Hablando de mujeres y traiciones
Este año tenemos Copa América Femenina en Colombia, y la designación de la sede ha traído dos cosas muy buenas que ocultan una larga lista de cosas muy malas. La primera, que por fin vamos a tener una liga femenina con cara de liga y no un torneíto exprés de un par de meses, como ha sido hasta el momento. La liga femenina 2022 es una competencia que arranca esta semana y enfrentará a 15 equipos en un sistema de todos contra todos durante 17 fechas, para luego enfrentar a los ocho mejores en cuartos de final, definir unas semifinales y luego tener una gran final antes del inicio de la Copa América 2022 el 8 de julio.
¡Por fin las mujeres futbolistas van a tener un campeonato largo, con todo un semestre de competencia para demostrar por qué se han logrado los resultados que se han obtenido en clubes en los últimos años, en donde las nuestras siempre están peleando el título de la Libertadores!
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Claro, tocó que nos dieran la sede de la Copa América para que esto pasara y este es el momento en que nadie sabe qué viene después del torneo, pues no se habla de una liga en el segundo semestre: acá lo importante es que cuando llegue el momento de la Copa parezca que en Colombia se apoya el fútbol femenino y que hay una gran organización, pero como están dadas las cosas, después de la gran final del 30 de julio en el Pascual Guerrero, es muy probable que no volvamos a tener competencia sino hasta 2023, con lo que toda la parafernalia de ese “apoyo” al fútbol femenino será otra impostura política y de imagen (otra más) de nuestra dirigencia deportiva.
Ahora, la segunda cosa muy buena que trae el que seamos sede de la Copa América Femenina, que se disputará en Armenia, Bucaramanga y Cali, es que por fin se volvió a reunir la Selección Colombia y ya sumamos varios partidos y convocatorias, algo que no pasó ni siquiera cuando entre el Gobierno y la dirigencia pretendían que el país fuera sede del Mundial de 2023.
El discursito de que la Federación Colombiana de Fútbol apoya y promueve el fútbol femenino, cosa que es su obligación por estatutos, solo se lo creen quienes lo quieren creer y la mejor muestra está en que después de que la selección lograra la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima el 9 de agosto de 2019 (épica victoria en los penales sobre Argentina tras un 1-1), el equipo se disolvió y solo volvió a ser convocado para dos amistosos de revancha frente a Argentina que se disputaron en noviembre de ese año.
Claro, digamos que comenzando 2020 llegó la pandemia y que eso paralizó el fútbol en todo el planeta, sí, pero cuando uno mira la actividad de la selección femenina queda un poco escandalizado por el abandono. Entre agosto de 2019 y enero de 2021, cuando Colombia volvió a ser convocada, solo se jugaron los dos amistosos en Argentina mencionados; mientras tanto, la selección femenina de Brasil tuvo 13 partidos, incluyendo cinco durante 2020 cuando se supone que no se podía jugar. Y no partidos contra el Deportivo Tapita o el Pelotillehue F.C., no, en el año del encierro Brasil jugó contra Holanda, Francia, Canadá y Ecuador (dos veces).
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Porque claro, alguien me va a decir que es injusto comparar a Colombia con la potencia continental, pero es que por algo son potencia, porque trabajan para serlo. Es más, durante mucho tiempo y a punta del talento de nuestras jugadoras que hicieron su camino la mayoría en Estados Unidos compartiendo fútbol con educación universitaria, Colombia fue considerada la segunda selección femenina del continente tras las brasileñas. Hoy ese lugar nos lo disputan (y tal vez nos lo quitaron) Argentina y Chile, en donde se ha trabajado mucho más y en donde se dieron cuenta de que apostarle en femenino era abrir nuevos mercados, llegarles a nuevos clientes y crecer en este negocio multimillonario que es el fútbol.
Acá no, este es un coto masculino en el que los dirigentes no piensan en crecimiento si no es para sus cuentas, y no entienden cómo hacerlo si no es aprovechándose de futbolistas hombres a los que han manejado a su antojo y voluntad durante toda la historia. Para los dirigentes colombianos el fútbol es de hombres, con hombres y para hombres, y por eso han fracasado en comercializar el fútbol femenino (la verdad es que ni siquiera lo intentan). Si hacen memoria, aparte de las jugadoras y algunos periodistas, el principal promotor del fútbol femenino es un anunciante como Águila que se dio la pela de cambiar el chip y pasar de tener unas modelos como Chicas Águila, a tener a las principales jugadoras de la liga local como ese nuevo emblema. De la sexualización al empoderamiento: un golazo de mercadeo que la dirigencia del fútbol aceptó por plata sin entender muy bien de qué le están hablando.
