Adiós a La Hora 25

Uno de los espacios históricos de artes escénicas de Medellín cerró, ahogado por las deudas y sin respuestas a un plan de salvamento que sus miembros presentaron en 2022 a la Alcaldía de Medellín.

Uno de los históricos espacios de artes escénicas de Medellín dijo adiós. El Teatro La Hora 25 cerró las puertas de su sede, ubicada en el sector de La América, en la zona centro occidental de la gran “urbe paisa”. El hecho es un fracaso de ciudad. Este es un fracaso del teatro, de las comunidades, de todos los que alguna vez visitamos el lugar. Y, sobre todo, es un fracaso de la relación gobierno-artistas.

El grupo le dijo “no más” a tener su propia sala, renunció a su programación continua, y decidió vender su espacio, porque no pudo continuar con él abierto, ya que las deudas que había adquirido desde la llegada de la pandemia de la covid-19 no hacían sostenible su actividad.

Cerraron después de que, en 2022, presentaron un plan de salvamento de su espacio a la Alcaldía de Medellín, que jamás tuvo apoyo, ni contó con voluntad política. Es más, el actual secretario de cultura de Medellín, Álvaro Narváez, estuvo allí sentado, en La Hora 25, y se dio cuenta de la situación. Hay un vídeo en el que dice que ese espacio es muy importante para la capital antioqueña y alaba su potencia.

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Los integrantes del colectivo dicen que van a seguir circulando con sus obras, haciendo procesos de formación, pero que no pueden más con 400 millones de deudas a cuestas y sumando intereses, ya que no han podido pagar esta suma y además tienen la necesidad de miles de recursos más para, por ejemplo, hacer las reformas locativas que requiere la casa, que habitan desde 1999.

Entre otros daños, el techo tiene riesgo de caerse a pedazos, como lo muestran las grietas que señala la maestra Carola Martínez Bandera, su directora actual, mientras recorre el espacio, donde hasta pusieron en venta libros, vestuarios, afiches de sus obras y otros elementos, en una pequeña venta de garaje que armaron, en su deseo de intentarlo todo.

Antes de hablar de la crisis institucional que evidencia el cierre de La Hora 25, antes de decir que este es otro ejemplo de lo mal que va el sector artístico de la ciudad desde la llegada al poder del actual alcalde, Daniel Quintero, viajemos en el tiempo y recordemos lo que su fundador propuso cuando decidió crear este grupo, en 1989, hace 34 años.

Foto Teatro La Hora 25
Foto: Teatro La Hora 25

Charlas con Farley

Es un día de 2013 -un día más de programación- y unas cuantas horas antes de abrir las puertas, su fundador, el camaleónico dramaturgo Farley Velásquez, de mal calculados 1,80 centímetros de altura y cabello largo, bromea sentado en las butacas, con su voz ronca y a alto volumen, que el nombre de “La Hora 25” es una poesía, una dolorosa, porque: “por más bello y poético que suene, nos recuerda que todo pasará, hasta nosotros, hasta nuestro teatro, si así lo decide aquello en lo que creamos, hablan algunos de destino, yo quiero creer en el tiempo, en el tiempo duro y crudo, que para todos pasa”.

Puedo cerrar los ojos y ver su sonrisa burlona, pero a la vez su mirada de profeta. Me explicó aquella vez Farley que el Teatro La Hora 25 fue bautizado tras sus lecturas al autor rumano Constant Virgil Gheorghiu, quien planteaba en su literatura  que “La Hora veinticinco” no era “la última hora, sino una hora después”. A Velásquez le llamó la atención cómo el escritor planteaba que “había un  tiempo preciso en la Sociedad Occidental” y que esa hora después de la 24 era “la hora actual, la hora exacta”.

Con ese nombre, los espectadores de Medellín pueden recordar cientos de montajes, como Macbeth, Hamlet y Ricardo III, que rompieron los esquemas de la actuación y la escenografía. Alguna vez hubo inodoros instalados a altura en el escenario, por ejemplo, porque la carga del dramaturgo no sólo estaba en que sus actores hablaran más fuerte que los de otros colectivos y con la fuerza que él emanaba, sino que la construcción visual y el choque de sentidos le interesaban.

Brillaron en festivales nacionales e internacionales. Recibieron premios, menciones, placas y a miles de personas, que hasta hace unos meses siguieron asistiendo a ver sus montajes, hasta que se murió su fundador. Quizás, ahí empezaron a padecer.

