La guerra, Colombia y el fútbol
El 1 de septiembre de 1932 un comando del ejército peruano entra al puerto de Leticia, toma como prisioneros a las autoridades locales e iza la bandera peruana donde antes estaba la colombiana. La acción no demoró más de veinte minutos, pero fue el comienzo de un conflicto con Perú que se venía caldeando por el abandono colombiano a sus fronteras en la cuenca amazónica y por el poder absoluto de la cauchera peruana Casa Arana en la zona.
El problema se remontaba a comienzos de siglo por la falta de delimitación de la frontera, pues ya en 1911 tropas peruanas se habían tomado una base militar en Caquetá. Este hecho hizo que se firmara el tratado Lozano-Salomón, para fijar los límites, y en el marco del panamericanismo de los 20 todo había transcurrido con normalidad.
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Sin embargo, el marcado centralismo que había dejado la constitución de 1886, sumado a la total falta de interés de los gobiernos nacionales por los territorios surorientales del país, cuya característica selvática y hostil no presentaba atractivo para el desarrollo económico, había hecho que Perú viera y aprovechara todas las posibilidades que Colombia no había visto: la explotación del caucho y el domino comercial del río Amazonas.
La Guerra con Perú no fue la primera de Colombia con una nación vecina, pero sí fue la última y la más importante, y por eso, en tiempos de guerra en Europa, vale la pena recordar cómo fue y el impacto cultural que tuvo, especialmente en nuestra concepción de nación y en nuestra relación con el deporte.
Tras varios meses en los que el gobierno y los medios, inocentemente, pero siempre aduciendo el espíritu civilizado de Colombia, no podían creer la desfachatez peruana y su falta de diplomacia al no dar explicaciones sobre el hecho, los gritos de guerra inundaron el país.
El 6 de noviembre se organizó un partido de fútbol entre los mejores jugadores bogotanos para recolectar fondos para defender la patria. Este partido daría pie para la creación, un mes después, de la Liga de Fútbol de Bogotá.
Sólo en Diciembre, tres meses después de la toma, Olaya ordena al ejército que recupere Leticia de sus invasores.
El Tiempo propone en enero de 1933 que los deportistas sean los primeros reservistas por su integridad física y el país entero se une en un sentimiento patriótico en contra de los peruanos.
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La dificultad de acceso a la zona, producto del abandono del gobierno colombiano, hizo que sólo hasta marzo el ejército nacional se enfrentara al peruano venciéndolo en las escaramuzas de Tarapacá y Güepí, y en mayo de 1934 se firmó la paz con el protocolo de Río de Janeiro en el que, si bien el presidente Olaya había demostrado su sapiencia diplomática y el país había resultado vencedor, Colombia terminó perdiendo una buena parte de Amazonía y los colombianos habían generado un gran recelo frente a los peruanos que fue maquillado por la prensa con frases como que “el sentimiento colombiano no es contra el noble pueblo peruano sino contra sus dirigentes”.
Ese sentimiento sería recogido años después al disputarse en Bogotá los I Juegos Bolivarianos. Los deportistas peruanos, que en un comienzo estaban temerosos de venir esperando actos violentos en su contra, llegaron a la ciudad, que celebraba sus 400 años con este evento, como favoritos en todas las disciplinas después de recibir algunas agresiones en el camino desde Buenaventura.
Una selección de fútbol había sido conformada desde 1937 con los mejores jugadores de cada región, para hacerle frente al poderoso equipo peruano que estuvo cerca de coronarse campeón en las Olimpiadas de Berlín en 1936.
Los equipos colombianos habían tenido malas experiencias con los peruanos que, desde 1929 cuando vino el Ciclista de Lima, generalmente ganaban, y por goleada. Precisamente en un partido entre este equipo y el bogotano Medicina (uno de los grandes equipos de la ciudad en la era preprofesional), el público, decepcionado y triste por la impresionante superioridad de los peruanos, que jugando sin esfuerzo ganaban 4 goles por 0, empezó a insultar y a chiflar a los visitantes.
