¿El fin de la pesadilla?
La semana final de la campaña estuvo dura. Los petrovideos fueron un golpe duro contra la campaña de Gustavo Petro y así lo reconoció la cúpula del Pacto Histórico, que resolvió aventarles a las fieras la cabeza de Roy Barreras, un fusible oportuno para preservar la imagen de Petro. Por fortuna, Rodolfo rompió el bozal que le pusieron sus asesores, siguió desvariando y sus barbaridades amortiguaron el impacto de los videos.
Varios analistas subrayaron la gran paradoja de esta campaña: Rodolfo Hernández, el candidato del establecimiento y de todos los jefes políticos que lo respaldaban en las sombras, hablaba como un revolucionario enloquecido y ofendía la Ley, a varios gremios, a sus socios políticos e incluso a los símbolos sagrados, mientras que Gustavo Petro, “el guerrillero”, hablaba un lenguaje correcto y prometía respetar las leyes, la Constitución, el libre mercado y los derechos de sus contradictores. Al lado de Hernández, Petro parecía un candidato conservador.
El domingo todos sufrimos, ellos y nosotros. Los primeros boletines de la Registraduría nos cayeron como un baldado de agua fría. Hernández picó en punta. Luego vino la remontada, de pronto hubo una interrupción de los boletines y apareció en pantalla el extra que puso a llorar de alegría a medio Colombia: “¡Gustavo Petro es el presidente electo de los colombianos!”.
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En mi casa, en millones de hogares de las ciudades, en centenares de pueblos y veredas, los petristas respiramos aliviados: por primera vez en muchos años habíamos ido a las urnas a votar por un candidato, no contra alguno, como lo habíamos hecho toda la vida, y ahora teníamos un presidente que sentía y hablaba como un estadista, y teníamos una vicepresidente espléndida que rompía todos los modelos y nos enseñaba cosas vitales, y un movimiento político que seguía una partitura moderna y humana, la melodía de una ilusión, de un sueño nacional.
Por la noche escuchamos con un nudo en la garganta los discursos de la victoria. Primero habló Francia Márquez. El estrado era negro. Hombres negros y mujeres negras vestidas con trajes de muchos colores. Francia puntuó su discurso de ocho minutos con frases cortas y precisas que contenían una enumeración de gratitudes y ejes políticos.
Saludó a cada una de las etnias y sectores que fueron claves en el triunfo: negros, indígenas, profesores, cuidadoras, comunidad diversa. Saludó a todos los movimientos que participaron en la pequeña coalición del Pacto Histórico contra “el resto del mundo”. Saludó a los nadie, a “la gente de las manos callosas“. A su gente del Cauca, de la Costa Pacífica y del Caribe. Repitió su eslogan, quizá el más bello de la historia política del mundo, “Soy porque somos”, esas tres palabras que ponen el centro del Yo en el Otro, en la solidaridad, en la especie, no en el individuo; es una ecuación filosófica, una expresión que parece griega o alemana pero que en realidad viene de África, donde empezó todo.
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Dijo que asistíamos a un momento histórico, y el adjetivo no era retórico: asistíamos al triunfo del primer movimiento popular en 200 años de vida republicana. Para disipar cualquier duda, dejó en claro que este será “el gobierno de la reconciliación nacional”. Mencionó dos fuerzas claves en el triunfo: los jóvenes y las mujeres. Subrayó que este gobierno centrará esfuerzos en defender la dignidad del pueblo y la justicia social, y que ella luchará especialmente por erradicar el racismo y el patriarcado estructurales. Cerró su corta intervención mencionando la razón de ser de su vida, el cuidado de la madre tierra, “la casa grande”.
Oyéndola, resulta claro dónde reside la fuerza del Pacto Histórico: es el movimiento más incluyente en los anales del país.
Luego llegó Gustavo Petro y el Movistar Arena tembló. Fue como rescatar por 42 minutos la memoria, los sueños y las imágenes de Gaitán y de Galán. Bueno, Petro no tiene la poesía retórica de Gaitán, es verdad, ni la carismática elocuencia de Galán. Lo suyo es una potencia serena, un orden verbal, una mística, una trayectoria impecable (incluyo aquí el honor de haber sido guerrillero frente a unas élites de muy dudosa reputación).
Su discurso giró sobre tres ejes: la paz, la justicia social y el desarrollo sostenible. Petro dejó en claro que su gobierno no será revanchista, que trabajará por la unidad nacional (un trabajo que ya había empezado el viernes anterior bajo la batuta de Alejandro Gaviria en el Hotel Marriot de Bogotá), pero no evitó los “terrenos minados”: le reclamó al fiscal libertad para los miembros de la primera línea detenidos durante la semana y le exigió a la procuradora el levantamiento de las sanciones a los alcaldes por presunta participación indebida en política.
¿Pisó líneas rojas? Sí, pero puede hacerlo porque aún no es presidente. Y porque es Petro un señor sin pelos en la lengua y sin rabo de paja.
La frase central de su discurso fue esta: “Vamos a sacar a Colombia de la premodernidad y a buscar el desarrollo del capitalismo”.
Su discurso cobró vuelo internacional cuando dijo que trabajará por la creación de un foro latinoamericano sin exclusión de ningún país, y que Colombia merece una recompensa especial por el mantenimiento de esa “esponja” de absorción de calentamiento y contaminación que es el Amazonas. Con esta carta en la mano, renegociará los tratados comerciales y ambientales con Estados Unidos y con la Unión Europea.
