Carta a Héctor Abad Faciolince sobre su novela ‘Salvo mi corazón, todo está bien’
No tengo otro medio de contacto con usted, Héctor Abad, sino a través de este portal digital donde escribo semanalmente una columna de opinión y donde espero lea usted mi carta.
En primer lugar, quiero informarle que, gracias a mi muy querida amiga María Victoria García de Cruz, quien dirige uno de los más importantes teatros del suroccidente colombiano como es el Jorge Isaacs, obtuve la novela de su autoría Salvo mi corazón, todo está bien. Debo también decirle que me regaña a diario, pero soy incorregible, mas ella es persistente y ahí vamos. Lo que sí es que siento que se alegra cuando acierta con el libro que me obsequia. Para ella, y para usted, estas líneas.
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Escéptico en abordar su lectura, más por mi distanciamiento frente a algunas posturas políticas suyas expuestas en varios medios de comunicación, como también por lo sucedido en Ucrania con el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo, me decidí a leerlo. De usted sólo había leído El olvido que seremos, Tratado de culinaria para mujeres tristes, sus columnas dominicales en El Espectador y la película y documentales que sobre su papá y su libro han realizado.
En fin. Inicié la novela y fue un encantamiento desde el primer renglón. ¡Ah!, olvidaba que había visto una entrevista sobre esta novela que le realizó una actriz hace algunos meses, en unos encuentros que llaman híbridos (presencial y virtual) que programa El Espectador.
Cada renglón es una obra de arte que refleja la erudición y el oficio que solo da el ejercicio de la escritura y la lectura a través de los años. Impecable, cada verbo, cada detalle tratado de manera pulcra y precisa en el lenguaje.
Me preguntaba cada noche, al reiniciar la lectura, ¿cuánto tiempo habría usted dedicado a cada página? Suponía que sucedió lo mismo que en Basura, una de sus novelas —que tengo ya en lista para leer—: desechaba páginas y páginas de textos-borrador.
Sobre todo, aquellas páginas que detallan asuntos de cardiología, de medicina, de teología, de ópera, de cine. Porque el libro es eso, una amalgama de letras cargadas de arte, de sapiencia cultural, de teología, de clases de literatura y música.
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No puedo dejar de subrayar que las traducciones simultáneas que hace de los textos operáticos fueron un verdadero acierto, facilitan el entendimiento y atrapa a quienes no somos expertos en la ópera.
Me sorprendía cada vez más. Por ejemplo, cuando explica de manera tranquilla, sencilla, algunas patologías cardíacas que, si no fuera por su bella explicación, quedaría el lector perplejo y más confuso que antes de leer el párrafo.
Yo, que no soy muy de la ópera, estaba fascinado con sus clases; claro, dictadas por “el gordo” Córdoba, el sacerdote de la novela, que esperaba el trasplante de corazón.
Además, supo —como escritor y creador— atemperarse a los actuales tiempos de redes sociales con una novedad. Incluir en algunos capítulos enlaces (a través del código QR) que llevan al portal de YouTube, para ver la ópera a la que refería en las líneas de la novela. Acierto indiscutible.
El título no podía ser mejor. Recoge ese sentir del padre Luis Córdoba, ese personaje que ya para mí es entrañable (como Marcelino Quijano y Quadra, el personaje de Constaín en Cartas cruzadas).
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Quiero decirle, Héctor Abad, que a mí también se me murió el padre Córdoba en el mismo instante en que usted lo fue llevando lentamente a la eternidad, como dirían los religiosos. Ese episodio, más lo registrado en la historia clínica y todo el rito alrededor de la muerte, fueron un momento conmovedor que me estremeció. Eso es la literatura y el arte.
Seguramente más de un lector tiene sensaciones distintas al leer la misma página, mas el cura Córdoba es inmortal y su sabiduría la llevo cuando empiezo a escuchar algunas de las melodías que allí se citan. Incluso, estoy sacando en limpio el listado de películas que el cura referencia en la novela, para entrar a conocerlo un poco más.
Esta novela debe ser premiada, debe ser exaltada, no solo en Colombia, sino en hispanoamérica.
No la quiero releer por estos días. Quiero dejar que pasen algunos meses para volver a ella. Pero, en el entretanto, le pido que acepte venir a Cali, presentar la novela en alguna reunión de amigos interesados en leerla y, desde ya, un grupo de amigos están dispuestos a cubrir lo necesario del traslado y hospedaje, para la fecha que usted a bien considere.
Con mi admiración y gratitud por reafirmarme el valor de las letras.
Atentamente,
Leonardo Medina Patiño
Exsubsecretario de Patrimonio, Bibliotecas e Infraestructura Cultural de Cali.
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1 Comentarios
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Bello escrito Leo! He quedado con muchas ganas de leer la obra! Gracias!!