…! ¿Nadie me responde?”. Para quien lo ejerce, a veces tan inmanejable, a veces tan dócil. Para quienes lo obedecen, en ocasiones tan necesario, en ocasiones tan repudiado. Igual para mucho bien, igual para mucho mal
Existen dos maneras primordiales de ejercer el poder político. Una, dirigida, de manera fundamental al servicio de la ambición personal de quien lo detenta y de sus pretensiones de permanecer, ad calendas graecas, en su ejercicio. La otra, orientada al progreso de la sociedad sobre la cual se profesa dicho poder. En ambos casos existirán intereses personales; en ambos habrá, también, la intención de servir a la comunidad. La diferencia estriba en si la prioridad se sitúa en uno o en otro objetivo.
Tal vez el caso de Fidel Castro sea el mejor y más próximo ejemplo de quien lo sacrifica todo por el poder personal. Dotado de unas capacidades geniales para estos asuntos políticos, para su desfortuna las puso, esas cualidades, al servicio de su ambición de poder.
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Muy comunicador lo fue Fidel, y como tal dijo algunas frases que lo retratan en el objetivo de su accionar político. Para mí, hay una locución suya que lo traduce fielmente. Afirmó: “la estrategia no es del caso, lo que triunfa es la táctica”.
Hagamos un repaso, muy esquemático, de lo que son estos dos conceptos en el obrar de los hombres de comando, en cualquier situación de su actuación con objetivos de largo alcance. La estrategia es un concepto general que incluye todos los elementos necesarios para ganar, por ejemplo, una guerra. Componentes políticos, primero que todo; económicos luego; militares, sicológicos, de comunicación y un largo etcétera. La estrategia los relaciona entre sí y los maneja de acuerdo a como lo vayan exigiendo los tiempos y los resultados. La táctica es un término particular. Simplificando, sin ser rigurosos pero para mayor claridad, digamos que la estrategia es el arte de ganar una guerra, al paso que la táctica es el arte de ganar una batalla. Quien las coordina a todas estas, en orden a conseguir el fin, es la estrategia.
Aquel que piensa en términos estratégicos lo hará de una manera globalizante. Aquel que discurre en términos tácticos, lo hará de forma particularizada, inmediatista, disgregada.
Para la estrategia, lo primero que se debe definir es aquello en lo cual consistirá, en cada caso, la victoria. Que no es un vocablo unívoco. Un ejemplo. Para el país atacante la victoria será lograr invadir a su vecino. Para este, su triunfo será impedir esa invasión. Para las Farc la victoria consistía en tomarse el poder; para los sucesivos gobiernos, obligarlas a desmovilizarse.
En términos éticos y justificativos de poder político y gobierno, la victoria, como el objetivo esencial de la estrategia de quien lo ejerce, se define y en todos los casos, como la consecución de felicidad y progreso para los miembros de una determinada sociedad. Elemental, claro, pero hay que repetirlo porque ciertos políticos, pocos o muchos, se olvidan de ello, y como Fidel Castro, abandonan ese desiderátum y solo proceden de acuerdo con la táctica: ganar aisladas batallas políticas, tácticas ellas para mantenerse en el poder.
Castro demostró cómo la consecuencia de lo anterior (inevitable consecuencia) fue la desmejora de las condiciones de vida de sus gobernados. Y la pobreza, tanto de su Estado como de su pueblo. Y también, aunque no suele ponerse de presente, el ridículo. Pretendió ser un estadista internacional, por eso el envío de tropas al África y el apoyo a las guerrillas en Latinoamérica. Concluyó, sin embargo, como siervo de la Unión Soviética. La orden de esta: produzca solo materias primas. Eso es subdesarrollo. Cuando Rusia le recortó el suministro de petróleo, su ejército, en las conmemoraciones de su revolución desfilaba en bicicletas; los tractores se quedaron sin gasolina y por ello debió recurrir a los bueyes. Los llamó los “nobles bueyes”, “los que vienen a salvar nuestra agricultura.” ¡Qué retroceso!
“Clave”, entre comillas, fue su lucha en favor de los desheredados. Cuando los cubanos más pobres buscaron refugio en la informalidad, les decretó la guerra a los vendedores ambulantes y a los pequeños negocios. Nacionalizó a 55.000 de estos últimos. Lo justificó así: “hay que luchar también en contra del pequeño capitalismo.”
Se disculpó achacándole sus afugias al embargo gringo. Olvidó que desde mucho antes, ya sus fracasos, en materia de producción y economía, eran profundos y nacionales.
El predicador en contra de los privilegios, aumentó la desigualdad, pues los que tenían acceso a los dólares, por ejemplo a las remesas, disfrutaban de condiciones económicas privilegiadas. Los negros fueron los más pobres entre los pobres. Era tanta su necesidad de divisas que Fidel Castro, tan parlanchín, públicamente aseguró: “nuestras prostitutas son las más cultivadas”. Se interpretó eso como una invitación dirigida a los turistas sexuales.
Como significativo dictador, hizo uso de todas las prácticas antidemocráticas. Violación de los derechos humanos; cárcel, mordazas y persecución a los disidentes; control de los medios, elecciones con partido único. Dictadura eterna y más allá. Y toda esa ambición personal protegida, aupada y justificada en esa ideología ya muerta y fracasada.
En fin, repitamos, si el objetivo ético y estratégico del verdadero estadista es el de la felicidad del pueblo al cual se gobierna, en este caso contrario, la fidelidad principal al poder resultará fatal para todos. Muy colmilludo Fidel Castro para atornillarse en el poder, ¡y qué tristes resultados! Preguntado por la pobreza que le había generado a su pueblo, y si le preocupaba el veredicto de la historia, tajante respondió que no.
Con Quevedo, Fidel Castro, ya muerto y en presencia ante un Dios en el cual no creía, por su desmedido amor al poder y por la pobreza en que dejara a Cuba, le tendría que confesar: allá solo quedaron “presentes sucesiones de difunto”.
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2 Comentarios
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Admiro la terquedad de este columnista, con su particular forma de ver las cosas en negro y blanco; como el cine de su época. No senor, si Fidel CASTRO duro tanto en el Poder es gracias à la democracia américana y su doctrina d’intervencion. No hay mas Fuerza que sostenga un dictador que su égo herido, como todos los machos, machos.
Me gustaria conoser lo que pienza de una mujer con Poder en sus manos. Las reinas o de Margaret Tacher o asi sea de Rosario Murillo.
Me da la impression de una OBSESION por los lideres de izquierda, y olvida las ratas que lo rodean.