Anticipó que su administración tendrá una oposición “férrea” (actitud que ya empezó a sentirse esta semana en algunos medios y en la extrema derecha) pero abriga la esperanza de seducirlos con pedagogía, resultados y amor. Nota: la llegada del Partido Liberal a la coalición de gobierno, adhesión que se está cocinando en el momento en que escribo estas líneas, despejaría el panorama de la política interna para el Pacto Histórico y le garantizaría las mayorías en ambas cámaras.
Con todo, no las tendrá fácil el nuevo gobierno. Desmontar el Esmad y pasar la Policía a la cartera del Interior, por ejemplo, no son proyectos que les hagan mucha gracia a los generales. El narcotráfico es un delito trasnacional cuya solución no pasa por estas latitudes. La necesarísima reforma rural integral plantea desafíos titánicos. Pasar de los combustibles fósiles a las energías limpias puede tardar más de los doce años que ha calculado Gustavo Petro.
Armar una coalición gobiernista en el Congreso implicará moderar muchos puntos de su ambicioso programa e incluso entrar en los resbaladizos terrenos de la “mermelada”. El viejo axioma, la política es el arte de lo posible, volverá a jugar. El arte de Petro y de su equipo consistirá en negociar con la oposición y con la coalición sin defraudar demasiado las altas expectativas que la campaña generó.
Mi sueño, como columnista y como ciudadano, apunta a que mis planas dejen de ser un memorial de agravios, una contabilidad de chanchullos y una procesión de masacres y se conviertan en ejercicios de reflexión sobre la mejor manera de orientar las políticas públicas. Será lindo confrontar la evidencia científica y lo que opinen los colegas y poner luego por escrito mis propias conclusiones.
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¿Los transgénicos son sustancias satánicas todas, o hay que mirar caso por caso y tasar con cuidado los volúmenes de producción para no afectar la biodiversidad? ¿Existe una fórmula que nos permita conservar la intermediación de las EPS sin que el sistema tenga que soportar este oneroso actor? ¿Seremos capaces de pasar de la minería extractiva a una minería asociada a una industria nacional en un plazo no muy largo? ¿Cómo cerramos la brecha entre educación privada y educación pública, entre la citadina y la rural? ¿Vamos a formar sabios, empresarios, emprendedores, ciudadanos exitosos o solidarios? ¿Existe alguna receta que combine lo mejor de estos mundos?
El Pacto Histórico logró el triunfo gracias a una estrategia que interpretó las ansiedades de etnias y estratos tradicionalmente excluidos de los beneficios del progreso y de las utilidades de la economía.
Ahora deberá lidiar con otros sectores; deberá convencer al 1 por ciento más rico de que tribute de manera menos estítica; a otro vasto sector deberá persuadirlo de que las políticas sociales justas, es decir, las inversiones en salud, vivienda y educación públicas, tienen unas tasas de retorno que nos benefician a todos, a ricos y a pobres, en términos de productividad, salubridad y seguridad; y finalmente deberá lidiar durante sus cuatro años con un porcentaje que nunca entenderá estas razones por mezquindad, por fanatismo o por sus conflictos de interés.
Este sector es amplio y poderoso y no será fácil derrotarlo ni seducirlo. Aquí reside uno de los tres graves escollos del éxito del gobierno de Petro. El segundo escollo estriba en la financiación del ambicioso y generoso programa de gobierno, y el tercero reside en la capacidad el equipo de gobierno. ¿Podrá Petro armar el equipo de los miles de personas dotadas con el talento y la probidad necesarias para construir la Colombia que soñamos? Mi respuesta es sí. Somos un país tan rico que vio crecer su clase media hasta hace poco, y a pesar de las venas rotas de la corrupción.
Y siento en el ambiente, y por primera vez en mi vida, que los colombianos tenemos por fin un proyecto de nación, una masa madura políticamente, un líder que lee muy bien las ansiedades del pueblo y las tendencias del mundo. Además, en la calle y en las redes siento latir unas ganas infinitas de trabajar juntos y dejar atrás la ignominiosa pesadilla que urdieron la ambición y la mezquindad de las élites en los últimos setenta años.
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4 Comentarios
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Tantos acontecimientos en esta gloriosa semana en Colombia hicieron que descubriera la columna del maestro Londoño dos días después de publicada. En estos dos días otro montón de sucesos acaecieron para bien de la Patria.
Degusto con mucho placer este texto que expresa el latir de un pueblo oprimido celebrando con júbilo la llegada de la esperanza.
Solo encontré una proposición negativa que pudo ser un gazapo, cuando el ilustre Julio Cesar dice “empresarios exitosos o solidarios”, como si unos y otros se excluyeran en la visión del Presidente Petro, y creo que no. Habrá y de hecho hay, empresarios que triunfan en sus expectativas negociales de la mano de sus trabajadores, y con el apoyo de estos, de forma solidaria. El modelo de empresa verdaderamente exitoso no excluye la solidaridad, la promueve.
En todo lo demás que aquí se dice me sumo en eco y brindo por una Colombia mejor, por este nuevo aire para todos.
De acuerdo con tu precisión, Clemencia. Gracias!