‘Jaguar’, una mirada coral a la violencia en Colombia
El cronista bogotano Santiago Wills se estrena en la ficción con ‘Jaguar’, una novela caleidoscópica sobre la guerra en Colombia que tiene como protagonista a un paramilitar y a su mascota jaguar.
En el centro de Jaguar, la primer novela del escritor y periodista Santiago Wills, se encuentran un hombre y su mascota. El hombre se llama Martín Pardo y es un comandante paramilitar que, a comienzos de los años 2000, hace desaparecer un pueblo. La mascota, Ronco, es un jaguar que, como una sombra, acompaña al hombre.
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En la primera mitad de la novela, Wills nos transporta a un páramo en la Cordillera Occidental para narrarnos la historia de Martín, entonces un joven obediente, asustadizo y ensimismado. Allí, en un campamento de las autodefensas en los años noventa, Martín y su hermano mayor, Arturo, relatan el día a día de la vida armada y recuerdan su infancia. Como en un juego de espejos, los dos hombres se turnan la narración para trazar una genealogía de la violencia colombiana: ellos son producto de una larga cadena de acontecimientos que se remonta al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y que tiene como eslabones La Violencia de los años cincuenta, las guerrillas liberales de Guadalupe Salcedo, el Cartel de Medellín y la alianza entre el Estado y el aparato paramilitar. Con los hermanos Pardo, Wills entrelaza lo privado y lo público y alude a cómo la guerra es a menudo un íntimo campo de batalla donde las tragedias personales tienen más peso que las convicciones ideológicas.
En su segunda mitad, Jaguar se consolida como una novela polifónica. Una serie de personajes disímiles intervienen la narración para relatar, en clave testimonial, su relación con Martín Pardo. Habla un compañero de lucha costeño, una política de derechas, una profesora vinculada a las FARC, una exnovia. Wills, uno de los mejores cronistas que tiene el país en la actualidad, se imagina una sintaxis y una personalidad para cada uno de sus narradores. También se revela como un lúcido constructor de tensión narrativa, ya sea fraguando una trama con galletas envenenadas o describiendo una caravana de carros destartalados que, como salidos de Mad Max, atraviesan a toda velocidad los desiertos de La Guajira. La estrategia coral de Wills nos permite tener múltiples visiones de Martín. Al mismo tiempo, desmantela la idea de una historia única, proponiendo un juego de subjetividades que atenta contra una lectura uniforme de la realidad y, por extensión, del personaje principal.
La ambiciosa puesta en escena de Wills tiene, sin embargo, sus carencias. A pesar del evidente talento del autor para construir escenas y personajes, algunos de los capítulos —como “Amalia”, en el que todas las oraciones son preguntas— caen en la trampa de un efectismo que, en vez de sumergirnos más en la obra, nos alejan de ella. La cantidad de testimonios también significa que, cuando el lector eventualmente regresa a Martín y a su jaguar, la tensión central se ha diluido al punto de debilitar un poco la resolución de la obra.
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Más allá de estos puntos, Jaguar es una novela original y sofisticada. No solo por la calidad de sus diálogos y el pulso narrativo de su autor, sino por Ronco, la mascota de Martín. Wills nos adentra tres veces en la interioridad del jaguar, en una apuesta que contiene algunos de los mejores pasajes de la obra y que, al tiempo, plantea preguntas en torno a la lealtad, la violencia y el instinto. Pero Ronco es sobre todo llamativo por otra razón. En las 205 páginas de la novela, se nos asegura una y otra vez que Martin alucina con partes de animales.
“En algún momento —afirma el protagonista—, un cuerno de narval emergió desde la nuca de Arturo, dirigiéndose centímetro a centímetro hacia mi frente”. Estos pasajes le abren la puerta a la idea de que Ronco es, en realidad, la encarnación final de los delirios de Martín. Y esto, a la vez, abre otra puerta: a la posibilidad de entender el ejercicio literario de Jaguar como un delirio personal que apunta a hacer visible, en toda su complejidad, ese otro delirio colectivo que ha sido la guerra en Colombia.
Foto apertura: Sebastian Jaramillo Matiz
7 Comentarios
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Buena crítica de la novela
Interesante leerla