Hiroshima y los 78 años de la bomba atómica

A las 8:15 a. m. de este domingo 6 de agosto hubo un momento de silencio en el Parque Memorial de la Paz en Hiroshima (Japón). A esa hora, hace 78 años, el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó la bomba de uranio que detonó sobre la ciudad.

Japón marcó el domingo 6 de agosto el aniversario número 78 del bombardeo atómico en Hiroshima, que mató a casi 140.000 personas, en 1945, según cifras de EE. UU; sin embargo, el país asiático aseguró que los muertos fueron medio millón.

En la ceremonia se destacó la tradicional Declaración de Paz entregada en el Parque Conmemorativo de la Paz por el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, informó Kyodo News, con sede en Tokio (Japón).

Al elogiar la histórica visita de los líderes del Grupo de los Siete, en mayo, al parque japonés y su museo de la bomba atómica, Matsui instó a los políticos a abandonar la idea de que las armas nucleares impiden la guerra.

El espantoso legado nuclear ocupó un lugar central en la última cumbre del G-7 de las principales economías en mayo, en Japón.

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Los líderes de todo el mundo deben enfrentar la realidad de que las amenazas nucleares que ahora expresan ciertos formuladores de políticas revelan la locura de la teoría de la disuasión nuclear“, dijo Matsui, y agregó: “Deben tomar medidas concretas de inmediato para llevarnos del presente peligroso hacia nuestro mundo ideal“.

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Cenotafio para las víctimas del primer bombardeo atómico del mundo, en el Parque Memorial de la Paz en Hiroshima, Japón, el 5 de agosto de 2023. | Foto: David Mareuil / Agencia Anadolu.

El primer ministro japonés, Fumio Kishida, presente en el evento, dijo: “El camino hacia el desarme nuclear se ha vuelto más peligroso debido a la profundización de las divisiones internacionales y las amenazas nucleares de Rusia“.

Es crucial revitalizar el impulso internacional hacia un ‘mundo sin armas nucleares’ una vez más“, agregó.

El horror

Han pasado 78 años desde que Estados Unidos lanzó bombas atómicas sobre Hiroshima, en el Pacífico, el 6 de agosto, y Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial.

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El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, hace una reverencia durante la ceremonia en el Parque Conmemorativo de la Paz, en Hiroshima, en el aniversario número 70 del primer bombardeo atómico del mundo. | Foto: David Mareuil / Agencia Anadolu.

El 6 de agosto de 1945, un solo avión lanzó Little Boy, la bomba nuclear que acabó con el 80 por ciento de Hiroshima y mató de manera inmediata a 80.000 personas y a otras 140.000 en los meses posteriores.

Ante la noticia, el consejo de guerra del emperador, influenciado por el fanatismo de los militares, sugirió continuar la guerra en espera de una batalla decisiva en suelo japonés que ocasionara tantas bajas a los aliados como para que accedieran a una rendición negociada. La estrategia era evitar un humillante acuerdo de capitulación incondicional, como el impuesto a Alemania.

Se sabe que la razón por la que el entonces presidente de EE. UU., Harry Truman, ordenó el uso de bombas atómicas fue para contrarrestar la amenaza soviética en el este de Asia y Europa del Este, así como para hacer una demostración de fuerza a la URSS.

Mientras que los estadounidenses anunciaron que el número de muertos por los bombardeos atómicos era de 117.000, los japoneses dijeron que se acercaba al medio millón. Los sobrevivientes, llamados Hibakusha, sufren de cáncer, desfiguración y otras enfermedades difíciles de tratar.

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La inminente capitulación supuso una conmoción difícil de asimilar para la militarista sociedad japonesa, que tres años antes vio a sus ejércitos ocupar gran parte del continente asiático y encumbrar el poderío de su imperio hasta límites insospechados. Los hechos en Hiroshima y Nagasaki acabaron con esa idea de superioridad.

Miles de soldados y civiles optaron por poner fin a sus vidas mediante el seppuku, la antigua forma de suicidio ritual samurái. Algunos fueron más allá. El 14 de agosto de 1945, un grupo de extremistas militares, bajo las órdenes del mayor Kenji Hatanaka, intentó arrestar al emperador para evitar que grabase el discurso de capitulación que sería transmitido por radio a toda la nación.

Mientras que los estadounidenses anunciaron que el número de muertos por los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki fue 117.000, los japoneses dijeron que se acercaba al medio millón.
Mientras que los estadounidenses anunciaron que el número de muertos por los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki fue 117.000, los japoneses dijeron que se acercaba al medio millón. | Foto: CIDH México.

El emperador Hirohito usó a centenares de niños soldados en misiones suicidas durante los últimos meses del conflicto. Tal es el caso de Yukio Araki, que, con solo 17 años, impactó su avión contra un navío de la armada estadounidense que se aproximaba a la isla de Okinawa. El joven pereció en el acto, matando a 66 tripulantes de la embarcación.

El resurgimiento

Japón aún es el único país del mundo que ha experimentado los horrores no de una, sino dos armas nucleares utilizadas contra ciudades pobladas. Sin embargo, surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial para convertirse en una de las economías más grandes y dinámicas del mundo y en un fuerte aliado de EE. UU.

Quizás más importante para sus ciudadanos, Japón se ha convertido en una democracia avanzada e industrializada con elecciones periódicas y una prensa libre. De hecho, la nación asiática ha obtenido recientemente una clasificación más alta que los EE. UU. en varias medidas de instituciones democráticas.

Los observadores se han concentrado regularmente en el “milagro” económico de posguerra, pero esta trayectoria del fascismo y el imperialismo a una nación democrática estable plantea otras preguntas interesantes, incluyendo cómo Japón evitó el sentimiento antiestadounidense y también navegó por un fuerte desarrollo económico tras su derrota, al final de la Segunda Guerra Mundial.

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Según Daniel P. Aldrich, profesor y director del Programa de Estudios de Seguridad y Resiliencia en la Universidad del Noreste, en México, la rendición forzada de Japón, tras el lanzamiento de armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, abrió Japón a influencias externas, especialmente norteamericanas, como lo habían hecho los Black Ships del comodoro Matthew Perry, a fines del siglo XIX.

Los ocupantes aliados, como Beate Sirota Gordon, consagraron valores progresistas en instituciones, incluyendo la Constitución de Japón, y ayudaron a desarrollar la capacidad entre las élites prodemocráticas, por ejemplo, con los derechos de las mujeres.

Con sus oponentes políticos (conservadores y militares), en gran medida, excluidos de la política, esta nueva generación de líderes podría realizar cambios rápidos y de gran alcance. Y debido a los lazos con EE. UU., y su creciente interés en un bastión democrático contra el comunismo en el este de Asia, Japón creció económicamente.

A medida que los salarios y la clase media se expandieron, los actores de mentalidad democrática ganaron legitimidad y mantuvieron el fuerte apoyo de la población que se vio capaz de asumir los patrones de consumo de la clase media e impulsar aun más la economía.

En lugar de ser visto como un enemigo al que odiar, EE. UU. pasó a ser visto como un fuerte aliado con valores democráticos similares, con unos 43.000 miembros de su personal militar repartidos por todo el país, e incluso, controvertidamente, en Okinawa, junto con intercambios comerciales, culturales y académicos regulares mantuvieron a las naciones entrelazadas.

En resumen, la democracia japonesa floreció, al igual que el sentimiento pro estadounidense, a pesar de un período de más de 10 años de imperialismo agresivo y una derrota nacional, debido a una combinación de instituciones democráticas resilientes, liderazgo de la sociedad civil desde abajo y activismo.

Con Agencia Anadolu

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