La lucha de las futbolistas para ganar un espacio en este coto de machitos que es el Fútbol Profesional Colombiano ha tenido momentos clave como la ya mítica rueda de prensa de comienzos de 2019 en la que jugadoras emblemáticas como Natalia Gaitán, Isabella Echeverry, Melissa Ortiz, Daniela Montoya, Vanessa Córdoba, entre otras, complementaron los videos de denuncia de Echeverry y Ortiz sobre los malos manejos del fútbol femenino en Colombia. En esa rueda de prensa quedó en evidencia cómo Alvaro González Alzate presionaba y vetaba jugadoras e incluso ocultaba escándalos de acoso sexual a jugadoras e integrantes del cuerpo técnico.
El escándalo fue tal que la Federación tuvo que tomarse en serio al menos por un tiempo a la femenina, organizando concentraciones y partidos, y el resultado de eso fue el título Panamericano de ese año. Pero lo que pasó con esa medalla mostró una vez más el desdén de la dirigencia por las jugadoras: mientras ellas celebraban en el campo la histórica medalla dorada, en la tribuna Ramón Jesurún, presidente de la Federación, ni se daba por enterado. El tipo estuvo en el estadio, como toda la plana mayor de la dirigencia continental, pero nunca bajó a felicitar a las jugadoras. Gente elegante.
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Pero la gente elegante consiguió la sede de la Copa América de este año, y ha logrado organizar un calendario de amistosos valioso, definiendo a Cali como sede de la femenina con todo el respaldo de sus patrocinadores, que sí saben el potencial simbólico y de mercadeo que hay en una Selección Colombia de mujeres.
Este 20 y 23 de febrero se viene un nuevo doblete frente a Argentina y salió una nueva convocatoria, lo que es muy bueno y se aplaude, pero como ha pasado en todas las convocatorias desde que esa base de jugadoras que denunció duro el manejo del fútbol femenino y luego logró el título más importante en la historia de nuestra selección femenina, las voceras de la protesta no están.
Natalia Gaitán, por años capitana de la selección, figura en la liga española con el Valencia y ahora consolidada en el Sevilla y quien asumiera la vocería en esa famosa rueda de prensa de 2019, no está en la lista. Tampoco está Isabella Echeverry, una de las mejores defensas de la liga española, capitana del Sevilla y de nuevo en actividad tras superar una lesión, quien protagonizara con la hoy retirada Melissa Ortiz los videos virales que iniciaron el escándalo por el que aún no responde Álvaro González Alzate.
Vanessa Córdoba, la mejor arquera del fútbol mexicano, siempre crítica con el sistema del FPC en sus redes sociales y en sus apariciones como periodista (ese es su título universitario), vocera de movimientos feministas y activa políticamente en las luchas por los derechos de la mujer, no aparece en la convocatoria; así como Yoreli Rincón, tal vez la futbolista colombiana más famosa, campeona de la Libertadores con el Huila, hoy titular y goleadora con Sampdoria en Italia, y quien se enfrentó públicamente con Gabriel Camargo, dueño del Tolima, que lanzó comentarios sexistas y homofóbicos contra las mujeres futbolistas y nunca fue castigado por eso a pesar de que está en el reglamento de la Dimayor, la Federación y la Fifa.
Ojo, no estoy diciendo que las convocadas no tengan derecho a estar ahí, obvio que lo tienen, todas son magníficas jugadoras y me hace sentir orgulloso verlas con la camiseta de la selección, comenzando por Daniela Montoya, pero a mí sí me gustaría que el técnico Nelson Abadía explicara públicamente por qué cuatro jugadoras top, que a diferencia de momentos anteriores en los que lesiones o falta de actividad podrían explicar su ausencia, no están hoy en la Selección Colombia. Y justo cuatro que han sido públicamente críticas con la dirigencia y con denuncias que nunca pudieron ser negadas por esos señores con barriga que manejan el FPC.
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A mí me huele a veto, a otro de los asquerosos vetos de este sistema corrupto que es el fútbol colombiano en el que quien pelee por sus derechos es inmediatamente borrado y tratado como un traidor o una traidora a esta cofradía, este coto de machitos del que tristemente depende la pelota en Colombia.
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Hola Alejandro, no, no soy un bot y aunque no vaya a leer esto, le agradezco enormemente la valentía en su columna, su vocería y su criterio, las mujeres nos han dado más alegrías que el masculino que no baja de decepción. En el país en el que nada pasa (espero que cambie a bien), leerlo a usted es una alegría que reconforta, es darse cuenta que sigue existiendo gente acá que tiene por bandera la verdad y que es directo, franco y sobre todo verídico. Mis respetos por su trabajo, su profesionalismo y por sus camisetas.
PD: Con mucho respeto le digo, que yo me entristecí y sentí como un veto que no pasara de Fox a las 4 letras :O Un abrazo