La muerte de Mahsa Aminila y la nueva revolución iraní

Cuarenta y nueve años después de la fundación de la actual República Islámica, el legado del líder de aquella revolución religiosa, el ayatolá Jomeini, tambalea ante multitudes iracundas que queman velos y fotos de líderes religiosos por la muerte de Mahsa Aminila.

La muerte de Mahsa Aminila, de 22 años, estando en custodia de la policía de la moral iraní, tras su arresto el martes 20 de septiembre, por no usar “adecuadamente” el hiyab (velo islámico que cubre el pelo), produjo una ola contestataria en el país asiático donde la disidencia está rígidamente controlada y la blasfemia y la apostasía pueden ser castigadas con la muerte.

En medio de la ira en las calles hacia las autoridades, el ministro del Interior iraní, Ahmad Vahidi, defiende la versión oficial. “Hasta ahora no hay pruebas de que las autoridades le hayan pegado. Estamos siguiendo de cerca el asunto para ver si hubo algún golpe. Técnicamente, los policías de la moral no tienen herramientas para golpear”, aseguró en una televisión oficial.

la joven iraní, de origen kurdo, murió tres días después de ser trasladada en ambulancia a un hospital por las autoridades iranís que la custodiaban.

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El funcionario también dijo que “se han recibido los informes de los organismos de supervisión, se entrevistó a los testigos, se revisaron los vídeos, se obtuvieron los dictámenes forenses y se comprobó que no había habido ninguna paliza”.

Sin embargo, organizaciones no gubernamentales alegan que Amini murió tras recibir un golpe en la cabeza mientras estaba detenida, una información que ha sido contradicha por las autoridades, que aseguraron haber abierto una investigación.

Por ejemplo, Amnistía Internacional rechaza los reportes oficiales y pide al mundo que tome “medidas significativas” contra la sangrienta represión.

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Adicionalmente, el padre de la joven, Amjad Amini, le explicó a la ONG que varios testigos le confirmaron que su hija fue arrastrada al interior de un vehículo policial. También niega que tuviera cualquier condición de salud.

Les pedí acceso a los videos de las cámaras del interior del coche, así como del patio de la comisaría, pero no me dieron respuesta”, precisó. Cuando llegó al hospital, no le permitieron ver el cuerpo sin vida de Masha, pero aseguró que vio magulladuras en sus pies.

Después de la muerte de la joven iraní, mujeres en todo Irán se filman cortándose el pelo y quemando sus velos en lo que supone un claro desafío a las imposiciones del régimen en vigor desde la Revolución Islámica, en 1979. En el funeral de Amini, en su localidad natal, las presentes ondearon sus hiyabs al grito de “¡muerte al dictador!”.

La represión por las fuerzas de seguridad ha dejado —según informes de la televisión estatal— al menos 41 muertos.

Pero el grupo Iran Human Rights elevó el número de muertos a 54, excluyendo al personal de seguridad, y afirmó que, en muchos casos, las autoridades habían condicionado la devolución de los cuerpos de las víctimas a sus familias a que aceptaran entierros secretos.

Los medios oficiales también han transmitido imágenes de quienes el gobierno llama “alborotadores” en las calles del norte y oeste de Teherán, así como en “algunas provincias”, y los señalan de incendiar propiedades públicas y privadas.

Cientos de manifestantes han sido arrestados, junto con activistas reformistas y al menos 17 periodistas, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), entre ellos, Niloufar Hamedi, del diario reformista Shargh, que informó sobre la muerte de Amini.

En Rasht, capital de la provincia de Guilán, las autoridades han reportado oleadas de arrestos: el jefe de policía anunció “la detención de 739 alborotadores, incluidas 60 mujeres”.

Apagón de Internet

El monitor web NetBlocks informó que la plataforma de comunicaciones Skype está restringida en el país como parte del apagón que ya también afecta redes sociales como Instagram, WhatsApp y LinkedIn.

El presidente iraní, el ultraconservador Ebrahim Raisi, afirmó que había que lidiar “con decisión” frente quienes están detrás de la violencia, comentario que llegó poco después de que Amnistía Internacional alertara sobre el “riesgo de un derramamiento de sangre aún mayor”, facilitado por un “apagón deliberado de internet” por parte de las autoridades, en un intento de dificultar las manifestaciones y evitar que las imágenes de la represión lleguen al exterior.

En algunas imágenes del viernes se veía a las fuerzas de seguridad en las ciudades de Piranshahr, Mahabad y Urmia disparando a personas desarmadas con lo que parecía ser munición real.

Amnistía Internacional, que tiene sede en Londres, afirmó también que las pruebas reunidas en 20 ciudades de Irán apuntan a “un terrible patrón de las fuerzas de seguridad iraníes que disparan munición real, deliberada e ilegalmente, contra los manifestantes”.