Farley Velásquez (Cortesía)
Farley Velásquez (Cortesía)
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La paradoja del secretario

Uno de los momentos trascendentales del Teatro La Hora 25 fue la muerte de Farley Velásquez en 2015. Homenajes fueron y vinieron cuando el líder del grupo se fue para siempre. Algunos dijeron ser sus seguidores, sus herederos, sus admiradores, como el secretario Narváez, que cada que se conmemora un aniversario de la muerte de Farley repite sus frases, a través de las redes sociales.

Es que -paradójicamente- se están cerrando teatros en Medellín cuando su secretario de Cultura es un teatrero.

Todo se puede entender al reconocer que lo que pasa en esta ciudad es que hay una disputa ideológica en el ambiente, que, con cierres como este, van perdiendo quienes tienen salas de teatro. El secretario defiende a quienes, como él, nunca han tenido una sala abierta al público, sino que se denominan “grupos sin sala”.

Según el funcionario, durante décadas las salas de teatro se han quedado con los recursos públicos y no personas como él, que tienen un grupo escénico pero no una sede y van por ahí buscando dónde presentarse, qué proyectos hacer y a qué convocatorias aplicar.

Por ello, hoy la distancia entre las salas y la Secretaría de Cultura de Medellín es amplia, tanto que no hubo voluntad para salvar a los teatros que desde 2021 vieron como insostenible la situación.

Parecería que es un castigo, un adoctrinamiento severo, de alguien que se ha sentido vulnerado o rechazado entre los grandes del teatro de Medellín, aunque siempre ha bebido de los dineros públicos, de una u otra manera, a través de sus intrigas en escenarios como el Consejo Municipal de Cultura.

El problema de los teatros no solo aqueja a La Hora 25. Al igual que el grupo de Farley, que desde su muerte ha defendido la maestra Carola Martínez Bandera, actriz, dramaturga y productora de amplia trayectoria; también lo tienen Ziruma, Canchimalos y Elemental Teatro, algunos con hasta medio siglo de trabajo en sus salas, en barrios o corregimientos de la ciudad, como Santa Elena.

Ese plan de salvamento que propusieron para las cuatro salas tiene sentido: como algunos saben, por cada boleta que se vende para un espectáculo público en las ciudades, los empresarios deben pagar un porcentaje que va para las salas de teatro. Es la llamada “Ley del espectáculo público”. Resulta que hay unos 12.000 millones de pesos disponibles, dice la Asociación Medellín en Escena -que agrupa veinte espacios teatrales de la ciudad- y hace dos años ya que no sale la convocatoria para que los grupos puedan adquirir una sede o hacer reformas importantes a sus espacios.

Todavía la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín no me responde: ¿por qué no aceptaron el plan de salvamento? y ¿Por qué no ha salido esta convocatoria que reclaman los dramaturgos? Según entiendo, el secretario de Cultura está en receso y hay un funcionario -sin experiencia notable como gestor cultural- que está encargado y no sabe qué decir al respecto.

Ante ese panorama, con tales recursos disponibles, los teatreros necesitan unos 6.000 millones para salvar cuatro salas y, como son generosos y se mantienen unidos luchando, proponen usar la mitad de la bolsa total que hay para ellos y sacar la otra mitad de los recursos a convocatoria para los demás. Cooperativismo. El problema es que la idea pública dominante aquí es que las salas no son importantes.

No es poco significativo que, al parecer, fue más fácil dejarlos cerrar, que comprarles funciones para que se presentaran en los equipamientos de la Alcaldía y así alivianar las deudas o alguna alianza, proyecto o estrategia. Una de las soluciones que les dieron, entre reunión y reunión, fue que hipotecaran sus espacios y siguieran sobre las tablas con las deudas al cuello.

Un ejemplo más de la crisis institucional

No es hilar delgado decir que este adiós es un ejemplo de lo mal que va la institucionalidad artística y cultural en Medellín, en la segunda ciudad más importante del país. No es solo señalar la labor de Narváez, es, sobre todo, analizar la mala relación del sector público con la sociedad civil que representan estos teatros. Esto sin detenernos en el poco conocimiento de gestión cultural, políticas públicas, alianzas público-privadas y hasta sentido común, que evidencia dejar que un lugar de la cultura se cierre.

A diferencia del secretario, cuando Farley Velásquez decidió tener su casa, su sede, su grupo, fue porque, ante las evidentes diferencias que tenía con dramaturgos importantes de aquí, decidió construir, abrir una sala en otro lado de la ciudad que no fuera el Centro, donde están sus espacios escénicos más históricos y hay mayor cantidad de oferta. Esa fue una manera de ir en contra, construyendo, aportando, no imponiendo una ideología y buscando la manera de sustentarla. Dejarlos morir es un absurdo que ni en una obra puede explicarse.

