La intranquilidad no encubierta del alma

La diferencia entre el lenguaje inspirado y el lenguaje explicativo es que el lenguaje inspirado te golpea el corazón y te saca de la nube de mansedumbre en la que crees saber cómo es la realidad. Quien te explica te echa encima un tarrado de falsa sabiduría, de sabiduría funcional, pasajera, bien pensante, con la que, bueno, es verdad, sales adelante, sales de la soledad y te entretienes.

Porque la verdad es que el lenguaje inspirado puede causar estragos terribles. Lo sabía Clarice Lispector. Virginia Woolf lo sabía. 

El propósito de la poesía es recordarnos lo difícil que es permanecer siendo una sola persona porque nuestra casa está abierta, no hay llaves en las puertas y huéspedes invisibles entran y salen cuando quieran” dijo alguna vez Milosz. Aunque no suene muy apacible, quizá esta sea la parte divertida de la poesía: estar siempre a la escucha de los susurros incomprensibles y hermosos del mundo. 

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Ayer fui a una tienda que abrieron en la esquina, no una tienda sino un supermercado asiático, y ver toda esa mercancía exhibida, variada, inútil, envuelta en celofán y caracteres chinos, me produjo una tristeza inexplicable. Fue porque intenté escuchar lo que esas cosas decían. Sopas instantáneas, tarros de salsas, hongos deshidratados de todos los tipos, lámparas de papel, peines y aretes plásticos: no decían nada. Era un sitio donde las cosas estaban absolutamente mudas, y esa mudez era muy distinta a la visión de las cosas envueltas en la luz de un silencio tranquilo, o amenazante, pero vivo, como el aroma que se desprende de ciertos tipos de plantas. Esa mudez de las cosas del mercado me dio más miedo que cualquier forma de lenguaje. Incluso del lenguaje que es polvo y arena seca cuando lo oímos. 

Fotografía: Tomás Corredor, Grito.
Fotografía: Tomás Corredor, Grito.

Le pregunté a la persona que estaba conmigo si alguna vez se había deprimido, en verdad deprimido; no levantarse de la cama, no querer bañarse, esas cosas, porque veía que eso nos podía pasar a todos, y porque mi papá estuvo siete años así, postrado en una cama, muerto en vida, día tras día. 

Converso con la gente amiga y siento que está bien, y me alegro y me alivio, pero también siento que en nosotros hay océanos de ansiedad y soledad, quizá impersonales, pero que nos afectan personalmente, ahora más que nunca, aunque también ahora y siempre, desde que Safo se advirtió a sí misma: “No está bien que haya lamentos en esta casa de musas. En eso no nos convertiremos”. Casa de musas es exactamente el equivalente de la casa con las puertas siempre abiertas a los extraños a la que se refiere Milosz. 

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Mil veces menos valiente que Safo, yo creí que estaba llegando al borde de mis fuerzas solo por recorrer los pasillos de un supermercado chino por completo inofensivo. Sentí que podía pasarme lo que le pasó a mi padre, y que a lo mejor iba a encontrar en esa rendición sin condiciones un descanso, al mismo tiempo que un infierno. Sabía que no podía permitírmelo. 

La poesía verdadera pone al descubierto la intranquilidad del alma, en vez de reprimirla. La poesía es lenguaje inspirado por el miedo o el amor, que tantas veces son lo mismo. Está por ejemplo este poema de Louise Glück, que había leído por la mañana y ya me había puesto en un estado extraño, antes de ver la fila interminable de bolsas de hongos secos en el supermercado chino: “La gran cosa / es no tener / una mente. Sentimientos: / ah, esos sí que los tengo; me / gobiernan. Tengo / un amo en el cielo, / se llama sol y me abro / a él, le muestro / el fuego de mi propio corazón, fuego / como su presencia”

Volví a casa. Por si acaso, llamé a un par de amigos y les hice prometer que jamás me abandonarían. Me metí a la cama. Reconocer la desgracia cerca, rondando, y el cansancio tentándome, susurrándome como una amapola al oído, me regaló la fuerza para otro día.  

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4 Comentarios

  1. Muy bello tu texto.
    Solo me queda una duda al final: “Por si acaso, llamé a un par de amigos y les hice prometer que jamás me abandonarían.” Extraña frase.

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