Qué viene después de retirar la propuesta de reforma tributaria

Después de tres días de intensas protestas y un número indeterminado de muertos, el Gobierno de Iván Duque decidió retirar la reforma tributaria.

Desde el mismo día en que se presentó el proyecto hubo voces de todas las vertientes políticas en contra.

El presidente mantuvo el pulso y en un momento incluso dobló la apuesta y envió mensaje de urgencia al Congreso.

Pero fue ahí cuando comenzaron los tropiezos porque muchos de los ponentes que quería el gobierno se negaron pues entendían que quien asumiera la presentación de la reforma tributaria tendría serios problemas con su electorado el próximo año, cuando se renueve el Congreso.

Junto a la vicepresidente, Marta Lucia Ramírez, y al ministro de Defensa, Diego Molano, el presidente hoy hizo una alocución a la nación, antes del mediodía, en la que anunció que la reforma era retirada.

Pero también le pidió al Congreso “tramitar de manera urgente” una nueva reforma, “fruto de los consensos” para así evitar la incertidumbre financiera; al tiempo que anunció cuáles serán las líneas que seguirá la siguiente propuesta:

“Sobretasa de renta temporal a empresas, prorrogar impuesto al patrimonio de forma temporal, incrementar impuesto a dividendos transitoriamente, crear una sobretasa de renta a personas de altos ingresos, y profundizar programas de austeridad del Estado”.

Nada dijo Iván Duque del problema real que tiene el Gobierno: la imposibilidad de gastar más, mientras no recaude más, dada la regla fiscal que limita el déficit fiscal y que era el corazón de la reforma tributaria que se ha caído.

Inmediatamente, los actores políticos se hicieron sentir. Unos agradeciendo al presidente por entender la situación del país y retirar el proyecto, otros alegando que lo que está en juego es mucho más.

Sea lo que sea, el Gobierno parece quedarse con muy pocos opciones para conseguir los 23 billones de pesos que la propuesta de reforma le daría.

Ahora, ¿de dónde se puede sacar la plata que necesita el Gobierno?

Venta de bienes:

Ya lo está haciendo el Gobierno con el traspaso de sus acciones en Isagen a Ecopetrol. Jugada que aparentemente no tiene impacto real, pues consiste en traspasar dinero de un bolsillo al otro.

Pero que, en la práctica, equivale a una venta viciada porque traspasa un activo público rentable y estable de la nación a una empresa de régimen mixto, que todavía no encuentra el rumbo privatizando así, al final, algo más del 10 por ciento de ISA.

Vulnera a trabajadores el derecho prioritario a participar en la OPA. Impide a la nación subastar ISA directamente, al sector privado, donde fácilmente podría obtener hasta cinco veces más dinero, como lo demuestra la privatización de empresas similares en varios países de Latinoamérica.

Adquirir deuda:

El Gobierno lo sabe hacer y lo viene haciendo durante estos tres años anteriores, sin embargo, no es una opción porque aun si el Gobierno recibiera los fondos –que los organismos monetarios internacionales siempre están dispuestos a prestarle a países atrasados como Colombia para luego cobrarles cerrándoles sus democracias tal y como ocurrió con Grecia, Portugal y España- no los puede gastar porque existe una limitación constitucional: la regla fiscal.

Esto, por supuesto, implicaría unos cambios constitucionales que el Gobierno podría proponer al Congreso: una minirreforma técnica que seguramente no tendría tanto rechazo popular.

Recurrir al dinero ahorrado:

Otra alternativa que tiene el Gobierno es recurrir a los ahorros que tiene la nación, por ejemplo, reservas internacionales.

Pero esa opción, buena dada la tasa de cambio actual, tiene varios problemas. El primero: esas reservas internacionales casi que son una obligación que exigen las organizaciones prestadoras internacionales.

El segundo: que dado que esas reservas ya son un activo contable no es posible gastarlas sin que se siga violando la Regla Fiscal. Es decir, esta alternativa precisa también de una mini-reforma tributaria.

Activar la economía por el lado de la demanda:

Esta opción consiste en inyectarle dinero a la economía real para reactivar la demanda agregada y así generar movimiento, de tal manera que se generen más impuestos, lo que tendría dos efectos, más efectivo circulando, pero, sobre todo, menos déficit fiscal a largo plazo.

Esta opción tiene varias formas de ejecutarse: una, por ejemplo, liberando parte de los dineros que tienen los colombianos ahorrados en fondos de pensiones; dos, asignando cupos de dinero a las medianas y pequeñas empresas de tal manera que estas incrementen su producción, más aun, sus demandas de insumos y así reactiven otros sectores de la economía.

Sin embargo, es una opción con problemas porque significaría que el Gobierno espere para recibir los recursos, lo que, por supuesto, Iván Duque no quiere hacer dado que lo que necesita es gastar en vísperas de las ya inminentes elecciones.

Amanecerá y veremos. En todo caso las protestas lejos de menguar parecen orientarse a ataca la reforma de la salud que cursa trámite en el Congreso y que será –seguramente– aprobada este próximo martes en plenaria conjunta de Cámara y Senado.

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