No debería haber una guerra de “sin sala” y “con sala” dirigiendo la cultura y las artes de esta ciudad, sino más bien una armonía entre ambas ideas y recursos equitativamente distribuidos para todos. El buen gestor no es el que guía a una parte del sector, sino aquel que entiende sus universos y sabe que la responsabilidad asumida es la de todos, la de quienes estén de acuerdo y la de quienes no lo estén.

La Hora 25
La Hora 25. Foto: Daniel Grajales.

Le quedó grande la gestión de las artes al “quinterismo”, así como a su secretario parece que le quedó grande decirse “teatrero” o “director de teatro”, porque no entendió que antes de su nacimiento ya había un germen muy importante aquí de hombres que, de alguna u otra manera, le ganaron la guerra a Pablo Escobar con arte, con programación, con salas abiertas para la gente y propuestas escénicas cuestionantes de nuestra realidad violenta.

Pierde todo el mundo, sobre todo la gente, entre ella los jóvenes y niños de la ciudad que pueden enamorarse al entrar a un teatro abierto.

Quizás, apenas publiquemos esta columna, saldrá el gran defensor de Narváez y de Quintero a decir lo contrario. Claro, es que el Teatro Ateneo Porfirio Barba Jacob y su director Néstor López, que son los mayores beneficiarios con que su amigo sea el secretario de cultura de Medellín, tienen que aplaudir y atacar la palabra y la honra de los demás, porque así es como consiguen réditos políticos y recursos. Sus comentarios sobre lo que hemos dicho aquí sobre otros temas no me sorprenden. No esperaba menos.

¡Adiós a La Hora 25! y todas las disculpas posibles a sus valientes, talentosos y luchadores integrantes. Quedará para la historia la infamia que comete quien ellos creían uno de los suyos, orquestado por otros iguales a él, que piensan que no estamos viendo desde afuera cómo se benefician más que otros, haciendo lo que supuestamente criticaban.

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7 Comentarios

  1. Me duele que las salas de teatro se acaben, que se mueran quienes hacen el teatro y que mientras tanto de gan estás disputas por la sobrevivencia en la ciudad. El gobierno ha hecho el teatro más vulgar y el verdadero teatro se muere sin una mano amiga

  2. Cuando llega la mamá aguila con comida los polluelos chillan para que les toque, Medellín junto con Bogotá tienen presupuesto inmenso para el arte y la cultura a veces hasta superando el presupuesto nacional, cada sala en el programa de salas abiertas tiene un presupuesto que supera el de cualquier presupuesto en cualquier convocatoria, si juntamos taquilla, salas concertadas del ministerio de cultura y el de salas abiertas, podríamos hablar de más de 150 millones al año, y siguen chillando y medios como este siguen haciendo eco, si hacemos un comparativo con las salas de otras ciudades que no tienen apoyo gubernamental y mantienen vivas las artes en su territorio, con su esfuerzo, su autogestión y su sacrificio y no chillando, hacen cosas maravillosas. Aquellas salas que esperan que les regalen su espacio, sin el menor esfuerzo, con una retórica muy poco ética, hagan el esfuerzo de construir y no esperar que les regalen.

  3. Cuando llega la mamá aguila con comida los polluelos chillan para que les toque, Medellín junto con Bogotá tienen presupuesto inmenso para el arte y la cultura a veces hasta superando el presupuesto nacional, cada sala en el programa de salas abiertas tiene un presupuesto que supera el de cualquier presupuesto en cualquier convocatoria, si juntamos taquilla, salas concertadas del ministerio de cultura y el de salas abiertas, podríamos hablar de más de 150 millones al año, y siguen chillando y medios como este siguen haciendo eco, si hacemos un comparativo con las salas de otras ciudades que no tienen apoyo gubernamental y mantienen vivas las artes en su territorio, con su esfuerzo, su autogestión y su sacrificio y no chillando, hacen cosas maravillosas. Aquellas salas que esperan que les regalen su espacio, sin el menor esfuerzo, con una retórica muy poco ética, hagan el esfuerzo de construir y no esperar que les regalen. Lo de hora 25 es diferente, la ayuda estatal es necesario, por su sacrificio, pues ya construyeron y pidieron a gritos el mantenimiento.
    Hagan el mínimo esfuerzo de investigar a fondo las intenciones, lo verdaderamente importante y lo claro del mensaje lastimero parecido al de la pobre viejecita de Tomás carrasquilla

  4. Esta claro que hay que hacer un debate abierto sobre el manejo de la cultura en la ciudad , el articulo es sesgado y parece mas bien una guerra personal, hora 25 se presento a una convocatoria en otros concursos y no fue seleccionado por los jurados,esa parte falto en el articulo.

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