Estas continuas derrotas frente a los peruanos hicieron que se publicaran antes de la guerra varias columnas patrióticas exigiendo un mejor nivel para el fútbol colombiano: “La situación de Colombia en asuntos deportivos con respecto a la mayoría de las naciones americanas, no puede continuar en esa inferioridad dolorosa que hiere necesariamente nuestra susceptibilidad de patriotas y nos coloca en el menos envidiable lugar”.
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Pero la situación de los Juegos Bolivarianos era diferente pues, en primer lugar, se trataba de una representación nacional y no de un club y, lo más importante, el pueblo colombiano esperaba que su selección le ganara a la peruana por el honor de la patria.
Para eso el Ministerio de Instrucción Pública había contratado al director técnico argentino Fernando Paternóster, quien había sido parte de la selección subcampeona del mundial de 1930, y le había encargado a las ligas departamentales que cedieran a sus mejores jugadores.
Esto representó una lucha en el terreno de lo impreso entre los periódicos de cada región que exigían la presencia de sus respectivos jugadores en la selección de 22 integrantes. Finalmente Paternóster seleccionó a 11 costeños y a 11 jugadores del interior para conformar la que sería la segunda Selección Colombia de la historia.
La suerte quiso que el partido inaugural del evento fuera precisamente Colombia vs Perú y el resultado no pudo haber sido peor: en el Estadio Nacional El Campín, inaugurado para el evento, Perú derrotó a Colombia por 4 goles contra 2.
La indignación fue general y los diarios alzaron su voz de protesta: “Los dirigentes tuvieron en sus manos la manera de preparar un equipo nacional de primera calidad, tuvieron entrenadores, campos, dinero y jugadores. En la etapa final nos han presentado un “saldo” de equipo de fútbol”, fue la editorial en El Tiempo del 19 de agosto de 1938.
En todos los medios se adujo que la inexperiencia del equipo, en comparación con la trayectoria de los peruanos, fue determinante. El presidente Eduardo Santos felicitó personalmente al embajador peruano por tener un equipo que representase tan bien los colores de su país y el pueblo colombiano quedó desconsolado. Y mucho más aún cuando en las otras disciplinas de los juegos, con algunas excepciones, los vencedores también fueron los peruanos.
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La única revancha que Colombia tuvo de la Guerra de 1932 fue el partido en el que la selección de baloncesto masculino le ganó el oro a la peruana en la primera hazaña deportiva de un equipo en la historia del país.
En este evento se dio por primera vez una identificación de identidad nacional con un equipo deportivo. El objetivo de la constitución de 1886, convertir al país en un Estado-Nación unificado, se lograba por primera vez en el deporte y producto de una amenaza militar externa reflejando, como lo plantean Damo y Oliven, que los Estados-Nación constituyen su fuerza en la lealtad y el respeto a los símbolos patrios, el ejército y sus selecciones deportivas nacionales.
Al finalizar los juegos, a pesar de que no se había obtenido la victoria general pues Colombia quedó segunda después de Perú, el balance fue positivo pues se dio a conocer el nombre y una imagen cordial y positiva de Colombia en el resto del continente y se mostró que las cosas debían mejorar si se quería dejar el nombre del país en alto.
El presidente Santos cerró los juegos con un discursó en el que dijo: “Oportunidad magnífica para acercarnos y conocernos ha sido la de este admirable torneo, en que han prevalecido la hidalguía y un generoso y fecundo anhelo de emulación, tan útil para el desarrollo y estímulo de todas las cualidades que enaltecen la personalidad humana”.
Ese “anhelo de emulación”, para muchos, era la constitución de un campeonato de fútbol profesional como el que existía en Perú o en los países suramericanos más avanzados en la materia como Argentina y Brasil. Se necesitaba calidad para no volver a ser humillados de esa forma, y el dinero podía comprar calidad.
Esa idea no tardaría en desarrollarse bajo unas condiciones particulares y únicas de nuestro país, pero esa historia se las cuento otro día.
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