Jennifer 3 – Rubiales 0

El pasado 20 de agosto, la selección española femenina de futbol ganó el campeonato mundial. Al finalizar el partido que le dio el título, se entregaron medallas individuales a las triunfadoras. Luis Rubiales, entonces presidente de la Real Federación Española de Futbol, aprovechó el momento de tanta euforia para darle un beso en la boca a la jugadora Jennifer Hermoso, sin el consentimiento expreso de ella.

Este hecho desató una oleada de indignación en la opinión pública, sobre todo, en la española. Los medios de comunicación y los partidos políticos de ese país tomaron posición ante lo ocurrido y, al respecto, se han hecho y publicado análisis éticos, políticos y jurídicos, entre otros.

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El beso no consentido, la indignación y los análisis que surgieron alrededor de él han dejado profundas consecuencias.

Las primeras tienen que ver con el mundo del fútbol: las salidas forzadas del propio Rubiales y de Jorge Vilda, entrenador de la selección campeona, que se mezclan con el reconocimiento –cada vez más generalizado– de que lo hecho por Rubiales es una muestra del sexismo y del abuso de poder, cotidianos en ese deporte y que deben removerse.

Otras consecuencias se relacionan con el impacto que han tenido los hechos (el beso, la indignación y los análisis) en la cultura política: pusieron en la agenda y en la discusión públicas la necesidad de marcar nuevas líneas divisorias entre comportamientos socialmente aceptables, los inapropiados y los condenables. Hicieron visible que las luchas y los movimientos feministas están liderando la transformación de valores y actitudes a partir de las cuales la sociedad percibe la vida de las mujeres y, por tanto, vive las relaciones de género. Y, por ahí derecho, están cambiando la cultura y la sociedad entera.

La periodista española, especialista en estudios de género y feminismo, Isabel Valdés, dijo en el periódico español El País: “[l]a conciencia feminista, la que ha enseñado a la sociedad a reconocer la violencia y las relaciones de poder, a borrar la normalidad de las que han estado envueltas históricamente, se activó en una cascada imparable. Y, en apenas seis días, el feminismo interiorizado por la sociedad española arrasó a Rubiales”.

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Por último, esta situación provocó la reacción de quienes se oponen a los cambios que están ocurriendo y, más radicalmente, al protagonismo de los feminismos en la lucha política.

Vox, el partido de ultraderecha, liderado por Santiago Abascal, en su cuenta oficial de X (antiguo Twitter) dijo que Rubiales está siendo víctima de una cacería política y mediática, que él solo cometió actos de grosería y mala educación y que toda esta polémica la crearon el gobierno de turno (socialista) y el falso feminismo.

El periodista José Luis Roig, de la misma filiación ideológica que ese partido, dijo que “Rubiales puede ser un impresentable y merecer su cese por sus excesos, pero no es, salvo para feministas alocadas, un agresor sexual (…) El falso feminismo lo sabe, y, como hace Irene Montero, se aprovecha de ello para destruir una vez más a una persona sin pruebas”.

Días después de estas declaraciones, el propio Rubiales dijo que estaba “viviendo un linchamiento político y mediático sin precedentes“.

Abascal, Roig y Rubiales son tres hombres, blancos, con acceso a la educación superior y a los puestos de poder; que nunca se destacaron como jugadores de fútbol y jamás han hecho o publicado investigación alguna sobre feminismo. Pero, según dicen los tres, son ellos los que saben lo que es el feminismo verdadero y, por eso, tienen suficiente autoridad moral, experiencial e intelectual, para detectar y despreciar el falso.

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Parece que no han entendido todavía que el feminismo puede ser, entre muchas otras cosas, una forma de entender el mundo, un pensamiento lleno de diversidades, una fuerza social y un territorio. Un lugar, lo llama Jorge Valdano, al que se puede entrar o no, pero con la conciencia de que en ese “sitio” (y desde él) se decide hoy buena parte del presente y del futuro de la humanidad.

No han podido entender que, tal como lo dijo la periodista Ángeles Caballero, “ha sido doña Jennifer Hermoso la que ha centrifugado los cerebros del patriarcado (y que) son ellas, las de la generación de las campeonas del mundo, las que nos harán mejores”.

Al otro lado del espectro político puede no faltar entendimiento, pero sí, autocrítica. No parece que sean muchas las personas progresistas o de izquierda que están listas y dispuestas a encarar el hecho de que todas son (somos) fruto del patriarcado. Y que, por eso y más razones, no pocas veces todas hemos actuado como cualquier Rubiales, justificándonos como un Abascal de esquina.

No se trata de darnos una muenda de silicio. Se trata de entender que personas como Jennifer le pueden ganar este partido a los machos poderosos.

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