Gas natural: el energético de la transición
Por sus múltiples beneficios, como el de ser el energético disponible con menores impactos ambientales, el Grupo Energía Bogotá, a través de su filial TGI, lanzó una hoja de ruta para el gas natural en la que entrega una serie de recomendaciones para garantizar la transición energética durante los próximos 50 años.
No se puede hablar de transición energética sin tener en cuenta al gas natural, que es el principal habilitador de este proceso en el próximo medio siglo. Así lo concluye la hoja de ruta para el gas natural que recientemente lanzó la Transportadora de Gas Internacional (TGI), junto con el Grupo de Energía de Bogotá (GEB) y el Centro Regional de Estudios Energéticos (CREE), y en el que se confirma la importancia de esta energía, para cumplir con la ambiciosa meta del Gobierno de llegar a cero emisiones netas en 2050.
Los expertos en energías renovables y medio ambiente coinciden en que el gas natural, a pesar de ser un energético fósil, es el que menos CO2 emite por cada unidad de energía que genera y el que más contribuye para reducir los impactos de gases de efecto invernadero (GEI).
Además, el gas natural cuenta con la infraestructura y capacidad instalada para garantizar la oferta durante la transición energética y atender la constante demanda que aún no alcanzan a cubrir energías renovables como la solar y la eólica, las cuales aún tienen un camino por recorrer y proyectos por consolidar. El país aún no tiene la tecnología para descarbonizar sectores económicos como la industria y el transporte por lo que es importante garantizar la disponibilidad de energía como el gas natural.
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“No solo aquí en Colombia, sino en todo el mundo, al gas natural lo llamamos el energético de la transición, la cual debe ser justa, sostenible, ordenada, competitiva y eficaz. Cómo nuestro propósito”, explica Eduardo Uribe Botero, director de Sostenibilidad y Comunicaciones del GEB.
Los datos evidencian la necesidad de aprovechar el gas natural para descarbonizar sectores como el transporte. De hecho, los vehículos que usan gas natural emiten entre un 30% y un 50% menos de CO2 y ayudan a mejorar la calidad del aire al emitir menos cantidad de material particulado que el carbón y el Diesel. De hecho, las mediciones han demostrado que en algunos casos permite reducir hasta en un 99 por ciento el material particulado fino y en un 75 por ciento el óxido de azufre y el nitrógeno.
No en vano el Parlamento Europeo ratificó, por medio de una votación en junio del año pasado, que el gas natural era una “fuente de energía verde”, libre de CO2 y muy importante para alcanzar los objetivos acordados en la COP26.
La hoja de ruta para el gas natural plantea 22 acciones a corto, mediano y largo plazo, que deben ejecutar los actores del sector y aporta elementos para la toma de decisiones con base en escenarios realistas de cara a costos, disponibilidad y tiempos del desarrollo de nuevas fuentes de energía renovable.
“Algunas de las recomendaciones son flexibilizar marcos regulatorios para dinamizar el mercado, la integración de actividades para fomentar la competencia y permitir la conexión de nuevos usuarios, trabajar en los criterios de confiabilidad y disponibilidad para realizar inversiones planificadas en las que se garanticen retornos y sobre todo en el desarrollo de nuevas fuentes de suministro. El objetivo es cerrar brechas sociales con el propósito de mejorar vidas con energía sostenible y confiable”, explica Laura Villa, vicepresidente de Asuntos Públicos de TGI.
A su vez, los expertos coinciden que se debe dar seguridad tanto en el abastecimiento de gas natural, como en los contratos de largo plazo, desarrollando todas las fuentes de reservas, como la infraestructura de importaciones y promoviendo el suministro y el transporte. Con un elemento adicional: otorgar transparencia al mercado sobre la información de reservas probadas y reducir los tiempos para pasar a este estado las reservas probables.
Como lo ha explicado Mark Radka, Jefe de la Subdivisión de Energía y Clima del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), “el gas cumple un rol especial en la transición energética como respaldo inmediato a un sistema de energía basado en energías renovables, puesto que las calderas de gas se pueden encender casi instantáneamente, mientras que la puesta en marcha de una planta de energía a base de carbón lleva mucho más tiempo.”
Eso ya sucede en Colombia, en donde la mayor parte de la energía se produce en hidroeléctricas. El gas natural es el energético de respaldo cuando, por ejemplo, llega el fenómeno del Niño y los embalses bajan sus niveles ante la escasez de agua.
A eso se le suma la buena cobertura de gas natural en el país, que ha venido aumentando en los últimos años. Luz Stella Murgas, presidenta de Naturgas, la Asociación Colombiana de Gas Natural, explicó en una entrevista con El Espectador que “tan solo en los últimos 25 años la cobertura del servicio de gas natural aumentó del 17 al 67 por ciento, lo que hoy nos permite beneficiar a 10,7 millones de usuarios (36 millones de colombianos). Cerca del 85 por ciento de estos usuarios se concentran en los estratos 1, 2 y 3, un hito que nos cataloga como un ejemplo en el mundo.”
De hecho, el gas natural no solo beneficia a millones de ciudadanos del común, sino que también lleva conectividad tanto a las regiones más apartadas en las zonas rurales como a la industria, ubicada muchas veces retiradas de las ciudades y los centros urbanos.
Por eso, si Colombia quiere hacer una transición energética justa, sostenible, ordenada, competitiva y eficaz, debe apostarle al gas natural como un primer y gran paso, pues también ayudará a salir de la pobreza energética a más de 1.4 millones de hogares en el país que aún cocinan con leña.
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