Mahsa Amini, Irán
Mujeres kurdas sirias se manifiestan en Hasakeh, noreste de Siria, el 25 de, en apoyo a Mahsa Amini. La joven, cuyo primer nombre kurdo era Jhina, fue arrestada cinco días antes por violar las leyes que obligan a cubrirse el pelo con un hiyab y que prohiben, entre otros, usar pantalones ajustados y ropa llamativa.

Ante los videos y las fotos que circulan en internet, las manifestaciones se han extendido al resto del mundo, incluyendo ciudades como París, Atenas, Madrid, y a Norteamérica, para denunciar la actuación de las autoridades en Irán contra las protestas.

En paralelo, miles de personas salieron el viernes 23 de septiembre a las calles de Teherán a manifestarse a favor del hiyab y en homenaje a las fuerzas de seguridad que intentan sofocar a quienes los medios oficiales denominan “conspiradores”.

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Revolución represiva

Hace más de cinco décadas, en Irán, oponerse al rey podía culminar en la cárcel, situación no muy diferente a la impuesta por el gobierno actual, pero el país asiático tenía costumbres sociales liberales y progresistas: las mujeres podían salir solas, no estaban obligadas a cubrirse, socializaban con hombres que no eran sus parientes, unas usaban el hijab, mientras que otras optaban por los atuendos tradicionales de la época en Occidente, como jeans o minifaldas.

Rana Rahimpour, presentadora iraní-británica del servicio persa de la BBC, aseguró en entrevista con la filial británica que, “en el régimen anterior (a la revolución), la gente tenía libertades sociales, pero cero libertades políticas”. Rahimpour explicó que “todos los partidos estaban controlados por el rey, era una sociedad vigilada, no había libertad de prensa“.

Pero el Sha, Mohammad Reza, autodeclarado “shahanshah”, “el rey de los reyes”, aunque autócrata, gustaba de la cultura occidental. Desde el inicio de su mandato, en 1941, comenzó la Revolución Blanca, que dio a las mujeres el derecho al voto, así como los mismos derechos políticos que los hombres; mejoró el acceso a la educación en las provincias periféricas, aumentó la edad mínima para el matrimonio de las niñas de 13 a 18 años; dio a las mujeres mayor influencia para pedir el divorcio y limitó a uno el número de esposas que los hombres podían tener.

Tuvimos mujeres ministras, juezas, en el Parlamento“, recuerda Rahimpour. Y aunque la presentadora señala que, en la esfera política, las mujeres no tenían mayor participación, hace más de medio siglo, la situación en el resto del mundo no era muy diferente.

Pero el descontento por la censura culminó en que, en 1978, miles de iranís marcharan contra el Sha.

Muchos, según Rahimpour, clamaban una “democracia verdadera”, por ello, la revolución “contó con el respaldo de todos los grupos, los liberales, los comunistas y los religiosos. Las mujeres, independientemente de lo que quisieran vestir o de su grado de religiosidad, fueron parte de esa fuerza que terminó provocando la caída del Sha, en 1979”, dijo la presentadora.

En un artículo de 1997, el centro de estudios Wilson Center reprodujo una entrevista de su programa de radio, Dialogue, a Haleh Esfandiari, autora de Reconstructed Lives: Women and Iran’s Islamic Revolution (vidas reconstruidas: las mujeres y las Revolución Islámica de Irán): ”En reacción a los elementos tradicionalistas cada vez más vocales en la sociedad, el Sha retiró drásticamente su apoyo a una mayor participación de las mujeres en los puestos de toma de decisiones”, explicó Esfandiari.

La autora, que dejó Irán en 1978 y regresó 14 años después, señaló que ”todas estas mujeres caminaron hombro con hombro, esperando que la revolución les trajera una mejora en su estatus económico y una mejora en su estatus social. Y, sobre todo, una mejora en su estatus legal”.

Por su parte, la presentadora de BBC concluye que, “después de la revolución, nos dimos cuenta de que muchas personas religiosas se sentían incómodas con las minifaldas y con las libertades que hombres y mujeres tenían, y por eso también estuvieron de acuerdo con la revolución”.

Sin embargo, precisa que mucha gente que es “profundamente religiosa” en Irán piensa que llevar el velo “tiene que ser una elección”.

Para Rahimpour, “deja de ser religión cuando se obliga”.

Hoy, a casi cinco décadas de aquella revolución, las multitudes iranís no solo claman por destaparse la cabeza o mostrar las piernas, sino para no tener que elegir entre unas libertades y otras; para que el Irán religioso y el laico puedan vivir en democracia, sin abolir el hijab, pero sin policías de la moral.

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